¿Qué es la afinidad cultural?

Letra pequeña

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El viernes fue un día prolífico en noticias relacionadas con la lengua. Por una parte, el Ayuntamiento de Barcelona anunciaba que se adhería al Pacte Nacional per la Llengua, que la Generalitat ha impulsado. Es una buena noticia, porque es fundamental que la capital catalana se sume, a pesar de su cosmopolitismo y sus peculiaridades como metrópoli.

El Consistorio también hacía pública la Encuesta de actividad del sector de restauración de Barcelona, que radiografía los bares y restaurantes de la ciudad. Uno de los aspectos que llama la atención es el descenso en 4 puntos de los trabajadores que no hablan catalán. En números redondos, la mitad no lo habla y una cuarta parte no lo entiende. Para el cliente, poder hablar catalán en un establecimiento de restauración de Barcelona se está convirtiendo en una quimera, como reflejaba el sketch del último Polònia.

Pero este hecho sintomático solo es la punta del iceberg de lo que está sucediendo con la sustitución lingüística de la lengua propia de Catalunya. Es fácil fijarse en los bares, pero a menudo se olvida que se trata de un sector precario y con horarios imposibles, que tiene dificultades para encontrar personal. La parte no tan visible es la que se produce en muchas empresas radicadas aquí, que no se plantean en ningún momento atender a sus clientes o tener su página web en la lengua de Míriam Cano.

Los bares solo son la punta del iceberg de lo que está sucediendo con la sustitución lingüística

¿Cuál es la solución? Hacer patente con medidas legales que en Barcelona hay dos lenguas oficiales, que una de ellas es la propia y que, por lo tanto, merece respeto, además de un cuidado especial dada su debilidad ante una lengua internacional como la otra. Es decir, puedo entender que una persona recién llegada no entienda mi lengua familiar, pero lo que no se entiende es que pasados los años la siga ignorando y, por lo tanto, despreciando.

La tercera noticia del viernes la regaló Feijóo ( por cierto, un apellido que no debería llevar tilde). Ante el inevitable alud migratorio, el líder del PP quiere poner límites a los recién llegados y priorizar “la afinidad cultural” y el idioma. Es evidente que es una medida para reducir la llegada de la inmigración africana y favorecer a los provenientes de Hispanoamérica, que ya vienen con la lengua y la religión que se les impuso en la colonización, lo que facilita su integración. ¿Es esto la “afinidad cultural”?

Creo que la mayoría de los españoles tienen mayor afinidad cultural con los otros ciudadanos europeos, con quienes comparten avances sociales relevantes en materia de libertad personal y social, y en igualdad de género. Son avances ahora cuestionados por la cruzada de la derecha y la ultraderecha, como también lo son los derechos lingüísticos de las lenguas no estatales.

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