Ultraligera: “El rock debe recordarnos que un día fuimos niños”

Entrevista

La banda madrileña se estrena con 'Pelo de foca' y cinco sold outs en la sala La Riviera de Madrid

Ultraligera, en una imagen promocional

Ultraligera, en una imagen promocional

LV

Son tantas las veces que el rock ha muerto que hablar de ello es como revisitar El día de la marmota, ver de nuevo a Bill Murray lanzándose contra un camión que podríamos llamar reguetón, para despertar una vez más con el despertador a las seis de la mañana. Pasan los años y continúan apareciendo bandas de rock como Ultraligera, amigos de instituto que se ponen a grabar por su cuenta y tocan donde pueden hasta que un día suena la campana, y el sueño se hace realidad. Así lo certifican los cinco sold outs consecutivos en los conciertos que celebrarán entre esta semana y la próxima en la mítica sala La Riviera de Madrid.

“Una banda es sobre todo un grupo de chavales que se define ante el mundo” recuerda Javier Gismero, Gisme, frontman de la última banda de guitarras que ha sacado la cabeza en el fértil campo madrileño, cuna en los últimos años de Carolina Durante, Shego, Biznaga o Alcalá Norte. Ultraligera se añade a la nómina con Pelo de foca, rock de tintes post punk en su primer álbum, con el que defienden el concierto en directo como el lugar donde encontrar la magia que exhalaban los rituales y festividades tradicionales. “Echamos en falta una forma de catarsis en nuestra generación que no sea la de salir de fiesta”, afirma Gisme, que utiliza el plural en esta entrevista telefónica como representante de la joven banda, formada además por Coque Fernández, Santi Urruela, Martín Aparicio y Kash.

¿Por qué habláis del pelo de foca?

Buscábamos una idea que llevara a una textura, algo irracional para que no hubiera ideas preconcebidas a la hora de acercarse al disco. El pelo de foca se relaciona con lo crudo, el frío, algo grisáceo y escaso en lo que no te paras a pensar. Por otro lado es el nombre de la canción más cañera y la que ha definido la dinámica del directo. Esa potencia, la energía del rock de la que bebemos con cambios de mayor a menor y tensiones a nivel de sonido ha marcado el rumbo de nuestro sonido en directo, y también de los siguientes discos.

“Se ha generado una industria sin más interés que entretener”

¿Cuál es la idea que sobresale en el disco?

Existe una forma de carnaval en el mundo rural donde se pueden subvertir los roles, jugar con la realidad para que desaparezca y vuelva a aparecer de otra manera, un ritual mágico que se ha ido perdiendo y que nosotros reivindicamos que el concierto ha de tener esa fuerza. La industria ha creado falsas catarsis que no generan un conflicto interno, labor principal del arte. Divertir y entretener está muy bien, pero al eliminar el carácter, el penar y todo lo más crudo o que aluda a una realidad conflictiva, se ha generado una industria sin más interés que el de entretener.

La portada del álbum es un reflejo de esos ritos antiguos

La carátula es de una de esas celebraciones -sobre todo del norte de España- en las que todavía se celebra el paso de las estaciones con ritos paganos y disfraces, donde el hombre se convierte en bestia, el esclavo se convierte en rey y se hacen hogueras para quemar el pasado. Para nosotros el directo tiene que ser eso: un carnaval que en hora y media pueda trastocar las conciencias y cambiar la energía en la gente.

¿Este carnaval tiene que ver con la música rock, o este género es algo accidental?

Se puede hacer con casi cualquier estilo o propuesta artística, sencillamente es estar concentrado en lo que haces y añadir una tensión distinta. A veces se consigue con sustancias, no somos puritanos, pero en otras basta con la música, la energía del directo que da tener gente delante y hacer lo que te gusta.

¿Cómo os conocisteis?

