Raül Refree: “Me aburre lo que ya he hecho, aunque no es algo que me enorgullezca”

Libros

El productor de Rosalía, Rodrigo Cuevas o Kiko Veneno analiza su trabajo artístico en ‘Cuando todo encaja’

Raül Refree, autor del libro 'Cuando todo encaja. Apuntes sobre creatividad', fotografiado en la librería Finestres

Raül Refree, autor del libro 'Cuando todo encaja. Apuntes sobre creatividad', fotografiado en la librería Finestres

Llibert Teixido

Escudriñar en la mente de un productor musical es como buscar el caldero de oro al final del arco iris: una aventura irrenunciable, un cuento también -porque no hay caldero alguno- y sobre todo un camino quRe, en el caso de Raül Refree, te permite descubrir pistas sobre cómo trabaja este músico y compositor conocido por sus trabajos junto a Rosalía, Rodrigo Cuevas, Kiko Veneno, Guitarricadelafuente o Niño de Elche, con quien acaba de presentar el álbum Cru+es.

“Me considero melómano antes que músico, escuchando música es como más disfruto”, reconoce Raül Fernández, afable, sentado en una butaca de la librería Finestres, adonde ha acudido para hablar de Cuando todo encaja. Apuntes sobre creatividad (Debate), el ensayo donde ha intentado plasmar su inexistente método de trabajo. “Tengo una manera de aproximarme a la creación y el arte muy epidérmica, reactiva hacia lo que siento”, confiesa. De ahí que haya elegido una forma de aproximarse a su obra a partir de las experiencias personales, a la manera de un dietario, con relatos que van de su aprendizaje musical en la infancia a las colaboraciones con otros artistas y, sobre todo, a resaltar la figura del músico como artesano en detrimento de la estrella mediática.

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“En el fondo es una cuestión de humildad”, comenta al inicio de la entrevista para citar a continuación una frase de Lorca: “No vamos a llegar, pero vamos a ir”. Esta idea rezuma en un libro que le hizo sufrir pese a haber trabajado años atrás de periodista,  sobre todo en los primeros capítulos donde habla de temas como el error, el silencio o la fragilidad, que tenía meridianamente claros. “Pero llegó un momento en que encontré el mismo flow que cuando toco, era capaz de olvidarme de que estaba allí, y de repente comencé a avanzar”.

Su condición de melómano y de periodista –cursó estudios y trabajó durante un tiempo en radio- también forman parte de su trabajo como productor, pues le han aportado una visión más teórica de los discos que le llevan a interesarse por el artista. “Cuando me enfrento a un trabajo me pregunto quién es esta persona, qué querría ser en el futuro y qué disco necesita para llegar allí”, comenta, “me gusta ampliar la visión y pensar en una trayectoria”. Lo mismo piensa de su propia carrera, articulada en un extensísimo currículum entre títulos propios, colaboraciones como artista o productor, así como bandas sonoras. “Todos los discos que he hecho forman parte de un todo”, comenta, “de cada disco que he hecho he aprendido cosas y han salido cosas nuevas para los siguientes, lo visualizo como una línea continua”.

Refree comenzó su andadura musical en 1996 con la formación hardcore Corn Flakes, y emprendió vuelo en solitario en el 2002 con Quitamiedos. Fue en estos años cuando se comenzó a gestar su papel como productor, que se materializó con Mística doméstica, de Roger Mas, en el 2006. “No tengo un recuerdo claro”, apunta sobre sus inicios detrás de la mesa de mezclas, “supongo que lo típico de que tocas en un grupo y en el local de al lado hay otro grupo y comienzan a preguntar cosas”, trata de rememorar, “o producía las cosas de mis grupos, eso le llegaba a algún artista y me proponía que le produjera”, como sucedió con Roger Mas. “Al final, casi involuntariamente, llega el momento en que hay que tomar una decisión y tienes a todo el grupo mirándote y preguntándose: ¿Qué hacemos?”. Lejos de enorgullecerse por esta posición, reconoce que le produce cierta incomodidad, “más con los años, cuando coges nombre”.

