'El Ciervo', 75 años de una revista improbable

La difusión de la cultura

El Palau Robert recorre en una exposición que se inaugura hoy la historia de la publicación 

Llorenç Gomis en la redacción de El Ciervo tras el ataque perpretado por un grupo nazi en julio de 1973

Llorenç Gomis en la redacción de ‘El Ciervo’ en 1973, tras el ataque de un grupo de ideología nazi, el V Comando Adolf Hitler

Archivo 'El Ciervo'

-¿Conoces la revista El Ciervo ?

-¿La de caza?

El diálogo reproducido se ha sucedido en más de una ocasión cuando se menciona la publicación decana de pensamiento y cultura de la prensa española en los círculos ajenos al mundo literario y cultural. O con los más jóvenes. Le ha sucedido incluso a su director. Hace unos años la pregunta era si todavía sale a la calle. Es la que aún formulan los más veteranos.

En cualquier caso, la respuesta es que sí, que se publica sin interrupción desde hace 75 años, aunque hay quién advirtió al inicio a los fundadores que “en España una cosa con cuernos no puede durar muchos años”. Resiste con su ADN intacto, con modestia y volando fuera del radar. Tanto es así que ahora presume de ser la “resistencia a los algoritmos”.

En el Palau Robert, como acto central de la efeméride, se inaugura hoy una exposición que se podrá visitar hasta enero sobre la trayectoria y el papel de la revista, que mira ya a los 25 años que le quedan para ser centenaria en su último editorial. “La idea es explicar qué ha sido y qué es El Ciervo , todavía estamos aquí”, reivindica su director, Jaume Boix.

Lejos del mundo de la caza, es una publicación de inspiración cristiana, nunca clerical y siempre crítica y autocrítica, sin vínculos orgánicos con la Iglesia. El nombre se debe al salmo 42 y nació como un boletín de ocho páginas en junio de 1951, en un momento en que tratar de publicar una revista en Barcelona era algo extendido en diversos ambientes intelectuales y culturales de la ciudad. Pero, a la vez, complicado por la dificultad para lograr el permiso, tal y como explicaba uno de sus fundadores y director durante medio siglo, Llorenç Gomis, también vinculado a La Vanguardia .

El Ciervo obtuvo el plácet al nacer auspiciada por la Asociación Católica de Propagandistas, que trataba de armar una sección juvenil, y tardó unos meses en volver a salir, si bien ya emancipada de esa asociación religiosa, pero con licencia al fin y al cabo. Su origen cristiano fue una suerte de protección durante la dictadura.

Antes de la fundación, los jóvenes que la impulsaron, hijos de profesionales liberales y de la burguesía formados en los jesuitas, se reunían en cafés para hacer tertulias y compartir textos e inquietudes. Esa dinámica se mantuvo, puesto que sin una redacción fija hasta 1966, cuando llegaron a la de la calle Calvet, donde todavía están hoy, se reunían en bares y cafeterías, sobre todo en el Términus, en Passeig de Gràcia con Aragó, mientras que la oficina administrativa era trashumante y en lugares de prestado.

La decana de las publicaciones culturales mantiene su espíritu y se reivindica como la resistencia al algoritmo

De aquellos jóvenes, inspirados por autores extranjeros como François Mauriac, Jacques Maritain, Léon Bloy, Graham Greene, G.K. Chesterton, Emmanuel Mounier, Georges Bernanos, Bruce Marshall, Charles Péguy, Jaques Leclercq... así como los autores de la Generación del 98, con Unamuno a la cabeza, y los poetas de la Generación del 27, se dijo que eran “catalanes que escribían en castellano –la lengua permitida entonces– y pensaban en francés”. Lo cierto es que querían influir en otros puntos de la geografía española y tuvieron un grupo estable y amplio de colaboradores en Madrid durante mucho tiempo. En relación con esos referentes citados, Joan Gomis, hermano de Llorenç y muy activo en la revista, señaló en sus memorias que su religiosidad no emanaba de los teólogos sino de la literatura. 

