Charles Aznavour fue una leyenda de la música. Y su vida, desde las penurias económicas que compartió en Francia con su querida familia de origen armenio, hasta alcanzar la fama, bien daba para un biopic. Mehdi Idir y Grand Corps Malade se han encargado de ello en la interesante y emotiva Monsieur Aznavour, que sigue al protagonista desde su tierna infancia hasta una madurez repleta de éxitos tras muchos fracasos y emocionalmente tocado por la devastadora muerte de su hijo Patrick.
El pequeño Aznavour viene de una familia de artistas. Está muy unido a sus padres y a su hermana. Es un niño avispado que no tarda en subirse a un escenario cuando en la escuela buscan a alguien que sepa hacer el acento africano. Ya de mayor, imita a Charles Trenet. Tiene la voz ronca, sentido del humor y es observador. Actúa en cabarets al lado de Pierre Roche al piano mientras los nazis hacen de las suyas. Sabe cómo negociar contratos, es consciente de la importancia de la publicidad y en uno de sus shows está presente la gran Edith Piaf, que ejercerá de protectora. La célebre cantante le ofrece la oportunidad de ir con ella a Montreal. Tocan en el barrio Latino y otros locales de Canadá. Aznavour está casado y tiene una hija, pero su ambición le lleva hasta Nueva York. Para él solo existe una palabra: trabajo y más trabajo.
La película recorre desde los duros inicios hasta un éxito que persiguió a base de trabajo y trabajo
La película, estructurada en cinco capítulos, funciona sobre todo gracias a la entregada interpretación de Tahar Rahim, un actor que transmite la obsesión de Aznavour por volcarse en la cultura y correr riesgos en un oficio que supo exprimir y que también acabó exprimiéndole hasta el final de sus días a los 94 años y con más de 180 millones de discos vendidos.
Monsieur Aznavour no pasa por alto las críticas que recogió en su apuesta por cantar solo y hacer giras en provincias cuando Piaf le aconsejó que un artista francés debía primero tener éxito entre el público francés. “Enano” —medía solo 164 cm—, “gitano” o “extranjero” son algunos de los atributos que la prensa le adjudicó antes de triunfar a lo grande. Plantó a Piaf, que le veía más como compositor que cantante, prometió que acabaría teniendo el caché de Sinatra y se empeñó en ser “un actor de la canción”. Tal y como le recuerda su hermana, consiguió todo lo que se propuso, aunque él siempre se mostraba insatisfecho. “Si paro, muero”, advierte. Por eso nunca se bajó del escenario.
