“El día en que comprendí que el nombre que aparecía en los libros no era casual, sino que correspondía a la persona que había creado el libro, me dije que yo quería llegar a ser esa persona”. Beatrice Alemagna (Bolonia, Italia, 1973) tenía solo ocho años cuando descubrió su vocación y la dejó plasmada en una redacción de colegio como el trabajo de sus sueños. Hoy, no sólo lo ha hecho realidad, sino que es una de las autoras e ilustradoras de más renombre internacional en el campo de la literatura infantil contemporánea. Una ilustrautora, como a veces se ha definido ella que vive desde hace muchos años afincada en Francia. “Yo no digo que hago libros para niños, digo que soy escritora e ilustradora de libros. Porque en mi sueño, en mi imaginación, un buen libro es también un libro para adultos; un buen libro ilustrado, no es necesariamente solo un libro para niños”.
Alemagna visita estos días Madrid y Barcelona, en esta última ciudad en el marco de sendos encuentros literarios, donde la ilustrautora ha hecho gala de su creatividad. Autora comprometida y crítica con la sobreproducción y la sobreprotección de algunos mercados, con ella hemos hablado de niñas, de pupas, de revanchas y también de inteligencia artificial. Y, por supuesto, de su último libro publicado, Berta y yo (Combel), sobre la relación de una niña con la costra que le ha salido en una rodilla tras una caída. Apenas una pequeña muestra de su desbordante imaginación.
La creadora italiana durante su visita a Barcelona
¿Se siente totalmente libre a la hora de crear?
Cuando trabajo para los estadounidenses o los británicos, no. Sé que hay cosas que no podré mostrar, que tendré que contar de cierta manera. E incluso cosas muy triviales pueden convertirse en un problema: una gota de sangre en un cuchillo, un niño que va solo por la ciudad… Todas estas cosas aterrorizan a algunos editores anglosajones o estadounidenses, porque hacen pensar que el niño puede estar en peligro. Y en cuanto se evoca el tema del peligro en la literatura inglesa o estadounidense se cierran muchas puertas. Hay que tener mucho cuidado y contar siempre las cosas de forma tranquilizadora. Esta idea de tranquilizar no me hace sentir libre.
¿Y qué piensa al respecto?
Creo que un libro es el primer lugar donde se puede experimentar el miedo y hacerlo de forma totalmente segura. Por eso es importante contar también cosas peligrosas o que no sean necesariamente tranquilizadoras, precisamente porque el niño, al adoptar esta postura con respecto al personaje, podrá experimentar algo aterrador y crecer de alguna manera.
Detalle de 'Berta y yo' de Beatrice Alemagna
Ha escrito más de 40 libros pero también ha ilustrado a otros autores como Gianni Rodari. ¿Cree que Rodari podría escribir ahora de la misma manera?
Por supuesto que no, no podría escribir de la misma manera, porque su fuerza radicaba en que reinventó la literatura, por lo que realmente llevó adelante discursos que no se hacían: el poder a los niños, el vuelco de la realidad, lo absurdo de algunos pensamientos, la crítica a la política, al poder... Probablemente Gianni Rodari no existiría hoy en día o, en cualquier caso, no tendría la fuerza que tuvo en los años setenta, ochenta e incluso en los sesenta. Cuando lo leo, siento esa libertad infinita y esa diversión. También el deseo de entretener a los niños. Debo decir que con el tiempo, al hacerme mayor, he descubierto lo importante que puede ser la ligereza en un libro infantil. Al principio pensaba que la ligereza era un defecto en la literatura de muchos libros que exaltaban demasiado la diversión, solo las cosas divertidas. Hoy pienso que contar cosas divertidas que tienen valor, que tienen sentido, es quizás una de las mayores fortalezas de la literatura infantil.
Y, ¿qué piensa de la literatura infantil actual?
Creo que se está llegando a un punto muerto porque, lamentablemente, los editores tienden a promover la novedad y, por lo tanto, la sobreproducción. Así, un libro que ha costado tres años de trabajo queda obsoleto al cabo de seis meses porque hay demasiados títulos nuevos. Creo que es un problema muy grave para la creatividad de los autores, que probablemente dejarán de dar tanto por algo que dura muy poco. Y, por supuesto, sin hablar del tema ecológico o del drama económico, porque hay tantos libros que acaban en la trituradora, que no pueden existir. Esto me da mucho miedo y me enfada mucho.
Detalle de 'Los cinco desastres' de Beatrice Alemagna
Hablemos de usted, ¿a quién tiene en mente cuando crea?
Hay libros que escribo para hacer resonar y revivir a la niña que hay dentro de mí. Y hay otros libros que escribo porque son los niños los que me hacen resonar y revivir cosas que me conmueven, que aún me emocionan y me hacen volver a ser niña. Trato de pensar siempre en algo muy personal, y si una historia que estoy escribiendo se aleja demasiado de las sensaciones que me interesan, la dejo.
