Carles Balagué Mazón (1949-2025): la mirada tierna de la Casita Blanca

Obituario

El abogado, guionista y director de cine falleció este miércoles en Barcelona

Carles Balagué en una fotografía tomada en 2016 en los cines Méliès.

Carles Balagué en una fotografía tomada en 2016 en los cines Méliès.

Álex García

Carles Balagué falleció este miércoles en el hospital de Sant Pau de Barcelona, a tiro de piedra del Nou Sardenya, el campo de su queridísimo CE Europa, y no tan lejos de la Casita Blanca, el desaparecido meublé que, polvo va, polvo viene, simbolizaba la sexualidad de una Barcelona de postguerra, cuya atmósfera retrató magistralmente en el documental “La Casita Blanca, la ciutat oculta” (2002), premiada con el Ciutat de Barcelona.

El cine y el CE Europa fueron sus dos pasiones, muy en la línea de su figura distinguida, culta y reacia a dejarse arrastrar por las corrientes mayoritarias, más vulgares. De ahí que dirigiera nueve películas –en su mayoría documentales- que no perseguían el éxito por el éxito sino su disfrute personal y explicar aquello que de verdad le interesaba, ya fuese el citado meublé o la desgraciada –y sanguinaria- vida del Arropiero, el asesino en serie número uno de la península ibérica al que dedicó otro certero documental que dice mucho de la crónica negra de la España franquista (“Arropiero, el vagabundo de la muerte”). Enamorado de Barcelona, también se interesó por uno de sus sucesos más trascendentales como la bomba arrojada por un anarquista a la platea del Liceu, allá por 1893, que abordó en el documental “La bomba del Liceu” (2010).

Carles Balagué, detrás de la cámara como director de 'Arropiero, el vagabundo de la muerte', en 2008.

Carles Balagué, detrás de la cámara como director de 'Arropiero, el vagabundo de la muerte', en 2008.

La Vanguardia

Dueño de los cines Mélies de Barcelona –antítesis de lo comercial- y devoto de François Truffaut, al que dedicó el libro “François Truffaut. Sensibilidad extrema”, la pasión europeísta de Carles Balagué, socio número 3 del club, era extraordinaria y tenía algo de la infancia eterna que todos prolongamos en vida. Que me perdone si explicó una anécdota que nunca quiso confirmar por aquello de no tirar piedras a la institución que tanto quiso, especialmente en los años en que no llegábamos a 400 espectadores. Su padre, Bernardino Balagué (presidente del club entre 1975 y 1980), invitaba a almorzar algunos domingos a colegiados que, tarde o temprano, iban a pitar al Europa en los gloriosos años 60, tiempos de Segunda División. Mostraba electrodomésticos rutilantes que, inevitablemente, despertaban el deseo de los invitados. “¿Le gusta esta lavadora? Yo se la regalo”.

Vivía los partidos con sufrimiento –Carles era muy catalán-, con sonrisa pero sufrimiento, temeroso de tantos goles de última hora llamados a fastidiar el almuerzo del domingo (históricamente, los europeístas pedían el final del partido al árbitro al ruego de “¡pita, que se nos pasa el arroz!”). El Nou Sardenya es un campo muy sentimental y como en los buenos templos de la música la acústica es perfecta: se detecta el estado de ánimo, hoy en la alturas gracias al ascenso a Primera RFEF. Otro recuerdo inolvidable fue una jugada dudosa, con el balón botando en la línea de portería del rival. Carles fue como el rayo a sumarse al coro de los que en primera fila reclamaban la legalidad del tanto. Regresó, calmadísimo, y lo primero que me dijo es “no ha entrado”. Estas últimas temporadas andaba “fotudet”, en silla de ruedas, junto a su adorada Marta, en el espacio de tribuna reservado a los socios con dificultades de movilidad. Se le va a echar de menos en el campo de la calle Sardenya. Dirigió el documental del centenario del CE Europa, en el 2007. Obras son amores. Uno no cree mucho en esto de transmitir noticias a los seres estimados desaparecidos pero en el caso de Carles Balagué y por si acaso, somos unos cuantos los que le chivaremos, al final de cada partido en casa: “hem guanyat!”. O perdido. Tanto da. Somos el CE Europa y no la banda del Empastre. Los escapulados, de los que Carles Balagué fue un patricio entrañable y fiel. ¡Ah! Saluda a Pampols, Duró, Pepín, Cros, Marcaida, Capella... 

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