Tan arduo como dominar una disciplina, e incluso más, es impartirla, y ni hablar de intentar subsistir de ella. Tres desafíos que son casi un prodigio de lograr simultáneamente, y que por más de 45 años ha logrado combinar el Taller de Músics, la institución educativa musical ubicada en el distrito del Raval, entre las vías Requesens y Cendra, su centro emblemático al que en 2012 añadió el de Can Fabra, en el distrito de Sant Andreu, al expandirse al nivel universitario. De esta forma se cumplió la revancha que su creador, Lluís Cabrera, dirigió a un músico que, en la primavera de 1980, le había dicho despectivamente que la escuela era “un chiringuito del barrio Chino”. “Lo que acabas de decir te lo comerás, donde estás dando clases entrará en crisis y no funcionará, y el Taller triunfará”, replicó con furia Cabrera, lanzando una predicción que, casi medio siglo más tarde, sigue haciéndose realidad.
Figuras como Salvador Sobral, Andrea Motis, Alfred Garcia, y la reconocida Rosalía, emergieron de Taller de Músics, una institución que comenzó en 1979 en un espacio modesto, apenas unas pocas salas con paneles acústicos para atenuar el ruido. Este lugar, que previamente albergó a la efímera distribuidora de libros Epicuro, se convirtió en la tercera academia de música moderna establecida durante un período propicio para el crecimiento de un arte que hasta ese momento se impartía siguiendo únicamente los preceptos de la música clásica. Zeleste, fundada en 1977 en el cercano barrio de la Ribera, y L’Aula de Música Moderna, creada en 1978 en Vallcarca, fueron las otras dos instituciones pioneras de esa etapa inicial; una de ellas se extinguió rápidamente, mientras que la otra fue integrada en 1989 al Conservatori del Liceu.
En el barrio de El Raval, este taller se erige, junto al Casal d’Infants, como la entidad con la trayectoria más larga del distrito, tejiendo vínculos comunitarios mucho antes de la aparición del CCCB, el Macba o la inauguración de la Rambla del Raval.
Diferente suerte corrió el Taller, que debe su existencia a un emigrante jienense nacido en 1954 y que, con 10 años, se instaló en Nou Barris, donde tiempo después fundó la Peña Flamenca Enrique Morente mientras participaba en las luchas vecinales para, entre otros objetivos, llevar la cultura a la periferia de la ciudad. La peña colaboró en organizar las 30 Horas de Fiesta Popular en el Ateneo Popular 9 Barris recién fundado en la planta asfáltica de Roquetes. De aquel encuentro salieron muchos de los primeros profesores de la escuela, conocida despectivamente como la de “los sudacas” en sus primeros años por la notable presencia de profesores de origen sudamericano.
Entre los presentes figuraba el trompetista argentino Américo Bellotto, quien formó parte de la big band de Thad Jones, y el portugués Zé Eduardo. Ambos optaron por un enfoque educativo singular, priorizando la práctica sobre la teoría, bajo el lema “del aula al escenario”, y con Tete Montoliu actuando como mentor. Fue Petri Palou, instructora de técnica del renombrado pianista, quien sugirió el nombre Taller de Músics para la institución emergente, que carecía de precedentes, ya que en aquel momento no había un método establecido para el aprendizaje de géneros como el jazz, el blues o el flamenco.
Los estudiantes empezaron a presentarse en un Taller que no solo impartía lecciones musicales, sino que también programaba eventos como la Setmana del Jazz de Barcelona, la cual fue reintroducida recientemente, o el primer Seminario Internacional de Jazz de Banyoles, una iniciativa que han continuado hasta hoy organizando festivales como el Ciutat Flamenco o el Jazz I Am. Estos eventos, que el año pasado incluyeron 400 presentaciones —tanto de estudiantes como de artistas establecidos— organizadas por el Taller, han sido una constante. El Taller siempre ha prestado atención a la afiliación de sus músicos a la seguridad social y a la promoción de álbumes cuando ha sido necesario. Esta labor se desarrolló en el Raval, donde, junto al Casal d’Infants, constituyen las entidades con más trayectoria en el vecindario, fomentando la comunidad mucho antes de que el CCCB, el Macba o la inauguración de la Rambla del Raval transformaran el área en un destino de interés global. En este contexto, el Taller se expandió, inaugurando nuevas instalaciones y una sala de conciertos con aforo para 80 personas.
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La labor pedagógica del Taller fue vital cuando se abrió la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc) en el 2001, institución que en su comienzo se nutrió principalmente de los profesores formados en el Taller de Músics, y aleccionados en la entonces innovadora propuesta de mezclar jazz con flamenco, que el Taller impulsó desde su creación en 1979 y que mantuvo cuando, en el 2012, inició su periplo como escuela superior, poniéndose a la misma altura que la mencionada Esmuc y el Conservatori del Liceu.
Más de 200 individuos integran el Taller, un grupo que este año verá un cambio de liderazgo, ya que Cabrera, quien continuará como presidente honorífico, entregará la dirección a Joan Manuel Tresserras. El objetivo es perpetuar este extraordinario proyecto musical que, desde sus inicios, ha enriquecido la vida cultural de Barcelona gracias a su dedicación.