No escribe para niños, pero los niños están en el centro de su creación.
Sí, en mis álbumes ilustrados también hay libros que hablan de adultos. Pero es cierto que, en los últimos años, el personaje principal suele ser un niño o una niña. En la mayoría de los casos, ahora me interesan especialmente las niñas. Pero sí, hay niños que, espero, tengan —o me gustaría que tuvieran— el poder de hacer reflexionar a otros niños, de hacerles pensar en lo que significa crecer, y también de hacer que los adultos se sientan, por un momento, un poco pequeños otra vez: niños y adultos a la vez.
Detalle de 'Adiós Blancanieves' de Beatrice Alemagna
Cuando empezaste a crear, ¿eras madre?
No, empecé mucho antes, y de hecho escribí un libro titulado ¿Qué es un niño? antes de ser madre.
¿Qué cambió con la maternidad?
Comprendí que no quería seguir del mismo modo. Era como si hubiese atravesado una etapa, una fase en la que yo misma era la protagonista de mis libros cuando era niña. Sin embargo, al empezar a observar a mis hijas, sentí que podía encontrar otra manera de contar las cosas y dirigirme directamente al niño. Y ahí, en mi opinión, se produjo un punto de inflexión en mi trabajo, precisamente con mi maternidad.
¿Qué otros aspectos de tu vida han influido en tu trabajo?
Tuve un padre muy exigente, muy duro, que nos hacía participar en concursos de dibujo a mí y a mi hermana, mayor que yo. Y estos concursos tenían un premio, y yo siempre los perdía. Esa frustración, ese dolor interior, me llevó a pensar que tenía que vengarme de alguna manera.
¿Cuál fue su venganza?
Haber conseguido publicar mis libros a los 22 años y que me hayan traducido en 20 países. Ser buena en lo que hago. Haber tenido el valor de irme sola a Francia, publicar en un país extranjero hablando un idioma que no conocía y, aun así, haber conseguido que mi trabajo despertara interés. Así que sí, creo que eso es algo de lo que me siento orgullosa.
Detalle de 'Su alteza lodo' de Beatrice Alemagna
Y su padre, ¿qué opina?
Es una relación complicada, pero ahora está muy orgulloso de mí. Muy orgulloso, aunque siempre con esa mirada severa de padre; un padre que te corta un poco las alas, pero porque es su forma de ser, no por maldad. De hecho, quizá sea gracias a esa severidad suya que he conseguido llegar donde estoy hoy con mi trabajo.
¿Cómo fue nacer y criarse en Bolonia, un lugar tan importante para el libro infantil?
Muy importante por dos razones. La primera fue pensar desde que era muy pequeña, que alrededor del libro infantil también existía todo un mundo repleto de gente. Mis padres conseguían que entrara en la feria del libro y veía esos dibujos increíbles de la exposición y comprendía que existía toda una realidad en torno a los libros infantiles, aunque la feria era mucho más pequeña en los años setenta y ochenta de lo que es hoy en día. La segunda razón tiene que ver con ser boloñesa. Mis padres acogían en casa a personas vinculadas a la Feria del Libro de Bolonia. Ellos asistían a la feria, traían libros en todos los idiomas y, como muchas veces no les cabían en las maletas, los dejaban en casa. Así que nuestra casa se llenaba de pilas de libros polacos, rusos, chinos… libros que en aquella época eran imposibles de encontrar, porque no existía internet y tampoco llegaban a las librerías. Yo los hojeaba sin entender en absoluto de qué hablaban e inventando mis propias historias a partir de las imágenes. Creo que esa fue mi primera escuela para después hacer libros infantiles.
Un día se puso a pensar sobre qué era un niño y le salió un libro. ¿Cómo nació Berta y yo?
Nació de una manera particular porque surgió precisamente a raíz de un accidente que tuve, al caerme mientras jugaba al fútbol con mis hijas. Jugábamos al balón, me caí y me destrocé la rodilla, me la pelé. Me dolía, y en el momento de hacerme las curas, me vinieron a la mente todas aquellas caídas que sufrí cuando era pequeña, esa sensación de fragilidad y de rabia por no poder evitar hacerme daño. Yo era muy torpe, siempre me hacía daño… me caía de la bicicleta. Me vino a la mente esa sensación de rabia hacia mí misma y sentí una chispa. Cuando siento esa chispa, siento que detrás puede haber algo que contar. A veces siento la chispa, pero luego el libro no nace porque no hay nada profundo que salga a la luz. Pero con Berta fue así.
Fíjese que a mi me pareció una oda al juego, al caerse… Ahora los niños no juegan en la calle, están más sobreprotegidos.
