Dice Amaia Arrazola, en su libro Totoro y yo, que analizando la película Mi amigo Totoro, entendió la auténtica trama de esta obra maestra del cine de animación: el dolor de unas niñas por su madre enferma. Dice a continuación que la realidad a veces hace demasiado daño, y que en la película las niñas hacen lo que pueden por sobreponerse. Ese detonante permite a su creador, Hayao Miyazaki, crear un universo lleno de criaturas fantásticas, a medio camino entre los clásicos de Kenji Miyazawa y Lewis Carroll.
Busqué esta entrada de su libro dedicado al universo Miyazaki la tarde que supe de la muerte de Amaia. Me vino a la cabeza que cuando muchos autores empiezan a tener hijos, en lugar de encontrarnos, solemos enviarnos los respectivos libros dedicados. Totoro y yo, de hecho, se lo dedicó a mis dos hijas… “y para a Oriol un poco también”, escribió, socarrona. Muy de Amaia.
Pocas horas después, de madrugada y todavía en shock, me puse a dibujar, sin pensar mucho, una imagen de despedida que enseguida se mezcló entre los millares de mensajes en redes dedicados a ella. Dibujé “Totoro y ella”, encaramados al inmenso tilo, compartiendo espacio dentro de un Olimpo común, satisfechos del trabajo hecho.
El estado de shock colectivo por su partida todavía dura, la realidad hace a veces demasiado daño, ciertamente. Por eso Amaia también dibujaba, creando y compartiendo de forma generosa, en sus libros y en las paredes de nuestra ciudad, un universo único que invita a seguir viviendo. Como el de Miyazaki, el arte de Amaia Arrazola también invita a sobreponernos y a disfrutar sin concesiones. Ella veló para que así fuera, y lo seguirá haciendo desde su universo.
Homenaje de Oriol Malet a Amaia Arrazola