El guitarrista Coque y yo nos conocemos de los 17 años, íbamos a escuelas municipales de guitarra en el instituto, en esa época de la adolescencia en la que estás buscando tu camino. Sabíamos que era la música, pero no cómo materializar eso. Empezamos a tocar juntos, a maquetar canciones y demos mal grabadas, y nos dimos cuenta de que el feeling era bueno. Lo que hacíamos tenía más intención que calidad, pero lo pasábamos bien, tocábamos en Casas Okupas cuando nos dejaban media horilla entre bolos de punk. Nuestra música era más suave pero la actitud bien dura, y la gente le fue echando el ojo.

“La gente quiere ver directos, le molestan las cosas pinchadas”

¿Qué significa ser una banda de rock?

El rock debe recordarnos que en su día fuimos niños a los que les gustaban las cosas explosivas y llamativas, la diversión, los saltos y el ruido, hasta que pasamos por un proceso de educación en el que nos impidieron divertirnos. Todas las bandas a las que admiramos hacían cosas prohibidas en la escuela, y eso es lo que queremos, ser gente adulta que reconecta con ese niño gamberro y se dedica a correr por el escenario, a trepar por el stage o a cualquier acto vacilón y subversivo, porque llega a ser sanador. Nos cortaron las alas en un momento muy importante de nuestro crecimiento y ahora la diversión parece algo de gamberros o criminales cuando realmente tenemos derecho al placer, a pasarlo bien haciendo ruido.

Hubo una época en que parecía que el rock estaba condenado a morir porque nadie parecía escucharlo

Esa mirada agónica sobre cualquiera de las artes ha estado presente desde los comienzos de cada una de ellas. Hablaban de que el cine iba morir cuando estaba comenzando, también decían que el blues, el jazz y todas estas músicas eran una cosa pasajera. Al final podrán ser más o menos, pero hay espacio de todo. Además, que una música se escuche minoritariamente hace que las propuestas estén más cuidadas y haya menos producto en masa.

¿Es lo que sucede con el rock?

El rock se ha ido transformando, el gran salto fueron los Strokes en los 2.000, cambiaron el lenguaje y pasaron a hacer algo más alternativo y moderno, con otra sensibilidad que se adaptaba más a nuestro tiempo. Pero luego vas a cualquier festival internacional y ves un montón de propuestas que por desgracia no llegan a España. Se ha creado un circuito muy relacionado con lo capitalista, las marcas, donde todos tenemos miedo de salirnos del texto y que tu single no vaya bien.

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¿El hecho de haber entrado en Warner no es un primer paso hacia este circuito homogéneo?

Con Warner solo hemos firmado una distribución para externalizar algo que suponía un peso para la banda. Pero no somos artistas Warner, tendrían que darse un montón de situaciones extrañas para que formáramos parte de una discográfica como artistas. Y sobre todo, jamás firmaríamos un contrato que limitara nuestra capacidad de decidir. No hemos venido aquí por dinero, ni fama ni otras tonterías, sino porque nos gusta tocar. Que alguien nos tuviera que decir cómo vestir o cómo promocionar nuestro tema nos parecería de risa.

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Las discográficas no apuestan por nada, solo miran dónde está el dinero, los streamings de la música de reggaeton. Es un dinero que podrá entrar más o menos, pero lo que sigue llamando son los directos de rock y que haya un circuito, porque la gente quiere comprar entradas y ver directos, le molestan las cosas pinchadas.

Este año váis a muchos festivales, y también llenaréis salas como la Riviera de Madrid

Estamos chapados a la antigua, nos gusta llenar un recinto por nosotros mismos y controlar los detalles, que la gente se sienta cuidada, la entrada sea lógica y los horarios estén bien. Es más bonito cuando el público que va a verte es plenamente tuyo, sobre todo porque venimos de una gira de casi 80 conciertos en salas y recintos, íbamos aumentando y veíamos que todo se llenaba, que la gente respondía. El cariño ha sido tan inmenso que nos ha empujado a generar locura, agitarnos y prepararnos para que los shows sean importantes. Quizás ha sido el cambio más grande de este año, convertir de pronto lo que era nuestra pasión en un oficio, un oficio que amas pero que te requiere mucha atención.  

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