En la antigua fábrica Enmasa Mercedes-Benz, en Sant Andreu, el metal volvió a rugir una noche húmeda de sábado. Los golpes de percusión hacían vibrar el suelo y los sintetizadores oscuros envolvían a la multitud en un trance mecánico. Tras 18 años, la histórica nave volvió a sonar. Esta vez, bajo el dominio del deep house hipnótico del dj y productor bosnio-alemán Solomun, uno de los nombres más influyentes de la música electrónica. Rebautizada como laMercedes, la fábrica se suma al circuito que el género musical traza en la ciudad condal.

Una imagen del público
Lo que nació en raves improvisadas y fiestas clandestinas ahora es un fenómeno que mueve multitudes. Festivales como Primavera Sound suman cada vez más dj’s a sus carteles, mientras que figuras del pop y la música urbana, desde Bad Bunny o Rosalía hasta J Balvin y Charli XCX, incorporan sus códigos sonoros. “La escena electrónica, tanto en España como a nivel global, ha pasado en las últimas tres décadas de ser algo alternativo, ajeno a los grandes focos y casi contracultural, a convertirse en uno de los fenómenos culturales más consumidos”, explica Enric Palau, codirector y cofundador del festival Sónar. De aquellas primeras ediciones en el Poble Espanyol, el evento creció hasta convertirse en el gigante cultural que hoy atrae a más de 160.000 personas a la Fira Gran Via. “Desde 1994 hemos trabajado para ser un laboratorio de proyectos y corrientes creativas incipientes. Era lo que nos gustaba y aquello en lo que creíamos cuando empezábamos y así sigue siendo hoy en día”. La irrupción del festival y la apertura de clubes desencadenaron en la ciudad un movimiento cultural.
En un rincón del Raval, en la calle Arc del Teatre, la vida fluye entre bares, cafeterías y el bullicio urbano, pero todo se desvanece al cruzar la puerta del Moog. Este pequeño y oscuro espacio, que en sus orígenes fue un tablao flamenco, se transformó en 1996 en uno de los primeros clubes de la ciudad en apostar por una programación diaria de tecno . “Ahí fue donde escuché y bailé por primera vez al gran Óscar Mulero”, recordó en una entrevista Dj Zero –uno de los más respetados del país–, quien también conserva entre sus “mejores recuerdos” un set de Ángel Molina que le mantuvo cinco horas cautivo en la pista. Mientras tanto, en la zona alta de Barcelona, otra historia se escribía en 1994: entre calles tranquilas y arboladas, unas escaleras conducían a un sótano con una pista giratoria metálica y una decoración setentera. Esa sala, llamada Nitsa, se convirtió en refugio de jóvenes en busca de nuevas experiencias musicales y, ya reubicada en la sala Apolo, es hoy un referente con más de 500 actuaciones al año.
Las ‘coffee raves’ conquistan la ciudad
En las coffee raves, el café sustituye al alcohol y la resaca da paso a la energía. Estas fiestas rompen las reglas del ocio nocturno: empiezan al amanecer, ofrecen música electrónica y, en lugar de copas, sirven café de especialidad y zumos naturales. Un concepto que nació hace poco más de una década en Londres y que, tras conquistar ciudades como Dubái, ha encontrado en Barcelona un escenario ideal.
En la capital catalana, colectivos como Barcelona Coffee Rave y Espresso Beats BCN han tomado la iniciativa. “La gente ya no quiere noches vacías, resacas ni relaciones sin sentido. Notamos un cambio en la forma de vivir el ocio y quisimos ofrecer una alternativa para ellos y para nosotros mismos, además de apoyar a marcas locales”, explica Matthew Campoli, cofundador de The Coffee Party. Una muestra de este fenómeno se vivió en el último Primavera Sound, cuando por primera vez en su historia el festival incluyó un espacio donde solo se pinchó música en vinilo y se trató de un puesto dedicado al café de especialidad.
