Si algo define el Monte Sierpe, que se extiende a lo largo de 1,5 kilómetros en el valle del Pisco, en los Andes del sur de Perú, es una alargada ‘serpiente’ formada por una hilera de hasta 5.200 grandes hoyos (de 1 a 2 metros de ancho y de hasta un metro de profundidad) alineados con precisión matemática.
El sitio llamó la atención del mundo por primera en 1933, cuando la revista National Geographic publicó un reportaje con fotografías aéreas de los agujeros hechas por Robert Shippee, que están organizados en secciones o bloques. Su propósito, aún así, ha seguido siendo desconocido hasta nuestros días.
El geoglifo más grande de Perú
Monte Sierpe está a solo siete kilómetros de Tambo Colorado, una sede administrativa inca que servía para controlar las regiones costeñas hasta Chincha y Lunahuaná. Y si en algo coinciden los arqueólogos es en que se trata del geoglifo más grande de Perú, con casi 1.600 metros de largo y un ancho que varía entre 8 y 17 metros.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Sidney han estudiado recientemente el lugar y, según explican en un artículo publicado en la revista Antiquity, el Monte Sierpe (también conocido como “Banda de Agujeros”) habría sido un mercado de trueque antes de convertirse en un centro de contabilidad incaico.
El sitio había sido difícil de estudiar sin contar con drones aéreos
“Las viejas hipótesis sobre el propósito del lugar abarcaban desde la defensa, el almacenamiento y la contabilidad hasta la recolección de agua, la captura de niebla y la jardinería”, explica el doctor Jacob Bongers, autor principal del estudio. “La función del sitio, sin embargo, todavía es un misterio”.
Su equipo ha realizado análisis de los sedimentos del icónico monumento sudamericano y ha obtenido nuevas fotografías aéreas con drones. El material obtenido respalda, según señalan los expertos, la interpretación de este misterioso accidente geográfico como parte de un sistema indígena de contabilidad e intercambio.
Las evidencias microbotánicas revelaron restos vegetales en los agujeros, incluyendo cultivos como maíz y plantas silvestres tradicionalmente utilizadas para la elaboración de cestas. “Estos datos respaldan la teoría de que, durante la época prehispánica, los grupos locales recubrían periódicamente los hoyos con materiales vegetales y depositaban mercancías en su interior, utilizando cestas y/o fardos tejidos para su transporte”, dice Bongers.
Lo más intrigante, sin embargo, son las imágenes aéreas, que indican patrones numéricos en la disposición de los agujeros. En combinación con la organización segmentada del monumento, el Monte Sierpe recuerda a los quipus: dispositivos de conteo incas hechos de cuerda anudada.
Los agujeros tienen entre uno y dos metros de año y pueden alcanzar hasta un metro de profundidad
Los arqueólogos consideran que esto es un indicador de que el sitio del sur de Perú constituyó un sistema monumental de contabilidad durante el periodo incaico, administrado por el estado para la recaudación de tributos de las comunidades locales.
Cabe destacar que el Monte Sierpe se encuentra estratégicamente ubicado entre dos centros administrativos incas y cerca de la intersección de una red de caminos prehispánicos. Se ubica en una zona ecológica de transición (chaupiyunga) entre las tierras altas y la llanura costera baja, un espacio donde grupos de ambas regiones se habrían encontrado e intercambiado bienes.
Monte Sierpe se encuentra estratégicamente ubicado en una zona ecológica de transición entre las tierras altas y la llanura costera baja
En conjunto con los hallazgos microbotánicos y aéreos, los investigadores creen que la ‘Banda de Agujeros’ fue construida y utilizada inicialmente por el Reino Chincha preincaico para el trueque y el intercambio regulados, y posteriormente se convirtió en un centro de contabilidad bajo el dominio incaico.
“Este es un importante caso de estudio andino sobre cómo las comunidades del pasado modificaron paisajes ancestrales para reunir a las personas y promover la interacción. Los hallazgos amplían nuestra comprensión de los mercados de trueque y los orígenes y la diversidad de las prácticas contables indígenas dentro y fuera de los antiguos Andes”, concluye Jacob Bongers.


