No fue Woody Allen: Diane Keaton se inventó a sí misma

Diane Keaton definió un nuevo estilo de mujer en los setenta. Al meditar sobre su figura, lo que ha representado en el cine, la primera tentación es pensar en ella como una creación de Woody Allen; como si Keaton, cual Eva de Adán, hubiera surgido de la costilla de Allen en forma de Annie Hall . Pero, un momento, me digo: Keaton ha sido, en realidad, por seguir en la Biblia, la Lilith de la historia sagrada del cine. Como actriz y mujer. Keaton se inventó a sí misma.

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La actriz Diane Keaton en 'Annie Hall' 

REDACCIÓN / Terceros

Una modelo de mujer y de actriz que siempre estuvo, sin necesidad de llamar la atención, en pie de igualdad con sus colegas. Con Allen, Pacino o Warren Beatty, con todos compartió vida y películas. En el momento en que Hollywood estaba cambiando, Keaton estaba ahí. A su manera. Siempre a su manera. Con su forma de actuar, tan natural, llena de titubeos. Con esa extraña capacidad de mostrarse fuerte y decidida sin dejar de ser indecisa y vulnerable. Como una mujer inteligente que era, caótica, e insegura. Lo nunca visto hasta su rutilante aparición: una mujer tanto en sus defectos como en sus virtudes. Una mujer con sus sombras propias.

Es tentador pensar que la verdadera naturaleza de Keaton influyó en el personaje que creó en la gran pantalla. Como Annie Hall , junto a Allen. Y en El padrino y sus secuelas. En títulos como Rojos , junto a Beatty, o en Buscando al Sr. Goodbar , de Richard Brooks, en la que Keaton encarnaba a una mujer que salía sola, y de noche, a buscar hombres por los bares. Eso solo lo podía hacer ella. Nunca fue una femme fatale ni un perfil decorativo. Su forma de vestir, su manera de moverse, la relación de igualdad que desprendía sin proponerse nada: todo contribuye a pensar en Diane Keaton como el necesario contrapunto –humano y moral– a tantas historias dominadas por los personajes masculinos. Y de hacerlo, además, de una manera absolutamente natural: la Lilith del nuevo Hollywood.

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La actriz Diane Keaton junto a Woody Allen en 'Annie Hall' 

REDACCIÓN / Terceros

Porque Keaton representa un tipo de libertad poco común. Empezando por la forma de vestir, tan peculiar e inimitable. Sus trajes masculinos, sombreros inesperados y chalecos imposibles trascendieron la gran pantalla para llegar a la calle. Uno diría que hizo política sin pretenderlo. Pero más allá de la moda y de marcar tendencia, ha representado la libertad femenina de no encajar. La libertad más extrema. Su excentricidad, acompañada de una manifiesta timidez y matizada por un sentido del humor evidente, autocrítico, han marcado su paso por la gran pantalla. Keaton, deja tras de sí una estela de dignidad y deseo en un Hollywood que tan cicatero ha sido con las mujeres de éxito. Frente al modelo de actriz glamurosa y controlada, impuso y mantuvo a lo largo de los años sus propios valores. La imperfección como algo encantador, la inteligencia como atractivo. Un poco, sí, personaje a partir de Annie Hall junto a Allen. Pero no fue Woody Allen: fue la propia Diane Keaton la que se inventó a sí misma.

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