“En los años de la dictadura, Francisco corrió un gran riesgo para salvar a muchas personas”

Entrevista con Carlo Musso, coautor de ‘Esperanza’, la autobiografía de Francisco

Jorge Bergoglio y su editor dedicaron seis años a la elaboración del libro, realizada mediante encuentros personales y correos electrónicos

PAPA

El Papa Francisco saluda a Carlo Musso, coautor de 'Esperanza' 

ARCHIVO CARLO MUSSO

Cualquiera que desee profundizar en la figura del fallecido Pontífice deberá leer la Autobiografía aparecida el pasado enero con el título de Esperanza (Plaza&Janés, Rosa dels Vents en catalán), que Jorge Mario Bergoglio escribió con la colaboración de Carlo Musso. Pasada la intensa semana del fallecimiento y las exequias, Musso responde por correo electrónico a las preguntas que le formulamos sobre el proceso de trabajo que compartió con el Papa Francisco.

¿Cómo ha vivido estos últimos días?

Con dolor. Con asombro también, a pesar de ser consciente de sus condiciones de salud, pero lo cierto es que uno nunca está verdaderamente preparado para la muerte de los “Padres”. Con gran admiración ciertamente, por su total entrega al servicio, por su sacrificio.

Había recibido una llamada telefónica suya el día antes de su internamiento en el hospital Gemelli: “Estoy con suero intravenoso, pero todavía estoy vivo”, me había dicho, con su habitual garra argentina. A última hora de la mañana del día siguiente comenzaría su durísima experiencia en el hospital: respiraba con mucha dificultad, pero una hora antes de ser ingresado no quiso renunciar a reunirse con el primer ministro de la República Eslovaca, para hablar de la guerra en Ucrania y de la gravísima emergencia humanitaria en Gaza.

También me hizo el regalo de llamarme al día siguiente de ser dado de alta, el 24 de marzo, una vez que regresó a la residencia de Santa Marta. Su voz era un hilo muy fino. Me dio las gracias varias veces, aunque no tenía por qué hacerlo. Me conmovió mucho, entendí que iba a servir hasta el final.

“Ningún Papa en ejercicio de la época moderna había escrito sus memorias. 'Si me ayuda, hagámosla', me dijo”

¿Cómo se puso el Papa en contacto usted? ¿Quién tuvo la idea de escribir Esperanza?

Ya había tenido el honor de ser director editorial de algunas publicaciones importantes del papa Francisco, empezando por su primer libro oficial como Pontífice, publicado con motivo del Jubileo del 2016.

Tiempo después, durante una reunión privada en Santa Marta, surgió de forma muy sencilla la idea de una autobiografía: ningún Papa en ejercicio de la época moderna la había escrito, pero Francisco ha hecho tantas cosas por primera vez... Con la sencillez habitual, dijo: “Si me ayuda, hagámosla”. Unos tres meses después, en total secreto, comenzaron los trabajos. Me brindó una gran confianza en todo momento, por lo que le estoy agradecido.

En los años setenta, el Jorge Mario Bergoglio con su madre. Ella se opuso en un principio a su vocación religiosa, y no le visitó en el seminario, segñun se revela en 'Esperanza'

En los años setenta, Jorge Mario Bergoglio con su madre. Ella se opuso en un principio a su vocación religiosa, y no le visitó en el seminario, según se revela en 'Esperanza' 

PLAZA&JANÉS

¿En qué idioma se comunicaban?

En italiano, embellecido con sus magníficos neologismos. Luego, como era un hombre con sentido del humor, y dado que compartíamos raíces piamontesas, de vez en cuando hacía un chiste en ese dialecto, que por cierto dominaba muy bien.

¿Cómo prepararon los cuestionarios?

Antes de cada reunión, yo redactaba un esquema con los temas que íbamos a tratar y se lo enviaba. Pero en general fue un proceso muy abierto y libre, sin ideas preconcebidas, con muchos intercambios, de textos y sugerencias.

¿Cuánto tiempo les llevó terminar el volumen?

La elaboración comenzó a principios del 2019 y concluyó en diciembre del año pasado, más o menos en los días en los que el Papa creó 21 nuevos cardenales, llegados de todo el mundo, mostrando una vez más su visión de una Iglesia universal.

¿Cuántas veces vio al Papa?

Durante el transcurso de la redacción, varias veces, y hubo también numerosas llamadas telefónicas, correos electrónicos e intercambios de documentos. Una vez acabado tuve la oportunidad de verlo en al menos tres ocasiones más este año, de enero a principios de marzo, y presenciar de primera mano y con creciente preocupación el empeoramiento de su estado de salud. Pero incluso en su fragilidad era imparable.

Esther Ballestrino (en la foto, con sus hijas), una figura importante en la vida de Francisco. Fue su jefa en unos laboratorios y le pasó lecturas políticas. Detenida durante la dictadura argentina, fue una de las desaparecidas de la Guerra Sucia.

Esther Ballestrino (en la foto, con sus hijas), una figura importante en la vida de Francisco. Fue su jefa en unos laboratorios y le pasó lecturas políticas. Fue una de las desaparecidas de la Guerra Sucia.

¿Le vio emocionarse especialmente en algún momento concreto al recordar su trayectoria?

