Jardinería y burocracia

El pasado mes de junio la asociación Jardins i Jardiners me invitó a participar en una jornada para hablar de cactus y cultura. En el almuerzo salió el tema de las podas que, si me leen de vez en cuando, ya saben que es una de mis obsesiones. Montse Rivero, de la sección de Jardineria i Paisatgisme de la Associació Catalana d’Estudis Agraris, y Carme Farré, que es una paisajista formada en la École Nationale Supérieure du Paysage de Versailles y en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de la UPC –poca broma– estaban tan escandalizadas como yo.

Me contaron que cuando, históricamente, se formaron las brigadas municipales que se encargan de los árboles de calles y jardines, entraron en ellas antiguos trabajadores del campo. Estos campesinos reconvertidos en funcionarios podaban los árboles urbanos como si fueran árboles frutales, es decir, con la idea que proporcionaran más peras, manzanas o ciruelas. Pero de los árboles urbanos no esperamos fruta: queremos sombra. Yo les conté que en 1909 Santiago Rusiñol se quejaba ya de las podas abusivas en el Glossari de L’Esquella de la Torratxa y que años atrás publiqué un artículo sobre el tema en esta sección. El problema no es nuevo y va más allá de una forma de podar equivocada: parece que los árboles molestan.

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Trabajadores de Parcs i Jardins en la poda de árboles junto a la entrada del Parlament, dentro del Parc de la Ciutadella 

Mané Espinosa / Propias

Estos días he estado releyendo un cuento de Joris-Karl Huysmans que me entusiasma: La retraite de Monsieur Bougran (1888). Es la historia de un prejubilado a la fuerza. Toda la vida trabajando en la oficina está desesperado porque, retirado de la circulación, no sabe a qué dedicar su vida. Se deja caer por los jardines de Luxemburgo, y queda horrorizado ante los árboles frutales. Ya no tienen forma de árboles: con las ramas retorcidas desde el nacimiento, obligados a trepar por cables, con troncos desarticulados, que parecen de goma, simulando pirámides, abanicos, tiestos o pelucas de payaso. El jardín le parece una cámara de tortura, con camisas de fuerza y corsés ortopédicos.

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Frente a las hortensias tiene una visión reveladora. Como en el jardín de Luxemburgo, en las oficinas, los burócratas se esfuerzan en complicar las cosas sencillas. Cogen un texto de derecho administrativo, con un significado claro y preciso, y con la ayuda de oscuras circulares y de una jurisprudencia del año del catapún, lo convierten en un enredo, con frases equívocas que logran que los decretos digan lo contrario de lo que dicen.

¿Qué es un árbol hoy en día? Un problema. ¿Y qué hacemos con él? Lo recortamos, lo mutilamos

Qué texto formidable. Huysmans habla del jardín francés en el que los jardineros recortan las plantas para darles forma de cilindro, de bola o de cono. No sé si se puede establecer una analogía similar con las podas actuales. ¿Qué es un árbol hoy en día? Un problema. ¿Y qué hacemos con él? Lo esquilamos, lo recortamos, lo mutilamos hasta que queda como un candelabro canijo o una piruleta. ¿Qué es un problema? Un árbol. Ay mi madre.

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