Con el público en butacas y la pausa de Drapaires poligoneros, regresó Manolo García a Barcelona poco más de un año después de su última visita, cuando puso a bailar a todo un Palau Sant Jordi. Euforia similar pero ambiente contenido el de anoche en el Auditori del Fòrum, donde el músico del Poble Nou aterrizó dentro del festival Suite con doble motivo: presentar su último disco, Drapaires poligoneros, y celebrar –con retraso– el 25.º aniversario de Arena en los bolsillos, su primer trabajo en solitario y el que le consolidó en este camino gracias a temas como Pájaros de barro o A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando, con los que demostró lo buena que es la música como antídoto temporal de la nostalgia.
Los dos clásicos sonaron en una actuación que arrancó con el tema en catalán que da título al nuevo disco y que dio pie al protagonista a recordar en la misma lengua que “cada vez es más importante defender la cultura y la lengua”. Fue el comienzo de una actuación donde el músico presentó extensamente su nuevo trabajo, del que interpretó una decena de canciones alternándolas con otros tantos de Arena en los bolsillos, que interpretó como si no hubieran pasado más de dos décadas desde 1998.
A la espera de la próxima reunión de El Último de la Fila en el 2026, Insurrección quedó como único vínculo con su etapa anterior a modo de regalo de despedida ante el público de fieles que anoche disfrutó en una velada íntima no tanto por el espacio (un Auditori con el público algo alejado) como por el tono de la actuación, donde quedó claro que el protagonista se mantiene en forma, con una voz que arrancó aplausos en Como quien da un refresco y se lució en la aflamencada La sombra de una palmera. También se lució, en otro orden de cosas, con sus tradicionales alocuciones al público, que esta vez tuvieron como objetivo la compra online por Amazon, la prohibición de redes a los menores y los recurrentes impuestos.
El primer y el último disco de García sonaron alternados durante buena parte del concierto, en que el protagonista estuvo acompañado por buen número de guitarras (hasta cuatro para aportar sonido rockero) además de teclados, batería, bajo y violín, muy presente anoche. Mismo elenco que formó parte de la grabación de Drapaires poligoneros y que se mostró bien conjuntado para ejecutar un repertorio para los muy cafeteros, con temas del Arena tan poco habituales en las últimas giras como Del bosque tu alegría.
Metáforas y guitarras alambicadas enlazaron canciones con un cuarto de siglo de distancia, de la reconocible Lloraré o el ritmo country de Lustre y lumbre del último álbum a tonadas de veterano brillo, los ritmos arabescos de A quien tanto he querido o la feliz tonada de Carbón y ramas secas. Lo mismo sucedió con los bises, donde sonaron Nunca el tiempo es perdido o Un giro teatral superadas ya las dos horas de concierto, que concluyó con un par de rancheras marca de la casa tras escuchar la antes mencionada Insurrección como primera cata de lo que espera en el Olímpic, cuando Manolo se reúna el próximo mayo con Quimi Portet.