Enseguida se les impuso doble censura, civil y eclesiástica, y se llegaron a tachar de sus textos fragmentos del Evangelio por parte de los censores, que captaban la doble intención de los autores. El primer encontronazo fue por decir que el XXXV Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en Barcelona en 1952 “debía ser eucarístico”, dando a entender que Franco no tenía vela en ese entierro. Hubo que reescribirlo. Incluso el Santo Oficio, heredero de la inquisición medieval, puso en su punto de mira en alguna ocasión a firmas de la revista, que en 1973 fue atacada y vandalizada por cuatro jóvenes de ideología nazi que firmaban como ‘V Comando Adolfo Hitler’; un ataque que cruzó la frontera y se publicó en diversos medios internacionales. Justo entonces Boix, ahora director, era becario.

Llorenç Gomis y Roser Bofill junto a Xabier Elorriaga (izquierda) y Jaume Boix (derecha), tras el asalto de 1973

Llorenç Gomis y Roser Bofill junto a Xabier Elorriaga (izquierda) y Jaume Boix (derecha), tras el asalto de 1973

Archivo 'El Ciervo'

Sea como fuere, era una revista avant la lettre . En el plano eclesial fue conciliar, “antes, durante y después” del Concilio Vaticano II. En el ámbito político tenía conciencia democrática antes de la Transición, siempre con una mirada social. La etapa del papa Juan XXIII y la del concilio fueron su época dorada, y los textos de estilo azoriano del principio dejaron paso a reflexiones largas y al matiz de las subordinadas.

A medida que se relajó el control sobre los medios y la censura, en el ocaso de la dictadura, la mirada política y social fue ganando espacio. En los años de la Transición fue protagonista absoluta y después, poco a poco, la publicación se convirtió en lo que es hoy, una revista cultural. El pensamiento y la reflexión, el interés por la cultura y por la religión, junto con la crítica, han sido siempre la columna vertebral de esta revista longeva, que a los 35 años de nacer se definía como “improbable, pero no imposible”.

Además, fue un referente para autores y lectores que a la postre ocuparían cargos políticos y más de uno sería ministro, tanto con la UCD y el PSOE como con el PP, o presidente del Parlament, como es el caso de Joaquim Xicoy (Unió). De hecho, uno de ellos, Francisco Fernández Ordoñez, provocó alguna que otra multa en sus tiempos de colaborador. También fue un caladero para la clandestinidad antifranquista. Julio Cerón, fundador del Felipe, el revolucionario Frente de Liberación Popular, colaboraba y había pescado militantes entre sus autores y para la organización hermana y asociada Front Obrer de Catalunya. Con todo, la dirección de la revista, que destaca por la pluralidad, siempre se mantuvo ajena a las organizaciones políticas.

Pasqual Maragall (al fondo de la imagen, vestido claro), durante una reunión en la redacción de 'El Ciervo'

Pasqual Maragall (tercero por la izquierda) en una reunión en la redacción en 1980 con Antoni Muntañola, Francesc Xavier Puig Rovira, Josep Maria Vallès, Josep Urdeix y Ana María Viguera

Archivo 'El Ciervo'

El primer año el director fue Claudi Colomer, entonces director de El Correo Catalán , y su secretario, que por las mañanas trabajaba de policía, se encargó de las tareas administrativa. Por eso, con el humor característico, uno de los fundadores resaltaría años después la colaboración del Ministerio del Interior en la fundación.

Cuando Colormer y los jóvenes de El Ciervo emprendieron caminos distintos, fue Llorenç Gomis quien tomó el mando, puesto que era el único que tenía carnet de periodista, entonces requisito indispensable, y fue director durante medio siglo y a la postre se le calificaría como el alma de la revista. Después asumió la dirección su mujer, Roser Bofill. El matrimonio jugó un papel fundamental y dedicó su vida a una publicación sobre la que en alguna ocasión se ha dicho que sería objeto de estudios y tesis doctorales si solo hubiera salido a la calle por un tiempo concreto y breve, como Laye, por ejemplo. Pero hoy sigue viva con un grupo de accionistas detrás que lo son por afinidad y no por ánimo de obtener ganancias patrimoniales, ya que como otras publicaciones del ámbito cultural, siempre ha sido de una economía modesta cuando no deficitaria.

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