El premio Kossuth, el Man Booker, el premio Austríaco de Literatura Europeo... y, desde este jueves, el Nobel de Literatura. László Krasznahorkai (Gyula, 1954) añade a su palmarés el galardón literario más prestigioso del mundo, dotado con once millones de coronas suecas –un millón de euros al cambio, aproximadamente– “por su obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, según la Academia Sueca.
Pese a ser uno de los autores favoritos de las quinielas, el autor húngaro aseguró el año pasado por estas fechas a La Vanguardia, justo después de ganar el premio Formentor y recogerlo en Marrakech, que no esperaba hacerse nunca con este reconocimiento. “No es algo en lo que piense ya que, de todas formas, no dependería de mí. Aunque, bueno, que me lo den si lo creen conveniente”, respondió con una sonrisa y con su siempre mirada fija al interlocutor, pues le gusta que este sepa que tiene toda su atención. Como ha reconocido en más de una ocasión y demostrado a lo largo de sus trabajos, lo importante para él es el aquí y ahora. Y hoy con más motivo.
¿Ganar el Nobel? No es algo en lo que piense. Aunque, bueno, que me lo den si lo creen conveniente”
El anuncio ha sido este jueves a las 13 horas y, como ocurre desde hace años, el encargado de darlo ha sido Mats Malm, secretario permanente de la Academia Sueca. Entre la lista de favoritos se encontraban, además del premiado, el japonés Haruki Murakami, el australiano Gerald Murnane, la china Can Xue y el español Enrique Vila-Matas. Nominaciones eternas que se repiten año tras otro, como le venía pasando también a Krasznahorkai, quien, por fin, ha logrado pasar al bando de los laureados y convertirse en el segundo autor húngaro en ganar el Nobel de Literatura tras Imre Kertész, que lo hizo en 2002.
Hungría es precisamente una de las principales protagonistas de sus novelas. Aparece en la mayoría de ellas, desde la primera Sátántangó (1985) –traducida como Tango satánico –, un libro sobre la manipulación y el poder de las palabras que el cineasta Béla Tarr adaptó en una cinta de siete horas; hasta la más reciente El barón Wenckheim vuelve a casa (2024), en la que un hombre decide regresar a su Hungría natal tras años viviendo en Buenos Aires para reencontrarse con su amor de adolescencia.
Introducir a su país en sus tramas le permite reflexionar sobre sus gentes, sus costumbres y sus gobernantes, a los que no duda en poner en su sitio. Eso sí, normalmente en la ficción pues, como aseguró a este diario hace unos meses, “si tengo algo fuerte que decir sobre mi país, que lo tengo, lo haré desde la propia Hungría”, aunque poco habla desde su tierra, pues no es un lugar al que suela regresar. “No puedo. No lo aguanto. Hungría nunca ha estado en una situación tan desesperada, y mira que ha estado mal. Hay algo que me pesa, que los dirigentes digan a menudo que la historia húngara es célebre cuando no lo es en absoluto”. Y por ello, entre otras cosas, reside en Berlín.
Con todo, no dudó en calificar de “soberbio” al primer ministro Viktor Orbán durante el discurso del premio Formentor. El político, no obstante, ha aprovechado la condecoración para felicitarle y consagrarlo como “el orgullo de Hungría”. También lo han hecho el alcalde de Budapest Gergely Karácsony y el líder de la oposición Péter Magyar, que ha recordado que las obras de su compatriota “representan el mundo olvidado de las zonas rurales húngaras y de las personas oprimidas por el poder”.
El escritor húngaro László Krasznahorkai, en una visita a Madrid en 2019
Quien sabe si ahora, con el foco internacional puesto en él, el autor de Guerra y guerra se atreva a explayarse más sobre su país. Tendrá la oportunidad dentro de dos semanas de hacerlo en Barcelona, pues será uno de los participantes invitados a la edición de este año del festival literario Kosmopolis, que se celebrará en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) entre los días 22 y 26 de octubre, con un acto previsto para el 24 para conversar con el escritor Miquel de Palol sobre 'Narrar el apocalipsis'. El encuentro servirá también tanto para celebrar la aparición de su primera traducción al catalán de Tango satánico, a cargo de Edicions del Cràter –en castellano lo publica Acantilado – como para festejar el Nobel. “Era extraño que un escritor como él no estuviera traducido al catalán, así que decidimos dar el paso, pues todo el mundo merece conocer su prosa hipnótica”, confiesa por teléfono el editor Oriol Ràfols.
Por su parte, Sandra Ollo, su editora en castellano, aplaude que, a lo largo de los años, Krasznahorkai haya creado “una obra literaria singularísima, y tal vez por ello se la ha comparado a menudo con la de otros autores únicos en su especie, como Kafka–su héroe literario–, Gógol, Beckett o Bernhard”. Y advierte que, pese a que “la desolación, el apocalipsis y el absurdo” constituyen el telón de fondo de su mundo narrativo, “no están reñidos en su obra con la búsqueda de la belleza o el amor a la naturaleza como reflejo de la divinidad”.
Siguiendo la tradición, el Nobel de Literatura se anuncia siempre el primer o segundo jueves de octubre. Esta semana se ha concedido el de Medicina a los estadounidenses Mary Brunkow y Fred Ramsdell y al japonés Shimon Sakaguchi por haber descubierto un mecanismo fundamental de la inmunidad; el de Física a John Clarke, Michel Devoret y John Martinis por demostrar efectos cuánticos a escala macroscópica; y el de Química a Richard Robson, Susumu Kitagawa y Omar M. Yaghi por el desarrollo de un nuevo tipo de arquitectura molecular, las estructuras metalorgánicas. En los próximos días se darán a conocer los premiados de Paz (viernes 10) y Economía (lunes 13). Todos ellos recibirán el galardón en una ceremonia que se celebrará, como cada año, el 10 de diciembre en Estocolmo (Suecia), coincidiendo con la fecha en que murió Alfred Nobel.


