El enigma Gaudí

BIOGRAFÍA

Armand Puig publica una biografía con dos ritmos: uno más lento, cuando se trata la arquitectura, y uno más ágil cuando el autor se acerca al día a día del arquitecto

Foto ANDREA MARTÍNEZ PASTOR 3/02/2025. Escultura de Antoni Gaudí que hay en el portal Miralles, en Manuel Girona 55, Barcelona.

Escultura de Gaudí en el paseo Manuel Girona, porJoaquim Camps (1999) 

Andrea Martínez

En el año 1939 Winston Churchill expresó, “no puedo predecir la acción de Rusia. Es una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma; pero quizá hay una clave: esta clave son los intereses nacionales rusos”. Como en este caso, Antoni Gaudí es un enigma con una clave. Esta, según Armand Puig Tàrrech (La Selva del Camp, 1953), es su espiritualidad y ha escrito la biografía para demostrarlo.

Perfilar la vida del famoso arquitecto es complejo, sobre todo, por la falta de documentos propios conservados. Cuando eso pasa, el biógrafo tiene que inferir los leitmotivs del personaje o tiene que apoyarse en las opiniones de los contemporáneos. Como no se le puede hacer hablar, solo se llega al contorno de la personalidad, hasta un cierto punto. Esa es la principal limitación de cualquier biografía sobre Gaudí.

Uno de los pocos retartos de Antoni Gaudí.

Retarto de Antoni Gaudí 

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El presbítero y biblista, autor de trabajos conocidos como Jesús. Una biografía (2004) y de obras anteriores ya sobre el reusense como La Sagrada Familia según Gaudí (2020) o Arquitectura i símbol de la Sagrada Família (2013) junto con el arquitecto Jordi Bonet, ha querido desbrozar al personaje de supuestos, de atribuciones y de actuaciones no contrastadas. Y para empezar fija que su lugar de nacimiento en 1852 es Reus, y no Riudoms, y explica los amores de juventud conocidos.

A partir de aquí traza una biografía amena de apenas cuatrocientas páginas y con un aparato de notas con informaciones adicionales que en ocasiones sirven para confrontar visiones con otros autores y en otras aportan datos de interés que se omiten del texto central para no cargarlo. Puig hace hablar a Gaudí por medio de sus obras –de la Sagrada Família a La Pedrera y la Casa Batlló, pasando por el Park Güell o la Casa Vicens–. Eso hace que el volumen tenga dos ritmos. Uno más lento, cuando se trata la arquitectura, y uno más ágil cuando el autor se acerca al día a día del arquitecto, a su comportamiento político o la intimidad.

Este repasar la obra hace que el volumen se pueda usar también como una guía y que se convierta en aquello que el mundo anglosajón llama un companion. Es decir, un acompañante o complemento para cualquier visita a la arquitectura de Gaudí. Con una decena de páginas, por ejemplo, el lector obtiene una pincelada de qué es el Park Güell, por qué hay una lagartija colorida, sin lengua ni cola y, además, qué papel juega en su itinerario vital.

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Gaudí en una procesión de Corpus 

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Y, cuando dispone de más tiempo, el lector puede descubrir un Gaudí austero, próximo a la Lliga Regionalista, muy religioso, casi místico en algunos momentos, con una dieta frugal, un hombre solitario, vertido en su obra, contrario a la revolución rusa y a la violencia. Y también un hombre profundamente catalanista, en el sentido más estricto del término. Un genio defensor del catalán y convencido de que la mejor forma de trabajar por Catalunya era, precisamente, trabajando y rehuyendo las adulaciones –hecho que contrasta con nuestro mundo lleno de aduladores–.

A pesar de su propósito riguroso inicial, hay un momento en el que Puig no tiene más alternativa que inferir para explicar a Gaudí. Y explica como una crisis espiritual el ayuno y transformación que el arquitecto sufrió en el lapso de 1894-98. Un análisis que intenta reforzar con un análisis grafológico de su cambio de firma. Y, más adelante, interpreta también una enfermedad grave, entre 1910-11, como una especie de respuesta somática a los cambios sociales.

Aquí, aunque quiera ceñirse solo a las pruebas documentales, el biblista se ve abocado a dar un salto de fe en su propio planteamiento. Y es así como Puig explica que un hombre pasara de ser un poco bon vivant a dormir en el obrador de la Sagrada Família, cuando murió atropellado por un tranvía en el año 1926. La interpretación, y no solo levantar acta notarial de los hechos, es la gracia precisamente del género biográfico. Y la de Puig convence. Aunque a Gaudí tampoco le habría preocupado mucho porque el genio daba importancia a la obra, no a su vida.

El teólogo Armand Puig posa ante la fachada del Nacimiento del templo de la Sagrada Familia, durante la presentación de su libro

Armand Puig ante la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia, durante la presentación de su libro “La Sagrada Familia según Gaudí” 

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