La primera vez que alguien abre un libro de manga, lo primero que le sorprende es la disposición inversa de las páginas. Es decir, el libro empieza por detrás. Eso es lo que una mentalidad occidental piensa, claro, porque a buen seguro que para un japonés los que empezamos los libros al revés somos nosotros. Y escriben de derecha a izquierda. Es la dirección tradicional de la escritura japonesa, china y coreana. También el alfabeto árabe y el alfabeto hebreo se escriben de derecha a izquierda, aunque, como en el alfabeto romano y griego, en este caso se hace en sentido horizontal. Por lo tanto, ellos también podrían decir de nosotros que escribimos al revés.
Antes de que la informática y los tratamientos de textos borraran el universo de las artes gráficas, estas eran la reina de cualquier publicación. En La Vanguardia, por ejemplo, el taller era el corazón del diario, donde latían los teclados de las linotipias. Era gente de oficio, capaz de leer un artículo tanto en positivo como en negativo, siguiéndolo directamente en los textos compuestos con plomo en las platinas, las placas sobre las que se ajustaban e imponían las formas de imprenta.
El bustrófedon es el modo de escribir tal como hacían los bueyes cuando araban un campo
¿Qué sucedería si alguien escribiera un texto por primera vez, sin tener conocimientos previos de escritura, pongamos por caso un extraterrestre? Pues que bien podría hacerlo en sentido horizontal o en sentido vertical. Pero al final del espacio disponible, lo que hoy denominamos el final de línea, ¿qué haría? ¿Volvería a empezar al otro lado de la superficie o haría un zigzag, enlazando las líneas como en una cenefa o como los surcos del arado? En los campos de fútbol es típico ver las franjas de dos tonos, según el sentido con que ha sido segado el césped.
Pues bien, resulta que una de las primeras maneras de escribir, en la Grecia antigua, adoptó ese sistema, que el diccionario define así: “Escritura en la que las líneas se suceden con el mismo patrón del trazado de los surcos en un campo cuando se labra, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha alternativamente”. Y esta manera de escribir tiene un nombre: bustrófedon.
Aunque pueda parecer curioso que en esta definición se haga referencia a los surcos de un campo labrado, no es una casualidad, porque el original griego tiene precisamente ese sentido. El compuesto bustrófedon es un adverbio que se formó con dos palabras. Por una parte, un buey, y por la otra, la acción de girar. Así pues, tal como el buey giraba y continuaba en sentido contrario arando los surcos siguientes, el escritor antiguo desplazaba la mano un renglón, pero no regresaba al principio, sino que invertía el sentido de la escritura, dibujando las letras en sentido contrario.