El gran humorista Pelham Grenville Wodehouse, Plum, ha gozado en España de buena fortuna. En los años 40 y 50 parte de su extensa obra la difundió el editor Josep Janés en su colección Al Monigote de Papel , convirtiéndole en referente de la más fina sorna británica. Especialmente celebrados fueron sus personajes de Bertie Wooster, el señorito simpático y descerebrado, y su mayordomo Jeeves, una mente de alta precisión, en el Londres de entreguerras.
Las novelas de Wodehouse navegaban hábilmente a través del sistema de clases británico y sus elitistas derivas, consiguiendo no ofender a (casi) nadie y hacer sonreír a (casi) todo el mundo. No sé qué tal se verían hoy desde una lectura ideologizada como la que se planteó en algunas mesas redondas de la última Feria de Guadalajara.
Cuando parecía que la producción y el legado wodehousiano ya se habían agotado entre nosotros, un gran prescriptor editorial de la España democrática le brindó una segunda oportunidad. Jorge Herralde, patrón de Anagrama, gran aficionado al humor inglés, emprendió una publicación selectiva de su bibliografía, en la que destacan los dos tomos del Omnibús Jeeves que permiten recuperar de una tacada las aventuras de los personajes incorporados en televisión por Hugh Lurie y Stephen Fry, en una serie célebre de Granada TV.
⁄ ¿Cayó Plum en la trampa de gente muy maquiavélica?¿O fue un insolidario dispuesto a trabajar para Goebbels?
Hay sin embargo en la trayectoria de Wodehouse un momento bastante oscuro que sus aficionados, entre los que me cuento, conocen y en general ha resultado siempre extremadamente difícil de valorar. Retenido por las tropas alemanas al inicio de la Segunda Guerra Mundial cuando veraneaba con su mujer en un pueblecito de la costa norte francesa, el escritor fue internado en sucesivos campos de prisioneros donde llevó una existencia bastante miserable, hasta que, identificado por el interés periodístico que generaba, fue conducido a Berlín, donde se le ofreció la oportunidad, que aceptó, de protagonizar algunas charlas radiofónicas donde ponía humor a la experiencia de la prisión y al sistema de control germánico.

Cubierta de 'El inimitable Jeeves' (Anagrama)
Sus captores buscaban que, popular como era Wodehouse en EE.UU., tranquilizara a la ciudadanía de aquel país aún no entrado en guerra. Pero ello generó una notable polémica en Gran Bretaña, aún bajo las bombas, donde se le acusó no sin cierta razón de traidor y colaboracionista.
El escritor se salvó por los pelos de un juicio al acabar el conflicto, dejó Inglaterra para instalarse en EE.UU. y allí continuó con su carrera. Nunca volvió. Una de las más seguidas firmas británicas se había convertido en un apestado en su país, y algunos analistas apuntan que los libros escritos en su tierra de acogida nunca consiguieron el nivel de sana alegría de los anteriores a la guerra.
La reina Isabel II, lectora suya, le rehabilitó públicamente en 1975 al nombrarle caballero, cuando ya le quedaban solo unas semanas de vida.
Por supuesto uno no sabe, ni quisiera saber, qué hubiera hecho de haber estado en su piel, pero el momento alemán de Plum incita a muchas preguntas. ¿Cayó cándidamente en la trampa de gente maquiavélica como consecuencia de la inocencia que nunca le abandonó y que está en la base de su humor blanco? ¿O fue un tipo insolidario (y/o muy asustado) dispuesto a trabajar para Goebbels a fin de ahorrarse los piojos y la bazofia –y tal vez algo mucho peor– de los campos? ¿Se trató de despiste -considerable sin duda-, de miedo, de oportunismo...?
/El escritor se salvó por los pelos de un juicio al acabar el conflicto, dejó Inglaterra para instalarse en EE.UU. y allí continuó con su carrera
A estos interrogantes se acerca ahora el filósofo Jorge Freire (Madrid, 1985), autor de obras anteriores como Un código de costumbres o La banalidad del bien. En Los extrañados (Libros del Asteroide) Freire propone un repaso a cuatro personalidades que se sintieron “fuera de lugar”. Escribe admirablemente, y aunque su mirada al autor de Amor y gallinas no aporta datos nuevos, sí crea un relato envolvente y compasivo con el personaje, del que afirma que “nadie ha podido demostrar que se vendiese”. Quizás no, y un informe interno del MI5 lo negaba, pero aquellas retransmisiones dejaron muy mala huella.
Junto con Wodehouse, José Bergamín, Vicente Blasco Ibáñez y Edith Wharton componen el elenco de extrañados presentes en esta obra original y atractiva de un ensayista que seguir.