Por qué los humanos se hacen la guerra? ¿Por qué destruyen la Tierra, los animales y la vida? ¿Qué mundo queremos construir? ¿Qué brújula seguir? En definitiva, ¿cómo vivir? Son las preguntas que se hace la joven protagonista de Alicia en el país de las ideas (Paidós/Edicions 62), un recorrido en forma de novela por la historia de la Filosofía, por el pensamiento de sus grandes figuras, desde los diálogos de Sócrates al gabinete de Freud. Un recorrido en el que en lugar de la reina roja del país de las maravillas imaginado por Lewis Carroll, Alicia se encuentra con la hada objeción, que le permitirá ir cambiando de época y escuchar directamente a los pensadores occidentales, pero también a Buda o Confucio. “Son filósofos, no solo sabios, ese es un mito que nace en el siglo XIX”, aclara el autor del libro, el filósofo francés Roger-Pol Droit (París, 1949), conocido por libros de divulgación como La filosofía no da la felicidad .
No da la felicidad, pero es más necesaria que nunca, razona. “Para descifrar nuestro presente y construir un futuro vivible debemos volver a la gran cantidad de herramientas que tenemos heredadas del pasado. Como hoy vivimos en el presente, en un presentismo, parece que tengamos por delante un futuro indiscernible, aterrador. Y a la vez tenemos una suerte de indiferencia al pasado, como si hubiera sido absolutamente inútil, obsoleto, un museo sin interés, un cementerio. Por el contrario, para construir el futuro y entender el presente tenemos que retomar y transformar las herramientas del pasado. Michel Foucault y Gilles Deleuze hablaban de la caja de herramientas: de todo ese sistema del pasado lo más importante no es estudiarlo sino coger el destornillador, las pinzas, para comprender de otra manera nuestro presente”, explica el pensador en una entrevista realizada en el CCCB.
“Nietzsche es el pensador que más te remueve, de manera muy íntima, y a la vez es el amigo al que tienes que dejar”
Droit tiene como filósofos de cabecera a Sócrates –“lo que tiene de ejemplar es la ignorancia, lo único que dice es que no tiene doctrina, que sabe que no sabe nada, y muestra la vanidad de las pretensiones de los que se dan en llamar expertos, y ese es el gesto mismo de la filosofía a través de la historia y una experiencia que cada uno debería vivir”– y Nietzsche, porque “pone en cuestión los fundamentos mismos del pensamiento filosófico, la cuestión de la verdad, del bien y el mal, la propia moral, cuestionando el valor de los valores. Es el pensador que más te remueve, de manera muy íntima, y a la vez es el amigo al que tienes que dejar. Es infinitamente peligroso, pero comprendió primero que nadie el desastre del nihilismo”.
¿Vivimos en una época nihilista? “Sí, con otras formas. La indiferencia a todos los valores, a lo verdadero y lo falso, donde se sustituye la verdad por mi verdad, donde nos interesamos por lo que es divertido o da miedo, por lo que sientes, por las emociones, sin pensar si es cierto o falso. Otro síntoma del nihilismo es la ausencia de diálogo, de escucha, como si solo la opinión individual se convirtiera en la norma. Hoy lo que nos hace más falta es probablemente el sentido de lo colectivo. Ya no tenemos grandes relatos colectivos. Es el reino del individualismo, pero de un individualismo prácticamente sin aliento, agotado, que ya no tiene la idea que tenía la democracia liberal de un sistema de valores para proteger al individuo y sus libertades. Hacen falta reglas comunes. Y un poder que emane de estas normas comunes”, advierte.
En la búsqueda de la respuesta a cómo vivir, su Alicia acaba descubriendo una frase con la que se queda Droit y que no es de un filósofo, sino de la Biblia, del Deuteronomio : “Elegirás la vida”. “Significa –explica– que en toda situación, política, económica, social, personal, hay para elegir una puerta derecha y otra izquierda, o lo que Freud llama tánatos y eros, pulsión de muerte y de vida. Una solución del lado de la muerte, de la destrucción, la confrontación, la violencia, y otra del lado de la vida, de la solidaridad, la construcción, la posibilidad de futuro, de la continuidad de la existencia. Es una brújula muy sencilla y muy clara”.
¿Occidente está eligiendo la puerta de tánatos, la pulsión de muerte? “Sí, y espero que haya un punto de inflexión hacia otro lado. Hace unos años, con mi esposa escribimos un libro sobre la esperanza. Y ya sabíamos lo que está sucediendo hoy. La esperanza parece una cosa estúpida, pero nosotros recordamos al filósofo Ernst Bloch, que tras la Shoah, Hiroshima y el gulag en 1959 escribe El principio esperanza. No porque sea un estúpido, sino porque cree que la historia nunca termina, que lo propio de la historia humana es lo inacabado. Esperar es también actuar, porque si espero, deseo algo, y comienzo a reflexionar cómo lograrlo. La esperanza es acción y reflexión. Mientras no estemos en el infierno, podemos tener esperanza”, concluye.
