Hace años que oímos hablar de cómo el cómic se ha hecho mayor, que ya no se trata solo de un entretenimiento para chiquillos sino que se ha convertido en un vehículo artístico de expresión tan válido como la literatura, el audiovisual o la música. ¿Pero cómo empezó todo? No cada día se juntan en Barcelona tres de los principales autores del cómic independiente norteamericano y una de sus instigadoras, y todavía menos durante unos cuantos días seguidos.
Con la exposición Dibujar es pensar sobre el universo de Chris Ware aún en cartel –hasta el 9 de noviembre–, el festival Kosmopolis ha invitado, además del autor de Jimmy Corrigan y protagonista de la muestra, a Art Spiegelman –creador del celebérrimo Maus, que rompió las fronteras del cómic para dirigirlo hacia los adultos y los temas serios–, Charles Burns –con una obra sobre los demonios de la adolescencia como Agujero negro – y Françoise Mouly –que con su marido, Spiegelman, creó la revista Raw, donde nuevos creadores encontraron su lugar, y quien más tarde ha sido editora artística de la revista New Yorker desde donde ha encargado miles de portadas emblemáticas–.
Burns –se acaba de recopilar su trilogía de Laberintos (Reservoir Books)– recuerda como “Spiegelman era de los jóvenes de la primera ola de autores de cómic underground, la de Robert Crumb, que empezaron a hacer trabajos más personales que no tenían que ver con buscar el éxito comercial, aunque al principio se trataba sobre todo de romper tabúes”. Conocía bien la historia de este medio expresivo, y con Mouly buscaron artistas que dijeran cosas nuevas, y eso los llevó a crear su revista. Ware, más joven que ellos, se educó con la publicación hasta que pudo participar, invitado directamente por los fundadores.
La revista ‘Raw’, de Mouly y Spiegelman, aportó una nueva mirada que llegó a Burns y Ware
Burns fue a Nueva York para buscar editores y tras quedar admirado con el primer número: “Estuve en el momento justo en el lugar adecuado, y fue como encontrar a una familia de intereses similares, porque me gustaban los cómics underground, pero no especialmente de sexo, drogas y violencia”. Eso no significa que no los haya, sino que, en su caso, no las usa “de forma gratuita, sino cuando tienen un significado, como hacer sentir empatía”. En Agujero negro (La Cúpula), por ejemplo, trata la adolescencia “a partir de cómo me sentía yo, como si llevara un monstruo dentro, y cómo la parte interior de la gente se manifiesta físicamente”. Y para poder explicarlo le hacían falta una profundidad y una extensión que ha caracterizado buena parte del cómic desde el éxito de Art Spiegelman con Maus: fue el primer cómic que ganó un Pulitzer.
Jordi Costa moderó el miércoles en el CCCB a Chris Ware, Françoise Mouly, Art Spiegelman y Charles Burns
Mariscal y ‘El Víbora’ inspiraron a Art Spiegelman
Art Spiegelman recuerda que cuando pensaban en crear una nueva revista, que acabó siendo Raw, investigaron qué se hacía en Europa, y una de las primeras visitas con Françoise Mouly fue a Barcelona: “Encontramos gente muy interesante, como Mariscal o Martí y el grupo de El Víbora, y la ciudad nos gustó tanto que encontrábamos excusas para volver”. “Barcelona en los ochenta era muy psicodélica, Franco ya no estaba y se ponían al día con lo que en EE.UU. se estaba acabando, como la marihuana o las comunas, fue maravilloso sentir esta libertad”, rememora.
Hoy la ciudad también lo inspira: “El otro día fui a la librería Finestres y me pareció fantástica, hay muchas cosas que parecen tener raíces en el mundo de aquel cómic alternativo y es muy excitante, tengo dos maletas llenas de material. Quizá podríamos hacer un especial de Raw del siglo XXI, una idea que me ronda desde ayer, aunque quizá no pase nunca”. Al mismo tiempo, Chris Ware asegura que en Barcelona “está pasando algo, es muy inspiradora”, mientras que Burns visitó la librería Fatbottom, donde encontró “una cantidad enorme de cómics fantásticos”.
Spiegelman, evidentemente, no reniega de su gran obra, pese a que “este ratón de más de 200 kilos me persigue a todas partes y no me deja en paz”, pero le gustaría que se hablara más de sus portadas del New Yorker “que hicieron que la revista cambiara”, o de sus otras obras. Pero Maus aún es actual –se acaba de publicar una recopilación de ensayos sobre el libro, Maus hoy (Reservoir Books)–, y por desgracia, como el propio autor insiste, “ahora en EE.UU. tienen una nueva idea de lo que es el fascismo. En España con Franco tuvieron un laboratorio, ahora es una personalidad diferente, pero tendencias parecidas”. Por suerte, dice el autor, “la libertad de expresión está en el ADN del cómic”, que mejora “cuando está hecho de materia personal, no solo de bromas y polémicas”.

