En una dramaturgia normal, cuando se recupera una obra clásica se suele reescribir y reinterpretar. Pero la historia de la dramaturgia catalana es la que es, con interrupciones, con muchos periodos de prohibiciones, de modo que al gran público no han llegado con normalidad las grandes obras de su propio teatro. Así pues, antes de reformularlas, hay que conocerlas tal como eran.
Esta es una de las razones por la que Xavier Albertí recupera en el TNC una de las piezas más populares de Josep Maria de Sagarra, La corona d’espines, “sin tocar ni una coma” y con vestidos de época. Lo hace dirigiendo a primeras figuras: Àngels Gonyalons, Abel Folk, Oriol Genís, Rosa Vila y Manel Barceló, que son los veteranos de un reparto que se completa con Jan D. Casablancas, Júlia Roch, Pau Oliver, Laia Valls, Roger Vilà y Jordi Domènech, que interpreta en el clavicémbalo los intervalos compuestos por el propio Albertí.
“Es una obra sobre la violencia sobre el cuerpo de las mujeres, la paternidad y la redención”
La acción transcurre en Solsona en 1783, en los tiempos de la Revolución Francesa, cuando la sociedad se percata de un mundo que se acaba, “cuando las personas dejan de ser súbditos para pasar a ser ciudadanos”, manifiesta Albertí. “Era una época parecida a la de cuando Sagarra la estrenó en Barcelona en 1930, cuando estaba a punto de proclamarse la República, o como ahora, que vivimos en una sociedad convulsa”.
El director afirma que La corona d’espines “va de una redención por tener una sociedad mejor”, pero que la frase que mejor la resume no es de Sagarra, sino de Jean Genet, que en El balcón la dice Madame Irma: “ En todas las revoluciones hay una prostituta que canta un himno y entonces se convierte en virgen”. Porque la protagonista, Marta, la criada, la mujer oprimida, oculta secretos que se descubrirán en las dos horas de función, en la que el Senyor de Bellpuig ya no es rico y se ve obligado a casar a la pubilla con un joven sin padres. Es una obra “sobre la violencia sobre el cuerpo de las mujeres, la paternidad y la posibilidad de redención”.
Gonyalons, que actúa por segunda vez en el TNC, se muestra orgullosa de participar en esta gran obra del patrimonio teatral catalán, pero advierte: “Caemos en un error cuando decimos que es un texto muy vigente, porque llevamos muchos años luchando y esos textos no han dejado de tener vigencia. Marta vive en el dominio absoluto del heteropatriarcado, y en la obra hay un feminismo en el buen sentido, está la redención, y la necesidad de la humanidad de tener una fe, una fe que puede ser la cultura”. Y Júlia Roch, la pubilla, añade: “El personaje de Mariagneta me ayuda a conectar con ese dolor, con esa herida que las mujeres heredamos de generación en generación”.
La obra está escrita en verso, como la mayoría de las 50 que escribió Sagarra. “Escribía en verso porque se sentía sobre todo poeta”, recuerda Albertí, que cuenta con la escenografía de Max Glaenzel hecha a partir de cuadros de Claudio de Lorena que hay al Museo del Prado. “Trabajar con el verso de Sagarra es tener una partitura maravillosa, que se consigue cuando nos quitamos de encima el sonsonete”. I Oriol Genís concluye: “La obra pasa aquí, en Solsona. No pasa en un lugar lejano, y eso es importante. Y en aquella época los catalanes también llevaban peluca”.