Son principalmente millennials y generación Z quienes llenan estas coffee raves. Estudios recientes señalan una tendencia creciente en estos grupos hacia el consumo de bebidas sin alcohol.
“La escena de clubbing en Barcelona fue una verdadera explosión, y situó a la ciudad como uno de los focos internacionales de la misma”, explica Lluís Costa, dj y exjefe de prensa de los clubes Razzmatazz durante 15 años. “Barcelona viene siendo un referente internacional desde los años noventa y nunca ha dejado de serlo, de hecho, es uno de los principales destinos del turismo de clubbing , en mi opinión muy por delante de Ibiza, donde se ha instalado una escena comercial y más pendiente del lucro financiero que del impulso cultural y creativo”.

Mapa de la electrónica barcelonesa
Moog y Nitsa, pilares históricos del tecno en Barcelona, mantienen viva su escena desde los 90
Si Ibiza es reconocida mundialmente como la isla de las macrofiestas, Barcelona ha sabido construir un modelo más diverso. “No tiene nada que envidiarle a Ibiza. De hecho, tiene más variedad de programación y sonidos”, apunta Francisco Domingo, dj y cofundador del sello Sungate Records. “No hay más que echar un ojo en Resident Advisor: cualquier fin de semana aparecen listadas más de cien fiestas de todo tipo de estilos y formatos”.
Entre estos eventos, destacan propuestas como la del Mutek. “Más que un festival de música electrónica, nos definimos como un festival de creatividad digital”, explica Alberto Nerone, director general y artístico. “Siempre nos interesó romper con el estigma que a veces rodea a la electrónica, que para muchos es solo fiesta o ruido vecinal. Queríamos sacar la música electrónica de las discotecas, desmitificar la idea de que solo pertenece a raves o salas oscuras, y mostrar que también es cultura”. En la misma línea, Félix Beltrán, creador del festival Mostra, llevó la electrónica experimental hasta el castillo de Montjuïc: “Esos espacios estaban fuera del alcance para proyectos de este género. Sabemos que el tipo de música que programamos sigue siendo un nicho, pero creemos que es de calidad y necesaria para una ciudad como Barcelona”.
En este pulso creativo, Barcelona ha sabido combinar memoria y novedad, integrando clubes históricos con nuevas propuestas que alimentan la diversidad de su escena. Entre estos espacios, destacan iniciativas como Jackie’s, fundado por Guillem Marimon: “Somos un sello discográfico de house nacido en Barcelona; no es un género tan masivo como el tecno o el melódico, pero lo que hacemos aquí es único”, explica. Su próximo evento, el 19 de octubre en el Parc del Fòrum, reunirá a artistas como Laurent Garnier, que hará un set especial de house y disco.
El Parc del Fòrum también acoge el Brunch Electronik, nacido en 2014 como un festival diurno abierto a todos los públicos. “Queríamos crear un espacio inclusivo donde la electrónica conviviera con un ambiente familiar y seguro”, señala François Jozic, CEO y cofundador. Lo que comenzó como una propuesta alternativa se ha convertido en un fenómeno internacional, con ediciones en Madrid, Lisboa, París o Ibiza. Su próxima cita será el 1 de noviembre a las 15 horas, con una veintena de artistas sobre el escenario.
Festivales como Mutek y Mostra han llevado la electrónica más allá de las discotecas
Además, la ciudad alberga clubes y espacios que se han convertido en auténticos templos del sonido. The Club M7, en el Eixample, apuesta por tecno y house contemporáneo; The Garage, en Poblenou, se centra en minimal y tech house underground ; y Pacha, junto a la Barceloneta, mezcla house y EDM con un aire festivo. Otros espacios como Slow, Laut, Bikini, Freedonia, Red Club, Switch, Rouge o Sala Taro mantienen viva la diversidad, apostando por estilos como nu-disco , tecno progresivo o drum & bass .