Mitología de Max Verstappen

El Gran Premio de Brasil del pasado domingo en Sao Paulo fue una carrera histórica. Si les gusta la Fórmula 1 ya saben como fue la cosa. Max Verstappen introdujo unos cambios en el coche y cerró una calificación pésima. Para intentar solucionarlo, cambió el motor y la configuración del Red Bull y salió el último desde el pit lane. Tras los accidentes de las primeras vueltas, pinchó un neumático y tuvo que detenerse antes de tiempo. Pero aún así, gracias a una buena estrategia y, sobre todo, a una constancia, una velocidad y un control de la situación formidables acabó tercero, pegado a la cola del segundo clasificado, Kimi Antonelli, con el Mercedes. 

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Max Verstappen celebra en el podio su tercer puesto en el Gran Premio de Brasil  

Ettore Chiereguini / Ap-LaPresse

Verstappen ha ganado 68 carreras y 4 campeonatos del mundo de Fórmula 1, pero desde el punto de vista narrativo y de la mitología –entendida a la manera de Roland Barthes, como un conjunto de hechos maravillosos protagonizados por seres sobrenaturales que iluminan nuestra vida cotidiana– este tercer lugar no tiene igual.

Una de las condiciones fundamentales del héroe es la capacidad de plantar cara a la adversidad. Víctima de una debilidad o de un error, pierde el aura. Entonces se lanza a la aventura o a una serie de aventuras que le permiten recuperar su lugar en el mundo. Sin esa caída, un héroe no es un héroe: es un robot sin alma. De todas las victorias de Ayrton Senna en la Fórmula 1, seguramente las más importantes son las primeras, con el Lotus, muy inferior al Mclaren de Prost y a los Williams de la época –un mito inaugural–, y, sobre todo, las tres últimas con el Mclaren-Ford del 1993, que era un bodrio. Sin ellas, quizás Senna no sería Senna. En una época de deportistas sin carisma –empezando por los dos primeros clasificados del mundial de este año– Verstappen ha conseguido que una gran parte de los seguidores de la Fórmula 1 deseen su victoria, aunque haya ganado tanto en los últimos tiempos. Pocas veces he visto a Pedro Martínez de la Rosa, que comentaba la carrera en Movistar TV, tan emocionado con un piloto que no fuera Fernando Alonso.

En un mundo programado para el éxito, la derrota heroica tiene una potencia narrativa excepcional

El campeón desafortunado, que lucha en inferioridad, es un gran personaje. Si está a punto de ganar y no gana por poco, la historia es aún mejor. Tenemos un drama, con una historia de superación y el destino inexorable que, a pesar del carácter excepcional del héroe divino, impone su lógica. 

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De todos los pilotos actuales sólo Alonso reunía las condiciones para encarnar a este héroe positivo. Pero las circunstancias de su carrera –unos triunfos celebrados con anticipación, seguidos de severas caídas– lo han convertido en la contraimagen del caballero virtuoso: un piloto altivo abonado a la malaventura. En un mundo programado para el éxito, la derrota heroica –a veces con una etapa de transición hacia nuevas victorias– tiene una potencia narrativa excepcional.

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