Julio Llamazares: “La Guerra Civil dejó una gran herida moral en la sociedad que persiste”

Novedad editorial

El escritor publica 'El viaje de mi padre', un recorrido por la memoria que traslada al lector a una de las peores batallas de la contienda: la de Teruel

El escritor Julio Llamazares junto a una de las conservadas trincheras en Rubielos de la Cérida, Teruel

El escritor Julio Llamazares junto a una de las conservadas trincheras en Rubielos de la Cérida, Teruel 

Jeosm

Es cuando uno pierde algo que se da cuenta de lo que deja atrás. Julio Llamazares (Vegamián, León, 1955) lo sabe bien. “Cuando mi padre contaba alguna historia de la Guerra Civil, yo no le hacía mucho caso y ahora me arrepiento. Murió pronto y sus recuerdos quedaron en ese limbo de la memoria en el que se desvanecen las vidas de los que nos precedieron”, explica a La Vanguardia durante un recorrido por los alrededores de Teruel, donde tuvo lugar una de las peores batallas de la contienda española, en la que su padre, don Nemesio Alonso, participó con tan solo dieciocho años como radiotelegrafista en el bando sublevado y acompañado por su amigo Saturnino. Ambos, conscientes de que los iban a movilizar, se presentaron de forma voluntaria para elegir destino y no ir de carne de cañón a Infantería.

El trayecto que hicieron por la Península lleva tiempo recorriéndolo Llamazares con el fin de completar –o al menos intentarlo – esa historia repleta de silencios. Ahora lo comparte con sus lectores en El viaje de mi padre (Alfaguara), del que aporta algunos detalles sobre el terreno a un grupo de periodistas y a su propia familia, que le acompaña en su primera parada promocional para conocer de primera mano los pasos que dio su antepasado. En un viaje en autobús que parte desde Madrid, explica micrófono en mano las miserias que vivió el país entre 1936 y 1939. 

El motivo de la batalla de Teruel era más publicitario que estratégico, ya que era una plaza pequeña”

Mientras habla, reconoce sentirse un profesor, acompañado de alumnos que no dejan de tomar notas. Una escena que confía que se repita en los institutos, pues “nada de lo que sucedió debería caer en el olvido”. La primera parada es la estación de Caminreal-Fuentes Claras. Pese a estar en septiembre, el viento arrecia y el autor se pone la chaqueta. “Imaginaos aquí en invierno. Cuando llegó mi padre, el termómetro marcaba 22 grados bajo cero. Él hablaba poco de las batallas, pero mucho del frío”. El abogado Alfonso Casas Ologaray, experto en la batalla de Teruel, muestra a los presentes fotografías de aquel momento, en el que un manto de nieve cubre la localidad.

El escritor Julio Llamazares en la estación de Caminreal, donde llegó su padre para librar la batalla de Teruel

El escritor Julio Llamazares en la estación de Caminreal, donde llegó su padre para librar la batalla de Teruel 

Jeosm

“Mi padre llegó de madrugada, en tren, y desde Calamocha vinieron sin luz para evitar que los bombardearan, en un vagón sin ventanas porque era de ganado”, prosigue el autor de La lluvia amarilla. Nemesio fue uno de los 200.000 soldados, unos 100.000 por bando, que lucharon por tomar una ciudad de entonces 13.000 habitantes, que cambió de manos dos veces. “El motivo de este combate era más publicitario que estratégico ya que Teruel era una plaza pequeña. Los republicanos querían desviar las tropas de Franco hacia aquí porque ya estaban rodeando Madrid”.

A Llamazares no le da miedo volver a hablar sobre este conflicto. “Se cumplen ahora cuarenta años desde que publiqué mi primera novela, Luna de lobos, que trataba las consecuencias humanas de la Guerra Civil y el instinto de supervivencia de los hombres que participaron en ella. Ya entonces los periodistas me preguntaban si era necesario otro libro de la Guerra Civil. Y la cosa no cesa, y no lo digo por mi libro. Uno de los superventas hoy es La península de las casas vacías, de David Uclés, que también la aborda”.

El paisaje es memoria. Es un reflejo de la historia que ocurrió”

Para el escritor, está claro que como sociedad no se ha superado lo que ocurrió en esos años: “Dejó una gran herida moral en la sociedad que persiste. No hay más que escuchar las tertulias televisivas o el debate del Estado de la nación para ver que el tema sigue planeando”. Sin ir más lejos, en una de las paradas del paseo, en el memorial de víctimas de los Pozos de Caudé, donde fueron fusiladas por la dictadura 1.005 personas, un camionero se pone a gritar “rojos” desde su vehículo al autor y a sus acompañantes. Francisco Sánchez, de la Asociación Pozos de Caudé, confiesa que este no es un caso aislado y que, en más de una ocasión, han tenido que cambiar los mármoles con los nombres de algunas víctimas por vandalismo.

Algunos partidos políticos, en opinión de Llamazares, tampoco ponen de su parte, pues “ofrecen resistencia para condenar la guerra”. Esta reflexión la hace desde las trincheras de Rubielos de la Cérida, donde un muro ondulante para protegerse de la metralla permanece casi intacto. “El paisaje es memoria. Es un reflejo de la historia que ocurrió. Y yo vine a buscar en este paisaje lo que podía haber aprendido en mi casa si hubiera escuchado a mi padre”. 

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