Ni siquiera el jet lag le quita la sonrisa a Sullivan Fortner, recién aterrizado a Barcelona, donde este martes actuará en el Conservatori del Liceu dentro del Festival de Jazz de Barcelona. El imaginativo pianista, conocido por no discriminar géneros musicales cuando se instala en la banqueta, llega de Nueva York donde acaba de recibir el premio Larry Bell, 300.000 euros, recién estrenado galardón para pianistas de jazz –y el mejor remunerado- que cubrirá sus proyectos durante los próximos cuatro años. “Estoy feliz y honrado, aunque nervioso por el trabajo que tengo por delante” reconoce Fortner en chándal y pantuflas, sentado en un sofá del hotel NH Sants.
El premio se añade a los dos Grammy que ya posee Fortner, nacido en Nueva Orleans pero afincado en la ciudad de los rascacielos, y que pese a todo se continúa considerando un novato. “Los Grammy han servido para dar a conocer mis proyectos como líder”, comenta, reconociendo el peso que han tenido en su carrera las colaboraciones con Roy Hargroove, Cécile McLorin Salvant o Melissa Aldana.
“Me gustaría pensar que mi piano ha ayudado a definir el sonido de estos músicos” afirma, aunque recuerda con humildad que en estos proyectos él es solo el pianista de bandas que serían “igual de buenas” sin él. De todas formas, reconoce que después de tocar 10 años con Cécile McLorin “estamos muy conectados en cuanto a cómo vemos la música y cómo la tocamos”, una conexión similar a la alcanzada con el trompetista Roy Hargroove, a cuyo lado se mantuvo durante siete años. De Cécile McLorin, ganadora de tres Grammy, destaca el gran interés que presta por la letra de los temas, “para ella es importante orquestar de una forma que haga brillar la letra” comenta, mientras que con Hargroove se limita al acompañamiento junto a la sección rítmica. “Es la misma sensibilidad” matiza, “pero con una capa adicional de letra”.
Fortner llega a Barcelona acompañado por Tyrone Allen al contrabajo y Kayvon Gordon a la batería, una formación, el trío, protagonista de varios de sus trabajos como líder. “Es una de mis formaciones favoritas, aunque la que más me gusta es el dúo con vocalista”. También le gusta participar en una big band, aunque en este caso reconoce entre risas que el motivo es que “no tengo que hacer nada, salvo sentarme y posar con elegancia”. Todo lo contrario que en el formato a tres, que considera el más complicado porque le obliga a conducir y orquestar a la vez.
Este fue el reto que afrontó de nuevo en su último trabajo, Southern nights, grabado en directo durante una semana en el mítico Village Vanguard, en el 2023, pero publicado este año. Nueve temas donde se acompaña de Peter Washington al bajo y Marcus Gilmore a la batería con un título que hace referencia al tema homónimo publicado por Allen Toussaint en 1975, y que abre el disco aunque no se trate de un homenaje al músico. “Es un tributo a aquella semana en el Vanguard”, apunta, en la que Southern nights fue el único tema que tocaron todas y cada una de las noches.
Con la presencia de standards clásicos, ritmos cubanos o hard-bop, el álbum recoge la policromía rítmica que acompaña a Fortner en su carrera, y que le ha llevado a tocar temas de Stevie Wonder o incluir sintetizadores en sus composiciones. “Intento ser genuino conmigo mismo”, comenta. “Si en el estudio tengo un montón de teclados sería vergonzoso no utilizarlos. Crecí tocando el órgano en la iglesia, y pequeños teclados Casio o Yamaha ¿Por qué no utilizarlos ahora? Es divertido”.
La misma perspectiva le lleva a tocar cualquier tema que le atraiga, “puedes encontrar jazz en cualquier estilo” porque jazz “es solo el nombre que le ponemos” y que proviene de una rica tradición. “Piensa en Charlie Parker o John Coltrane ¿por qué Miles Davis es músico de jazz y no lo es Stevie Wonder? Todos me han influido, todo es música de Estados Unidos, por eso los incluyo en mi sonido, al igual que la música clásica o la española. Hay cosas cubanas, y mis raíces de Nueva Orleans, le añado influencias del gospel, r&b, funk o hip hop. Así creo algo que espero identificar como Sullivan”.
El mismo formato de trío, y con los dos músicos que le acompañan en Barcelona, protagonizará el próximo proyecto de Fortner, que verá la luz en marzo del próximo año. Titulado Leave that in there, será una continuación del álbum Solo Game publicado en el 2023, y está previsto que de cara a finales de año cuente con una segunda grabación, esta vez en directo en el Village Vanguard, “con la misma banda pero diferentes temas”.
Fortner se puso ante el teclado por primera vez en el órgano de su iglesia en Nueva Orleans, acompañando a su familia. Esta conexión le formó como músico y ahora, con la ayuda del premio Bell, quiere recuperarla en un próximo disco donde su familia pondrá la voz. “El gospel es una tradición oral, como el jazz” apunta, “se aprende mucho al observar cómo la música afecta a las personas, en la iglesia en la que crecí no se trataba sólo de tocar y que la gente bailara”. También se vive de un modo diferente cuando se toca en una iglesia y se identifica la música con lo divino. “Puede que no les pase a otros, pero yo siento a Dios cuando la gente se echa a llorar en los conciertos, o cuando me cuentan de alguien que iba a suicidarse y cambió de opinión al escucharnos cantar”.
Cuando se trata de gospel, comenta, lo importante es acompañar las voces del coro, “es crucial seguir a quienes pueden cantar y a quienes no, eso me ayudó a afinar el oído, me dio unas bases que he utilizado para tocar jazz, ya sea en una banda o en solitario”. Y es que tocando en Nueva Orleans, ya fuera él solo o con el acompañamiento esporádico de una batería, “tuve que convertirme en toda la banda, debía ser cada instrumento solamente con el órgano, y eso se tradujo en mi manera de tocar el piano solo”.



