El primer tramo de Nou de la Rambla es la síntesis perfecta de las calles desposeídas de alma por la degeneración de los usos comercials. En medio centenar de metros, con pocas excepciones, están representados todos los perfiles del comercio depredador de hoy: garitos de comida apresurada, súpers patibularios y esas tiendas de souvenirs que tanto venden camisetas de Lamine Yamal y Kylian Mbappé como otras que honran al narcotraficante, secuestrador, ladrón, corruptor, extorsionador, torturador y asesino en serie Pablo Escobar.
Pero cuando se atraviesa un desierto es imperativo hallar un oasis. Así que en este desierto de autenticidad y buen gusto vamos en busca de ese remanso de belleza que es el Palau Güell, edificio diseñado en 1888 por Antoni Gaudí para la familia del mismo nombre y que desde hace ochenta años pertenece a la Diputació. Nos espera un evento diferente de cualquier otro. Y no solo por su condición de espectáculo de laboratorio que por un día abre sus puertas al público curioso.
El Palau es un oasis en un tramo de Nou de la Rambla lleno de comercio depredador
Las casas, como los seres vivos, también respiran. La mayoría lo hacen a través de sus ventanales, por los patios interiores y hasta por las grietas. El Palau Güell, que está incrustado en una densa trama urbana –se le atribuye ser el último palacio construido en Ciutat Vella– respira, a diferencia del resto, a través de su órgano, diseñado en su día por el vasco Aquilino Amezua y el propio Gaudí para que la música brotara de la cúpula central y envolviera así a quienes acceden a la parte más noble de la casa.
Abandonado a su suerte durante años, aquel órgano original tuvo que ser sustituido por el que construyó en 2011 Albert Blancafort, organero con taller en Collbató, quien utilizó elementos que se habían preservado del original.
Es el propio Blancafort quien recibe al público en el salón central. Explica a los presentes que están a punto de asistir a la feliz colaboración entre la cantante y compositora Maria Arnal y el órgano del Palau. A Arnal, una artista versátil y valiente que ha colaborado con el Sónar+D, el CCCB o el Barcelona Supercomputing Center, se la oye cantar en las alturas del palacio, alternando presencia física con apariciones en una pantalla y fundiéndose con un órgano que –nos explicará después– concibe como una extensión de su propia voz.
Maria Arnal, durante su concierto para órgano y voz luminosa
Es cierto. El órgano inspira y expira a través de Arnal, de la escalinata, del maderamen, de las miradas fantasmales de las pinturas de Aleix Clapés o de las del público que asiste desde el suelo a este ejercicio de alquimia. Algunas de las canciones formarán parte del próximo álbum de Maria Arnal y son la demostración de que el órgano tiene recorrido más allá de la música sacra.
El del Palau Güell ya fue utilizado durante una edición del Sónar y por todo el mundo proliferan los festivales que ponen el instrumento al servicio del techno o de la música contemporánea. Lástima que no prosperara el audaz intento de algunos entusiastas locales de revivir el grandioso órgano civil del MNAC, aprovechando el centenario del 1929.
La operación de insuflar aires de vanguardia al órgano del Palau Güell tiene varias motivaciones, más allá del deleite del público que asiste a este ciclo de conciertos Orgànic 2025 . El uso de los avances tecnológicos es uno de los fundamentos del modernismo catalán, que aunó también arte, industria y artesanía.
El ciclo
Tocar a Bach sin necesidad de partitura
El ciclo Orgànic 2025, que dirige Albert Blancafort y que empezó con Catalina Vicens, concluirá el 27 de noviembre con el organista Paolo Oreni, capaz de interpretar cualquier pieza de Bach sin necesidad de partitura. Oreni interpretará fragmentos de obras compuestas por las hijas de Eusebi Güell Maria Lluïsa e Isabel, y piezas de autores catalanes como Mompou. Usará el órgano del Palau sobre unas bases con arpegios y repeticiones que sonarán en unos órganos auxiliares creados desde un teclado MID.
Todos estos elementos confluyen en la renovación en marcha del discurso del modernismo a partir de la tecnología, con los ejemplos recientes de Casa Batlló –con proyecciones de artistas digitales como Refik Anadol, Sofía Crespo y Quayola– o de Casa Ametller, de la mano de Layers of Reality.
Pero la conversión del órgano tradicional del palacio en un hiperórgano (la expansión de la capacidad creativa del instrumento) dinamiza también, a partir de la cultura, una zona del Raval que tiende a la melancolía. Y ratifica la idea de que es más útil revitalizar con buenos contenidos los edificios antiguos que crear nuevos contenidos sin tener muy claro lo que se va a exponer a o a programar dentro.

