La música catalana está en fase de cifra de récord desde hace cosa de dos semanas largas. Primero fue –y sigue siéndolo- Rosalía, con el espectacular, medido y meticuloso lanzamiento de su adictivo álbum Lux . Y también de guarismos numéricos gira la veloz actualidad que rodea al grupo Oques Grasses, porque la espectacular respuesta del aficionado a su anunciada despedida se ha traducido en otros récords. Ya se sabe: 220.000 personas asistirán a los cuatro conciertos de despedida en octubre del próximo año en el Estadi Olímpic, una gesta solo al alcance de Coldplay, y además con los sucesivos billetajes vendidos de manera fulgurante.
Lo que suma valor a esta proeza en cuanto a tirón popular es que se trata de una banda catalana que canta en catalán. Y a eso hay que sumar que hacía bastante tiempo que no tocaban y que su último álbum apareció hace ya dos temporadas. En el otro fiel de la balanza es determinante el efecto despedida, el hecho de no volver a verlos en directo tras 14 años de carrera, lo que obliga a no perdérselos porque es algo fundamental para uno y también porque todo el mundo irá. Y también poder disfrutar de uno de los directos más potentes de la escena musical autóctona, basculando entre lo festivo y lo reivindicativo, especialmente en grandes escenarios abiertos, como es el caso.
Las letras de muchas canciones de la banda hacen que el oyente se sienta protagonista de ellas
Y eso que su punto de arranque no lo vaticinaba porque emergieron de ese ámbito sonoro que se tildó como “pop de festa major”, pero del que fueron desubicándose dando forma una propuesta más elaborada y con variadas barnizadas estilísticas, primero jamaicanas, con la peculiar voz de su líder Josep Montero vehiculándola, y luego pop-rockeras y hasta traperas o electrónicas. Un estilo propio que les alejó afortunadamente de aquel típico ADN y les abrió más públicos.
Lo más decisivo es que su música invita a degustarla, a disfrutarla, individual o comunitariamente, apaciguados o agitados rítmicamente. Pero sobre todo que sus líricas calan a nivel personal por su certeza poética y “explicativa” por así decirlo, convirtiendo al que las oye en el protagonista de las mismas. Hablamos de La gent que estimo, alumbrada junto a Rita Payés; o The bright side , del pandémico 2020 y donde hacían un canto al disfrute de la vida junto a los Stay Homas; o la emotiva Elefants a piano y guitarra; o In the night ; o ese canto a la libertad que es Serem ocells ; o Torno a ser jo; o Petar-ho; o Wake up , también con los Stay Homas y donde se constata la efectividad del mestizaje idiomático anglocatalán.
Un momento de la actuación de Oques Grasses en el Palau Sant Jordi en el 2023
Una entregada seguidora de la banda me lo resumía hace unos días con claridad meridiana: “Las letras conectan con la gente; a mí la canción Elefants me calma cuando tengo ataques de ansiedad, tengo un elefante tatuado por este motivo; a una de mis mejores amigas la canción Torno a ser jo la ayudó a superar una ruptura de muchos años; a mi madre La gent que estimo le ayudó cuando la operaron de un tumor... Y así cada persona de mi entorno tiene alguna historia con alguna canción o varias de Oques”. Si se lee la despedida que la banda dejó en Instagram, todo cuadra: “A ti, que has estado siempre, venimos a decirte que esto acaba. Las cosas bonitas a veces deben acabar para recordarlas siempre más así”.