Vi al Papa emocionarse, como a menudo lo vi sonreír, y el libro también relata algunos episodios hilarantes. Pero lo que más recuerdo es quizás la indignación –la cólera, diría yo– ante la barbarie criminal de la guerra, ante las innumerables víctimas inocentes que los conflictos multiplican, y que él tuvo oportunidad de encontrar por miles también en sus numerosos viajes: huérfanos, viudas, niños y ancianos exiliados, refugiados..., que el libro recoge.

“Tras la publicación del libro, el matrimonio Gobulin confirmó: 'Si aún estamos vivos, se lo debemos a él'”

Esperanza cubre extensamente el período de la dictadura argentina y la Guerra Sucia, una de sus etapas más controvertidas. Francisco dedica un recuerdo especial a su mentora Esther Ballestrino, una de las desaparecidas, y a los padres jesuitas Yorio y Jalics, torturados. ¿Abordar estos episodios fue algo especialmente difícil para él? ¿O precisamente quería aclarar algunos malentendidos sobre el tema?

No detecté ninguna preocupación al respecto. En cambio, sí constaté su dolor por lo que pasó, por los desaparecidos, por esos años terribles, por tantas tragedias. Por las víctimas, entre las que se encontraban amigos muy queridos, como Esther Ballestrino Careaga, una mujer valiente cuyo rostro resaltaba en un retrato que tenía colgado en su pequeño estudio de Santa Marta, y con cuyas hijas y nietas mantuvo relaciones durante toda su vida. Significativamente, ese capítulo está titulado con versículos de un salmo: “Devoran a mi pueblo como si fuera pan”.

Francisco corrió en esos años un gran riesgo para salvar a muchas personas. En una entrevista televisiva muy reciente, posterior a la publicación de Esperanza, el matrimonio Gobulin, una entonces joven pareja a la que había logrado salvar y ayudar a escapar a Italia, y cuya historia se cuenta en el libro, confirmó con emoción: “Si aún estamos vivos, se lo debemos a él”. Como ellos, muchos otros. Puso en riesgo su propia vida en más de una ocasión, pero cuando se lo señalé me cortaba sucintamente señalando: “Lo hice, y basta”.

Cubierta del libro 'Esperanza'

Cubierta del libro 'Esperanza'

¿Qué repercusión ha tenido el lanzamiento internacional de Esperanza?

Es un fenómeno global, no creo que sea posible dar una cifra de ejemplares vendidos por el momento: se publica en 32 idiomas, desde los más comunes hasta el hindi, tamil, kurdo, árabe, coreano. Lo he visto en los rankings de periódicos italianos, americanos, canadienses, alemanes, franceses, ingleses, irlandeses, españoles, latinoamericanos… Leí un artículo magnífico publicado en Kerala, India. Al igual que su atención y cuidado por el mundo, también el amor hacia Francisco se ha visto que era universal. Entre las cosas que me han conmovido en estas horas, está el ver entre la inmensa multitud de su funeral a muchos jóvenes con alguna de las tantas ediciones del libro en sus manos: Spera, Esperanza, Hope, Espère, Hoffe… Y que hayan llegado mensajes de agradecimiento por esta obra suya desde todos los continentes.

Tenía intención de publicarlo después de su muerte, pero se adelantó. ¿Cree que el Papa sabía que su vida estaba a punto de terminar?

El libro fue un secreto durante mucho tiempo –“el secreto mejor guardado del mundo editorial”, escribió un medio estadounidense– porque en efecto estaba previsto que se publicara después de su fallecimiento. Pero entremedio el Jubileo de la esperanza, que es el hilo que lo entreteje todo, incluso en las páginas más dramáticas, fue la ocasión para anticipar su publicación: las dos fechas casi inevitablemente coincidieron. No puedo decir si era plenamente consciente de su fin inminente, me lo he preguntado pero no me atrevo a responder cuestiones como esta. Por supuesto, murió como mueren los profetas, y la suya es precisamente la autobiografía de un profeta.

El Papa relata cómo se desarrolló el último cónclave. ¿Qué cree que pasará ahora?

No participo en lo que en Italia llaman el juego del “toto-Papa”. Ciertamente esas 400.000 personas que se reunieron en Roma desde todas partes para el funeral son un fuerte indicio a tener en cuenta. En cuanto al Papa Francisco, a los profetas les sucede que su testimonio, sus palabras se hacen aún más evidentes con la distancia. Por eso creo que su magisterio, así como esta autobiografía, que representa su precioso legado para todos los hombres y mujeres del mundo, es algo que se comprenderá y valorará cada vez más con el paso de los meses y de los años. Es un libro de futuro más que de pasado, y de alas más que de raíces.

¿Ha leído el libro de Javier Cercas El loco de Dios en el fin del mundo, sobre el viaje del Papa a Mongolia?

Con el Papa hablamos de Mongolia, su viaje apostólico más “excéntrico”, en el sentido literal de la palabra (“fuera del centro”), donde una pequeñísima comunidad católica habita un territorio inmenso: “Experimenté una mística y una peculiaridad preciosa”, dijo Francisco. Aún no he tenido la oportunidad de leer el libro de Javier Cercas, pero seguro que lo haré.

Para el Papa Francisco fue importante la amistad con el padre Pepe, sacerdote que dedicó su vida a los barrios de chabolas que rodeaban Buenos Aires.

Para el Papa Francisco fue importante la amistad con el padre Pepe, sacerdote que dedicó su vida a los barrios de chabolas que rodeaban Buenos Aires.

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