Raül Refree supo convertir en virtud su incapacidad para repetir una partitura: “Nunca he tenido voluntad de reinterpretar, tan solo he hecho lo que se hacer

Raül Refree supo convertir en virtud su incapacidad para repetir una partitura: “Nunca he tenido voluntad de reinterpretar, tan solo he hecho lo que se hacer”

Llibert Teixido

Llegado a este punto, se encuentra con gente que quiere trabajar con él porque espera una magia “que no es real”, recuerda. “Al final hace falta tiempo y conocerse, hay discos que requieren de mucho tiempo y hoy en día no se es consciente de eso”. Este tiempo se materializó en el año y medio necesario para publicar Los ángeles de Rosalía o La cantera de Guitarricadelafuente, plazos muy lejanos a los pocos meses con los que trabaja la gran industria. “No soy un productor a quien vengan a buscar las discográficas para vender muchos discos, no soy resultadista”, apunta. “Pero creo que tengo la visión para hacer discos que dan al artista un poso de veracidad, de artista serio”, comenta, y pone como ejemplo su trabajo con Rosalía, “nos ha dado credibilidad y fuerza a los dos”, recuerda.

La necesidad de disponer de tiempo es una de las razones que ha empujado al productor a trabajar con artistas que comienzan. La otra, más prosaica, es que se aburre de lo que ya he hecho. “No es algo de lo que me enorgullezca”, apunta, y añade que siente cierto miedo de escuchar lo que ha hecho antes, “en mi cabeza pienso que está peor de lo que estoy haciendo ahora”. Durante años, Refree se sintió culpable por enfrentar la música de esta forma, la contraria a la que le impusieron de niño, en sus primeras clases de piano. “Era incapaz de estudiarme la partitura y reproducirla como querían”, recuerda de cuando tenía 8 o 9 años, “pero en cambio llegaba con una idea, y a partir de ella mi cabeza volaba”. 

El resultado eran broncas por su incapacidad para repetir, que todavía mantiene, y desprecio por una capacidad que le costó identificar para escuchar la música e interpretarla de otra manera. “En este sentido no sólo tengo facilidad, sino rapidez para encontrar cosas nuevas”, afirma no sin cierto orgullo. “Nunca he tenido voluntad de reinterpretar, tan solo he hecho lo que sé hacer, escuchar y tocar, ya sea con el flamenco, la música asturiana o lo que sea”.

Para explicar su trabajo, Refree se compara con los instrumentistas que quieren “un instrumento que se adapte a como tocan ellos”. Él, en cambio, es feliz “adaptándome a instrumentos extraños que me obliguen a tocar diferente”, un símil que traslada a su relación con los artistas, pues le gusta encontrar el punto “en que los dos podemos ser felices y reconocibles”. Su trabajo necesita del bienestar de la otra persona, porque lo contrario le afecta, de ahí que nunca se haya ofrecido para trabajar con nadie. “Pienso que debe ser el otro quien me venga a buscar, porque si no, se rompe la confianza necesaria para llegar a lugares en ocasiones extremos”.

Esta necesidad de una admiración mutua no siempre es agradable: “Si vives al margen de estas sensaciones vas tirando y no te enteras”, explica, y recuerda cómo muchas veces Rosalía se sorprendía al ver que Refree había detectado su estado de ánimo. “¿Cómo sabes que hoy estoy así?”, le preguntaba. Pero es que la relación con los otros artistas es una parte fundamental en el trabajo de productor. “A veces debemos transitar espacios que no son confortables”, recuerda, “pero creo que la música es un viaje conjunto y por eso estoy pendiente del otro, de que esté bien, de poder tensar la cuerda sin perder de vista que no estoy yo solo. Algunos productores pierden de vista la personalidad del artista”, advierte.

El éxito es el colofón deseado de todo artista, y no es casual que el libro se cierre con un capítulo que lleva este afán por título, y cuya escritura le ha hecho a Refree replantearse lo que significa: “Mi objetivo primero y mi idea de éxito era construir una carrera de la que pudiera sentirme orgulloso al mirar atrás, que de algún modo me sobreviviera”, explica. Sin embargo, al escribir sobre el funeral de Marc Lloret, excomponente de Mishima, se planteó que, al final, “lo que realmente importa es que la gente te ame, que hayas amado y hayas hecho bien las cosas”. 

Una idea que, como reconoce, resulta difícil de alcanzar, aunque no tanto para alguien que, a sus 48 años, todavía se toma la música como un juego. “Obviamente se sufre, pero afronto mi día a día de forma lúdica, de hecho ahora pienso en sentarme esta tarde al piano para continuar con una banda sonora en la que trabajo y lo visualizo como lo haría un niño con la PlayStation, para mí es un juego, y sé que funciona cuando me divierto”.

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