Catálogo de novedades ACME

La exposición Chris Ware. Dibuixar és pensar se termina este domingo y si no la han visto ya pueden acudir al CCCB a escape. Ware, nacido en 1967 en Estados Unidos, es conocido, sobretodo, por la historieta Jimmy Corrigan, the smartest kid on earth (2000), por sus libros que juegan con ilustración, texto, cómic e imagen manipulada, a partir de la idea del manual de instrucciones y los gráficos de arquitectura (la serie The ACME Novelty Library ), y por las cubiertas de The New Yorker , tan contundentes y populares. Jordi Costa, que ha sido el comisario, ha salpicado la exposición –que es visualmente muy atractiva, con reproducciones de páginas a toda pared y personajes por los suelos vinilados en superformato– con unos audiovisuales magníficos que explican como Ware compone la página y conduce al lector por donde quiere, de viñeta en viñeta, siguiendo una idea del espacio especialísima y no precisamente sencilla. Ware tiene un estilo denso, con muchos detallitos. Él es muy creativo y muy cuadriculado a la vez, formal y conceptualmente muy exigente: cada página es un mundo.

En uno de los vídeos aparece la escritora Zadie Smith, la autora de Dientes blancos , que descubrió a Ware en el 2001, cuando el dibujante empezaba a darse a conocer internacionalmente. Se prendó de su obra, le conoció en una visita a Londres y, a partir de ahí, ha sido su amiga y coleccionista. ¿Qué le atrajo de Chris Ware? Que era el primer autor de novela gráfica que aplicaba los recursos de la novela postmoderna: la mezcla de sueño y realidad, la idea que, como nuestra memoria, la narración salta en el tiempo. Recuerdas una historia de la semana pasada y, a continuación, otra de cuando tenías doce años para, a continuación, pasar a la época en la que acababas de cumplir los cuarenta. Es decir que, a diferencia de otros grandes autores de historieta, como Art Spiegelman, que son lineales, Ware es mueve con total libertad por el espacio y el tiempo.

Ware conduce al lector de viñeta en viñeta siguiendo una idea del espacio especialísima

¡Ay! El día que la visité, la sala estaba llena: el boca oreja funciona. A la gente parece que le gusta el estilo de Ware y sus tramas sofisticadas. Claro que, a diferencia de mucha ficción postmoderna, Ware es extremadamente cuidado y ordenado. Entrar de lleno en lo que hace exige tiempo, pero es un tiempo bien empleado. Nunca tienes la impresión –habitual en algunas lecturas posmodernistas– de que el autor marea la perdiz o riza el rizo (por no hablar de las actividades masturbatorias relacionadas con la escritura torrencial). Todo es significativo, conciso y profundo y –como en el caso del último David Lynch, que tampoco tiene nada de fácil– vale la pena. Pero siempre queda el runrún. Vale: Ware es finísimo, bien estructurado y expresivo. Otros artistas posmodernos son ordenados, sintéticos y escriben cosas de peso, pero topan con la pared del público. “Me pierdo” “No se entiende” “Qué complicado”. Quien viviera en una tierra libre, desvelada y feliz, francamente.

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