Acantilado publica en castellano el último libro del matemático londinense Marcus du Sautoy, La vuelta al mundo en ochenta juegos . Este experimentado divulgador en tele, artículos de prensa y ensayos amenos proyecta ahora su mirada hacia la historia de los juegos, en un recorrido paralelo al magno Un món de jocs , de Oriol Comas i Coma, ya traducido al castellano y al francés. En ambos casos, el Juego Real de Ur emerge como la referencia más antigua, y los clásicos del siglo XX (Scrabble, Monopoly, Catan), como las más modernas. Du Sautoy también se adentra en los juegos digitales del XXI, con historias tan fascinantes como la del Wordle, creado por amor en 2020 por Josh Wardle. También destaca una lista negra establecida por Buda hace veintiséis siglos. El primer uso de black list no aparece hasta 1610 en un texto de Thomas Middleton referido a una lista de personas mal vistas, pero Buda ya había hecho una de juegos.
Pictionary, un popular juego de mesa
Siddharta Gautama Buda consideraba que los juegos eran una distracción que obstaculizaba la tarea fundamental de alcanzar la iluminación. En su discurso Brahmajala Sutta , escrito en el siglo V a.C. (Du Satoy opta por la fórmula laica a. n. e., “antes de nuestra era”), Buda elabora una lista de los juegos que deben evitarse. Gracias a esta protolista negra tenemos una valiosa información sobre un puñado de los tipos de juegos que se practicaban hace veintiséis siglos, entre los cuales juegos de tablero de ocho a diez filas (precursores del ajedrez), juegos de saltar sobre líneas trazadas en el suelo (precursores de la rayuela), juegos de añadir o quitar piezas de una pila sin que se derrumbe (precursores del Jenga), cualquier juego con dados, juegos de adivinar qué son dibujos hechos con la mano manchada (precursores del Pictionary), cualquier juego con pelota, las volteretas, los juegos con arcos de juguete, juegos de adivinar palabras que los demás te escriben en la espalda, juegos de preguntas o juegos de imitación (como podría ser hoy jugar a adivinar títulos de películas).
Los censores a menudo ayudan a preservar todo aquello que querrían prohibir
La paradoja es que los censores a menudo ayudan a preservar aquello que querrían prohibir. Cuando me documentaba para escribir Verbàlia encontré otro ejemplo flagrante.
Podríamos decir que la mala prensa de los juegos de palabras proviene ya del primer medio escrito periódico, porque una de las primeras series de artículos que el padre del periodismo anglosajón, Joseph Addison, publicó en The Spectator , denigraba los juegos de palabras. Sus fobias de moralista verbal pueden seguirse al pie de la letra en los números 58-63 del considerado primer diario, correspondientes a la semana del 7 al 12 de mayo de 1711. Cada día contra un género distinto, en un interesante catálogo en negativo aún más detallado que el de Buda.

