Hamlet ★★★★✩
Autoría: William Shakespeare
Dramaturgia: Marius von Mayenburg
Dirección: Thomas Ostermeier
Intérpretes: Urs Jucker, Lars Eidinger, Magdalena Lermer, Konrad Singer, Robert Beyer, Damir Avdic
Lugar y fecha: Teatre Municipal de Girona, Temporada Alta (11/X/2025)
Volver a lo vivido siempre tiene sus peligros. El anuncio de revisitar en el Temporada Alta la dramaturgia de Hamlet de Thomas Ostermeier y Marius von Mayenburg activó la lejana visión –sustraída por el muro ciego del escenario elevado del Teatre Municipal de Girona– del oscuro lodazal que remueven, horadan y profanan los personajes de la tragedia de Shakespeare. Tierra podrida, sepulcro húmedo de un padre-rey asesinado, sobrevolada por una cortina-pantalla metálica y amueblada por mesa de banquetes (palestra para sepelios, bodas y espectáculos macabros).
Aunque nos tengamos que imaginar esta vez la espléndida metáfora escenográfica creada por Jan Pappelbaum, la aparición de Lars Eidinger (casi dos décadas conociendo a Hamlet) despierta la ilusión de una brutal elipse. Se presenta con el peso del tiempo aparentemente acumulado en el torso. El cuerpo de un intelectual alcoholizado de una novela de Yuri Andrujovich con la mente y el comportamiento de un adolescente salvaje de la oligarquía amoral. Como si los años hubieran pasado inclementes por el vástago gángster-pijo de la película Anora . Un ser violento, impulsivo, manipulador, paranoico, que exige espacio y atención absoluta.
El recuerdo impertinente apunta que en aquella primera vez en el Lliure del 2008 este desenfreno narcisista parecía marcado por una mayor oscuridad trágica
El recuerdo impertinente apunta que en aquella primera vez en el Lliure del 2008 este desenfreno narcisista parecía marcado por una mayor oscuridad trágica. En Girona parece que domina más el guiñol expresionista, el espectáculo de todas las capacidades interpretativas de Eidinger. Esa fascinación sigue intacta, ahora matizada quizá por una brecha más acusada entre él y sus compañeros de escena, en ocasiones asombrada comparsa de su expansivo talento. Solo cuando Urs Jucker inicia el monólogo de Claudio se rompe por unos minutos el monopolio actoral.
También resisten el paso del tiempo los hallazgos dramatúrgicos, aunque algunos entrevean una sombra nostálgica en las singularidades del regietheater. Además de despojar de cualquier majestad a la corte de Elsinor (atajo de energúmenos, en el mejor de los casos comparable a leyenda negra de los Gucci), es muy interesante la dimensión freudiana propiciada por la condensación de los personajes en pocos intérpretes, sobre todo la fusión en un mismo actor del fantasma del rey Hamlet y su hermano Claudio (asesinado y asesino), y en una misma actriz los roles de Gertrudis y Ofelia (madre y enamorada), que alcanza un triple salto mortal psicoanalítico cuando en la escena de la representación trampa el propio Hamlet asume el personaje de la reina.
Así, entre cortes radicales de parlamentos esperados y primeros planos dignos del Doctor Mabuse , la obra avanza frenética como el delirio de un protagonista perdido en sus acciones, tan mortales como estériles, hasta que alcanza el silencio de sus últimas palabras sin saber cómo ha llegado a su final.