Me gusta lo que dice porque, efectivamente, los niños son siempre niños que viven en un mundo un poco diferente al de hoy. Pero para mí, la de Berta es más bien una historia sobre la aceptación del crecimiento; la aceptación de algo de uno mismo que no se soporta, hasta llegar a amarlo y desear que esté con nosotros de alguna manera. Es abrir la puerta al propio desamor. En Berta y yo hay también pequeños temas que toco muy rápidamente: por ejemplo, la vejez, con esos abuelos que ya aceptan todo de la vida, que ya no tienen grandes emociones. Y luego está la relación de amistad que se puede crear con algo imaginario. En mi opinión, es una oda a la imaginación. Debo decir que en mi mente de niña, cuando escribo un libro, todo tiene una importancia primordial y creo que en mis libros se nota la importancia que cobran la pequeñas cosas, o las cosas aparentemente un poco inútiles.
El resumen de la autoraOcho títulos con sus frases
1Los cinco desastres: La aceptación absoluta de los propios defectos.
2Mini-Peli-Coso: El poder de la amistad.
3Lo más de lo más: Un momento divertido en un supermercado, descubrir qué es el consumismo para un niño.
4Gisela de cristal: Aceptar la propia fragilidad y la fuerza de la verdad.
5Su majestad lodo: El descenso hacia la propia ira, dentro de la propia ira.
6Cosas que vienen y van: El amor como salvación del mundo.
7Adiós Blancanieves: La belleza del horror.
8Berta y yo: El crecimiento y también la muerte.
¿Es usted perfeccionista?
Sí, soy muy perfeccionista. Aunque mis dibujos parezcan a veces inacabados o torcidos, soy perfeccionista hasta la obsesión, en el sentido de que soy capaz de rehacer un dibujo hasta 20 veces. No uso goma de borrar, así que rehago continuamente, vuelvo a empezar, una y otra vez, y descarto lo anterior. Es como si siempre estuviera haciendo un casting, como si fuera un director que busca la posición adecuada para expresar en un instante lo que quiero decir. Tengo una especie de manía por la precisión: no sé si después resulta ‘correcta’ para los demás, pero sí debe ser coherente con lo que quiero expresar. Si un niño está de pie mirando sus pies y se pregunta qué le pasa a una costra, ese niño debe transmitir por completo esa sensación. Incluso un solo cabello debe contar eso. Por eso soy maniática también con la posición de las manos, con las expresiones. Aunque pueda parecer que todo está mal dibujado, en realidad todo es muy, muy preciso
¿Qué va primero, la palabra o la ilustración? ¿O todo junto?
En mi cabeza, siempre empiezo una historia con un texto y éste me hace crear imágenes, las imágenes empiezan a surgir y luego las imágenes cambian el texto. Luego, poco a poco, las imágenes empiezan a aparecer… y terminan transformando el texto. Es como un vaivén, una especie de danza entre las palabras y las imágenes. Sin embargo, el punto de partida son siempre las palabras. Yo siempre digo que soy ilustradora, no dibujante, porque si me pides: ‘Dibújame un gato’, no sabría hacerlo. Pero si me dices: ‘El gato estaba en la ventana mirando la primavera’, entonces sí, puedo dibujar ese gato enseguida, porque la palabra me evoca la imagen. Y luego, muchas veces, esa imagen cambia de nuevo mis palabras.
Detalle de 'Buen viaje bebé' de Beatrice Alemagna
Utiliza diversos materiales y muy diversos como el collage, el graffito, los tejidos, los papeles. ¿Cómo decides qué usar y cuándo?
Me gusta mucho variar las técnicas, quizá porque soy autodidacta y es como aprender siempre algo nuevo. Cada técnica la decido con mucha lucidez en relación al texto, porque cada texto me evoca un tipo de imagen distinto y yo intento acercarme lo más posible a esa imagen que me sugiere. Si cuento la historia de una niña que recorre 1.000 tiendas, 1.000 lugares, que busca entre 1.000 cosas, probablemente mi técnica será muy detallada porque necesitaré contar este conjunto de muchas cosas. Por lo tanto, probablemente habrá collage, porque es el que me ayuda a crear esos mundos tan llenos y rebosantes de cosas. Si, por el contrario, quiero hacer una alusión al crecimiento o incluso un guiño a la infancia, lo más sencillo es usar una técnica muy simple, con la punta del lápiz, casi como si todo tuviera que desaparecer. Hago cada libro con un sentimiento diferente y siempre trato de encontrar lo que visualmente se acerque más a él.
¿Le preocupa la inteligencia artificial? ¿Siente algún tipo de curiosidad por ella?
Me asusta, pero también me intriga, aunque debo decir que la detesto un poco. En general, me asustan bastante las cosas demasiado futuristas, porque me parece que todo va un poco en la dirección de aplanar la imaginación. Incluso algo tan simple como escribir un currículum. Sé que hoy en día la mayoría de los jóvenes lo harán con inteligencia artificial, que no se pondrán a pensar en su trayectoria, en sus logros. Creo que es una herramienta muy peligrosa, aunque quizá también traiga cosas muy buenas. Dejo la puerta abierta a las sorpresas, pero me da mucho miedo.
