No es excepcional que un anuncio cultural reúna en una foto a políticos catalanes de partidos irreconciliables. Pero no es algo habitual. Sucedió ayer a 9.500 kilómetros de la plaza de Sant Jaume. El alcalde, Jaume Collboni, posó junto al presidente del grupo de Junts, Jordi Martí, y los ediles de Barcelona en Comú y ERC Pau González y Jordi Castellana en el pabellón de Barcelona en la Feria Internacional del Libro. Anuncia-ban la concesión de la medalla de oro al mérito cultural para Marisol Schulz, la directora de la FIL y cómplice para que la barcelonesa sea la literatura invitada este año.
La ocasión merecía la imagen de unidad. De la mano de Schulz y del Ayuntamiento, la literatura barcelonesa está teniendo una gran proyección en la feria. La FIL es un evento gigante (el equivalente en público a nueve MWC) que puede tragarse a cualquier invitado que no haga bien su trabajo. Pero no ha sido el caso. Al contrario. Las presentaciones, incluidas las de los autores catalanes menos conocidos, atraen a los locales. Y el catalán fluye con una maravillosa naturalidad en los parlamentos y en las conferencias. Desde la delegación oficial se apunta que cerca del 70% de los autores incluidos en ella escriben en catalán.
Barcelona y la literatura catalana causan impacto, pero faltan barceloneses de América Latina
Jordi Martí, que estuvo elegante en su parlamento de homenaje a Schulz, se sumó al acabar el acto a las críticas que han surgido desde Barcelona (el malestar se larvó en X) contra el programa de residencias del Ayuntamiento para autores latinoamericanos. Su grupo intentará frenar la iniciativa.
De hecho, este tipo de programas son habituales en otros países. En el caso Barcelona, además, es una propuesta que refuerza el vínculo con el mundo libresco americano, debilitado en los últimos años. Una estrategia de diplomacia latinoamericana, en esencia. La prueba es la expectación que generó entre los medios locales el anuncio de la beca. Y los elogios escuchados en el recinto.
La foto de unidad del Ayuntamiento, arropando a Marisol Schulz
El asunto es delicado. Aunque la crítica al programa se formule desde sectores minoritarios y desde la más legítima discrepancia, es muy factible que en América Latina se hagan lecturas de la polémica preocupantes para la imagen de Barcelona como una ciudad abierta. Representantes del sector cultural mexicano ya mostraron ayer su desconcierto por el tema.
El catalán, decimos, circula con naturalidad por la FIL. La propia Marisol Schulz lo usó (vivió una temporada en Barcelona) en su parlamento de ayer, durante el acto en el que se visibilizó esa unidad de la ciudad en su agradecimiento a la directora por la gran acogida que le ha deparado la feria
Pero hay otra foto que no formará parte del álbum del viaje. Una imagen que hubiera fortalecido aún más ese vínculo renovado entre la ciudad y América Latina. Es la foto de familia que hubiera podido hacerse en Guadalajara de los autores latinoamericanos que viven en Barcelona, muy poco representados en la FIL.
Solo Juan Pablo Villalobos, Jordi Soler y Paulina Flores representan estos días en Guadalajara a la excelente generación de escritores llegados a Barcelona desde diferentes países de América Latina. No puede hablarse con propiedad de un segundo boom literario, porque el que lideraron Mario Vargas Llosa y García Márquez es irrepetible, pero la hornada de narradores que siguen sus pasos medio siglo después tiene el talento necesario para elevar la autoestima de cualquier ciudad que quiera asociar su nombre a la cultura.
La mayoría de los autores presentes en Guadalajara son excelentes, pero quedará pendiente esa foto en la que, además de los tres que sí han viajado a México, aparezcan barceloneses y barcelonesas de América Latina como Santiago Roncagliolo, Rodrigo Fresán, Pola Oloixarac, Matías Néspolo, Eduardo Ruiz Sosa, Flavia Company, Fernanda García Lao y algunos otros. Sin olvidar a la premio Cervantes Cristina Peri Rossi, aunque no pueda viajar. Autores que no están, pero sí son.