Otello de Giuseppe Verdi ★★★✩✩
Intépretes: B. Jadge/J. De León, A. Grigorian/M. Agresta, G. Viviani/V. Stoyanov, A. Hernández, E. Shkoza, A. Casals, I. Sung Sim, F. Radól. O. y C. Teatro Real. Dir. Coro: J. L. Basso. Dirección musical: N. Luisotti. Dirección escénica: D. Alden. Corod. Teatro Real, E.N.O y Kungliga Operan Stockholm. Lugar y fecha: Teatro Real de Madrid. Funciones 19 y 20/IX/2025
Tibia inauguración de la temporada 25/26 del Teatro Real con un Otello de Verdi gris en lo escénico, con algún atractivo en lo vocal y correcto en lo musical.
El público aplaudió con cariño el debut-rol de Otello del tenor estadounidense Brian Jagde (n. 1980), una de las voces más estimulantes del paupérrimo campo tenoril actual.
Jadge demostró poseer un instrumento poderoso pero todavía carente de la exigente pericia canora que demanda este rol, considerado uno de los Everest de la cuerda del tenor.
Su salida fue temerosa, sin la heroicidad y ferocidad del personaje. En el dúo de amor, los colores y refinamiento necesarios se mostraron demasiado superficialmente. Si bien en sus escenas más iracundas, final del segundo acto o dúo final, la voz mostró la potencia de un tenor spinto, bien proyectada e imponente, a su definición del personaje le faltó la madurez de la expresión. Los colores y matices que lo hacen un personaje contradictorio y complejo, acabarán madurando función tras función, para un tenor en un momento crucial de su carrera.
A su lado la Desdemona de la soprano lituana Asmik Gregoriam, fraseó con mayor expresión, con una voz de lírica plena, de timbre perlado y homogéneo, con el porte del canto aristocrático necesario. Compensó con su reconocido magentismo escénico, cierta carencia de la italianità estilística, debido a esa emisión de la escuela eslava tan característica.
El Iago del barítono italiano Gabriele Viviani mostró un timbre agreste adecuado a lo oscuro del rol. Pero ni el fraseo, carente del mordente necesario, ni la falta de matices y colores en momentos clave como el icónico Credo!, donde Verdi y Boito enriquecen el texto de Shakespeare con un aria sorprendente que trasciende el personaje, tuvieron el carisma del demonio escénico y existencial que conforman a Iago.
En el reparto alternativo triunfó la mayor madurez y rotundidad del canto baritenoril del tenor canario Jorge de León
En el reparto alternativo triunfó la mayor madurez y rotundidad del canto baritenoril del tenor canario Jorge de León, buen conocedor del rol. Si bien la emisión es un tanto artificiosa, su seguridad y control del instrumento, un fraseo de mayor incisión dramática y su entrega escénica, lo convirtieron en un digno Moro de Venecia para una función de gran honestidad lírica.
La soprano Maria Agresta mostró expresión, lirismo y calidez como una Desdemona que aunó nobleza vocal y fragilidad escénica. Escasos enturbamientos en momentos de forte vocal no empañaron un trabajo de gran sensibilidad dramática.
El barítono búlgaro Vladimir Stoyanov, se mostró más sibilino y elegante como un Iago de articulación precisa y canto comunicativo. Tampoco fue la bestia negra escénica que el Alférez necesita, pero ese trabajo dramático parece más una carencia de una dirección de actores demasiado somera.
Del resto del reparto, lució el ensimismamiento vocal del Cassio del tenor canario Airam Hernández, la presencia canora de la Emilia de la mezzo albana Enkelejda Shkoza, la profesionalidad intachable del Roderigo de Albert Casals o la contundencia tímbrica del bajo surcoreano In Sung Sim, una voz que demanda roles de mayor envergadura.
Nicola Luisotti enmarcó su lectura musical con tempi precisos, con un trabajo grupal de secciones notorio, cuerdas, metales, el solo de corno inglés, donde los solistas de la Sinfónica de Madrid, pudieron lucirse. En contraste, a su lectura le faltó incisión dramática, refinamiento y el detallismo y preciosidad que reside en la partitura de madurez de un Verdi que se volvió a reinventar a si mismo, lejos de la revolución wagneriana, pero en la misma senda de la nueva música y estilo de los albores del siglo XX.
Convincente trabajo coral a las órdenes del maestro José Lúis Basso, corrigiendo los sonidos saturados de la función del estreno, con un Coro Intermezzo generoso y preciso.
La puesta en escena de David Alden muestra con interés entomológico a los protagonistas del drama como seres aislados en sus propios temores
La puesta en escena de David Alden muestra con interés entomológico a los protagonistas del drama como seres aislados en sus propios temores. La comunicación es carente en la pareja protagonista, envenenada entre todos y Iago, surgiendo el feminicidio final como un delito definitivo imposible de evitar. Emplea la luz, firmada por Adam Silverman con gran efectismo, para subrayar a personajes que se confunden con sus propias sombras, miedos e inseguridades, en una única escenografía. Firmada por Jon Morrell, también autor del austero vestuario, una especie de palacio, iglesia y gran salón, donde las imágenes de una Theokokos y un gran Pantocrator decadente y ruinoso enmarcan un contexto religioso desgastado donde la apostasía se torna envidia, celos y asesinato.
El problema o la falta viene desde una dirección de actores liviana y superficial que no consigue sacar de los protagonistas la verdad dramática y catártica que reside inmanente en las obra de Shakespeare.
Unas funciones dedicadas a la memoria del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, quien fue patrono de honor y presidente de honor del Consejo Asesor del Teatro Real.