El pintor Antoni Tàpies decía que el arte no cambia al mundo, pero puede cambiar a las personas que lo cambiarán. Este es el poder transformador que defendemos, el de una cultura que despierta conciencias, que inspira acción y siembra la semilla de las grandes transformaciones colectivas. Que la declaración aprobada se convierta en realidades”. El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, puso así ayer punto y final a la Mondiacult 2025, la gran conferencia sobre políticas culturales y desarrollo sostenible de la Unesco que se ha celebrado durante tres días en Barcelona convirtiendo el Centro de Convenciones Internacional del Fòrum en una pequeña ONU.
Previamente, en un ambiente de cierta euforia, se había aprobado la Declaración final de la cumbre de Barcelona, que reivindicaba los derechos culturales como derechos humanos y la cultura como un bien global. Y, sobre todo, como motor de cambio y transformación para afrontar los desafíos de esta época de crisis, de modo que la declaración pide que la cultura se convierta en uno de los objetivos de desarrollo sostenible de la ONU. Que sea un objetivo independiente y por derecho propio en la nueva lista que sustituirá a la actual Agenda 2030. “Ahora tenemos un objetivo compartido todos los que estamos en esta sala que es conseguir el objetivo de desarrollo específico para la cultura, lo vamos a conseguir”, remachó Urtasun.
“Quizá solo a través de la cultura es posible hoy unirnos y encontrar consensos”, afirmó la directora de la Unesco
La directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, fue clara al respecto al hablar a los delegados –ha habido 163 delegaciones, 118 ministros y viceministros y más de 2.500 participantes– de la conferencia: “Deseo de todo corazón que pueda haber un objetivo específico en la Agenda post2030 de la comunidad internacional. Tendría que existir ya, pero ahora es una batalla que libramos conjuntamente de una manera muy tangible y documentada”. Y aseguró que “estos compromisos de Barcelona que ustedes acaban de aprobar marcan la dirección, reafirmando que la cultura es un bien público mundial, una forma de resistencia y un lenguaje común para reconstruir la confianza entre pueblos y formulando un llamamiento a que la cultura sea una palanca de cohesión, reconstrucción, dignidad y prosperidad”.
Visión crítica
La represión a los artistas
Algunos participantes de Mondiacult que no formaban parte de las delegaciones ministeriales ejercieron ayer de conciencia crítica del evento. La griega Alexandra Xanthaki, relatora de la ONU para los derechos culturales, tomó la palabra en la mesa que abordaba esa misma cuestión y denunció graves violaciones de los derechos humanos por parte de algunos de los países participantes: al ministro iraní le echó en cara las condenas a muerte a raperos y artistas por el mero desempeño de su labor creativa, y a los representantes de Vietnam y Georgia la represión de la disidencia. También criticó que Mondiacult “se haya convertido en una reunión de ministros hablando mientras la sociedad civil debate estos mismos temas a mucha distancia de aquí”, refiriéndose al Àgora Cívica situada en el CCCB, como “si tuviéramos miedo de contaminarnos en contacto con la gente. La cultura son ellos, no se puede hacer sin ellos”. Más tarde, el consultor colombiano Jorge Melguizo, uno de los artífices de los grandes cambios de la ciudad de Medellín, pidió a los ministros de su mesa que se sinceraran: “¿En cuál de sus países el Ministerio de Cultura o el de Medio Ambiente son carteras importantes, bien dotadas y que resultan prioritarias para sus presidentes?”. No obtuvo ninguna respuesta.
Los discursos no escatimaron epítetos para una cultura habitualmente poco considerada. “Muchas veces con la cultura subestimamos el impacto que tenemos, pero lo que hacemos llega al corazón de las personas, como pudieron ver ayer por la tarde y ven cada día en sus países”, dijo Azoulay refiriéndose al concierto de Jordi Savall en el Palau de la Música con 83 músicos de 37 países. “Vimos cómo cada tradición musical con su profundidad histórica y unos intérpretes conmovedores entraron en un diálogo y mostraron que cada uno con su especificidad, anclado en su historia y tradición, podían tocar juntos. Y nos conmovieron”, apuntó Azoulay.
Y subrayó que “en un mundo en el que los motivos para perder la esperanza se acumulan, hay guerras, un planeta que con el cambio climático se va empobreciendo, una tecnología que lo cambia todo sin que realmente hayamos querido que así fuera, ustedes han venido a Barcelona a decir que podemos seguirnos uniendo y encontrar consensos y quizá eso solo sea posible hoy a través de la cultura”.
Aspecto del cetro de convenciones qu ha acogid a Mondiacult
La declaración subraya el poder no suficientemente desplegado de la cultura –“su poder transformador debe ser plenamente movilizado para hacer frente a los desafíos actuales y construir sociedades más justas, equitativas, pacíficas, interculturales, inclusivas y sostenibles”–, reconoce los derechos culturales, incluidas la salvaguarda de la libertad artística y de expresión y la preservación de la diversidad cultural y lingüística, y apoya una remuneración justa para los artistas y protección social adecuada. También urge a incluir los aspectos culturales y patrimoniales en las estrategias de adaptación y mitigación del cambio climático.
En el vertiginoso mundo de la inteligencia artificial promueve “un enfoque centrado en el ser humano y basado en los derechos humanos dentro de un entorno digital que respete los derechos culturales”, lo que no obsta para que sean favorables a usar la IA “para apoyar la salvaguarda y diseminación del patrimonio cultural y ampliar el acceso a la cultura”. “Hemos reconocido –señaló Urtasun– la urgencia de proteger los derechos de creación y de garantizar una justa redistribución del valor generado por la IA porque el futuro digital no puede construirse sobre la explotación del talento, sino sobre el reconocimiento y la dignidad”.
Para el ministro de Cultura, la cumbre –que regresará en 2029 en Arabia Saudí– “ha sido mucho más que un foro de diálogo, ha sido una afirmación colectiva de principios”. En ese sentido, aseguró que han reafirmado “el papel esencial de la cultura como motor para afrontar los grandes desafíos, desde la emergencia climática a las crisis humanitarias o los nuevos conflictos globales: sin cultura no hay conciencia colectiva capaz de impulsar el cambio ni de construir una auténtica cultura de la paz”. La conferencia, resaltó, “ha mandado un mensaje claro de defensa del multilateralismo frente a los ataques al derecho internacional y ha sido un espacio desde el que reivindicar un mundo con normas donde los derechos humanos y la cultura sean respetados”.
Y aseguró que “lo que aquí hemos acordado no se queda en Barcelona, esta cumbre no es un punto de final sino de partida, las conclusiones de Mondiacult 2025 resonarán en las próximas grandes citas internacionales como la COP30 pronto en Belén”, en Brasil. Porque, concluyó, “no habrá transición ecológica justa ni paz duradera ni agenda de desarrollo de las Naciones Unidas sin una dimensión cultural que la sostenga”.

