En febrero de 1924, un año antes de que Adolf Hitler escribiese Mi lucha , en que afirmó que la Primera Guerra Mundial hubiera tenido otro resultado de haberse gaseado a algunas decenas de millares de judíos, Eugenio Xammar entrevistaba al futuro dictador para La Veu de Catalunya .
Este documento, más sus crónicas berlinesas para Ahora, reflejaban cómo, a su llegada en 1922, el periodista catalán había conocido una “república alemana, joven y todavía bastante desorientada” que sufría el hundimiento del marco debido a la inflación.
Xammar escribía sobre Baviera, donde justamente se dejaba ver al “descerebrado” aspirante a caudillo: “Un necio cargado de empuje, de vitalidad, de energía; un necio sin medida ni freno. Un necio monumental, magnífico y destinado a hacer una carrera brillantísima”. Y a fe que la hizo desde que se propuso llevar a cabo su idea de curar a Alemania de su “cáncer”, matando por el camino —lástima que no fuera posible, se lamentó— a todos los judíos en una sola noche.

Oskar Schlemmer: ‘Formación. Tripartición' (1926)
Este periodo en el que el futuro Führer sirvió como soldado en el ejército alemán y el inicio de la Segunda Guerra Mundial, con la ocupación polaca el 1 de septiembre de 1939, enmarca las fechas de la exposición Tiempos inciertos . Alemania entre guerras: un recorrido por la República de Weimar , a través de obras de arte, documentos históricos, audiovisuales y sonoros –90 piezas originales provenientes de instituciones españolas y alemanas–, que introduce al espectador en una época de contradicciones y transformaciones.
La génesis del mundo actual
La muestra está concebida para invitar al visitante a reflexionar sobre el pasado y presente de Europa, a partir de los catorce años que duró la República de Weimar, con sus ideales de democracia y racionalidad. Pau Pedragosa, comisario de la exposición, explica en un vídeo promocional el hecho de que explorar ese periodo significa comprender la génesis de lo que es el mundo hoy en día, pues la Alemania de entonces constituyó un nuevo paradigma en lo social, lo artístico y político. A este respecto, cabe decir que la Constitución de Weimar no se hizo en una ciudad cualquiera, sino en la cuna de la ilustración del siglo XVIII que vio la eclosión de literatos de trascendencia internacional, como Johann Wolfgang von Goethe o su amigo Friedrich Schiller. Estos autores aparecen en la muestra por medio de una imagen de la estatua que se dedicó a ambos en 1857, ubicada en la Plaza del Teatro de Weimar, frente al Teatro Nacional Alemán, es decir, en el núcleo cultural de esta localidad del estado federado de Turingia.
Se refleja ahí cómo, tras la firma de la Constitución de Weimar en 1919, la joven república estuvo marcada por la inestabilidad política, pero también por una explosión cultural y una gran creatividad en las artes. Movimientos como el expresionismo, el dadaísmo y el constructivismo florecieron en este contexto, con artistas como Käthe Kollwitz, Otto Dix, Jeanne Mammen y Georg Grosz, que tan bien denunciaron los problemas de una sociedad marcada por el trauma bélico y la crisis económica.
Asimismo, en la muestra se destaca la importancia de la Bauhaus, la revolucionaria escuela de arte y diseño fundada por Walter Gropius, con su apuesta por un arte funcional y accesible, con obras de Johannes Itten o Moholy-Nagy.
Thomas Mann y Goebbels
Al entrar a la exposición se recrea lo que podría ser una casa noble, y se hace referencia a la primera obra de Thomas Mann, Los Buddenbrook (1901), que cuenta la decadencia de una familia burguesa a lo largo de cuatro generaciones. En 1933, con la llegada al poder de Hitler, el escritor, que se encontraba en Suiza, decidirá no regresar a su país; en su exilio en Estados Unidos, Mann se erigió en portavoz del antinazismo, de modo muy activo en radio y prensa escrita, criticando al gobierno nacionalsocialista. Entre ellos, estaba el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, que aparece en Tiempos inciertos hablando a la multitud, en un documento audiovisual impresionante, el día de la quema de libros de autores considerados enemigos, 10 de mayo de 1933, en la Plaza de la Ópera de Berlín, diciendo que ya el hombre alemán no iba a ser intelectual, sino de carácter, y que no debía temer la muerte, sino respetarla solamente.
Algo que corre en paralelo con la importancia que se le da en Tiempos inciertos a las ciencias, pues no en vano la República de Weimar también vio el surgimiento de figuras como Albert Einstein, Max Planck y Werner Heisenberg, que contribuyeron al desarrollo de la física cuántica; en este sentido, la exposición incluye materiales que ilustran estos avances y su impacto en la filosofía y las costumbres de la época.

Sándor Bortnyik: “El siglo XX” (1927)
Por otra parte, en un plano más a ras de calle, también se ofrece una visión de la vida cotidiana, pues se aborda el papel de la mujer y su acceso a nuevas esferas de visibilidad, en parte al asumir lo que hoy llamaríamos nuevos roles de género o adquiriendo incluso imágenes andróginas. Fotografías de August Sander y otros documentan la diversidad social y cultural de la época, mientras que carteles, revistas y objetos de consumo reflejan las tensiones entre la modernidad y la tradición, lo que se hace ostensible en ámbitos populares como el cine y la música.
Desconfiar de la democracia
La exposición coincide con un libro cuyo título lo dice todo, El fracaso de la república de Weimar. Las horas fatídicas de una democracia (editorial Taurus), de Volker Ullrich. Este examina con precisión las causas del derrumbe de la primera democracia parlamentaria alemana describiendo los factores políticos, sociales y económicos que debilitaron la República desde sus inicios tras la Primera Guerra Mundial. El autor, así las cosas, subraya cómo la falta de consenso en torno al sistema republicano, el peso de las estructuras autoritarias heredadas del Imperio, la crisis económica y la polarización política minaron progresivamente la legitimidad del régimen. Cabe decir, a este respecto, que el libro dedica una especial atención al papel de las élites conservadoras y nacionalistas, cuya desconfianza hacia la democracia contribuyó al ascenso del nacionalsocialismo. La obra es, por supuesto, una crónica de hechos, pero también una reflexión sobre la fragilidad institucional en tiempos de inestabilidad.
Se muestra, así, la importancia de las películas de Murnau y Lang, así como las canciones que sonaban en los cabarets que proliferaron en la por entonces efervescente Berlín, lugar que tanto atrajo a un autor foráneo –praguense en lengua alemana– como Franz Kafka.
Un paseo por las diferentes salas de la exposición, de esta manera, constituye un viaje en el tiempo a lo largo de veinte años en que una Alemania desangrada y humillada tras la Gran Guerra se vio obligada a reinventarse. Las aberraciones nacionalsocialistas se mezclan con nuevas miradas filosóficas, de corte existencialista, todo lo cual acaba configurando unos cuantos metros cuadrados en que la esperanza y el colapso libran su propia batalla, dentro de una etapa repleta de incertidumbres, aunque ¿cuál está exenta de ellas?
Tiempos inciertos. Alemania entre guerras. CaixaForum Barcelona.Fundacionlacaixa.org. Hasta el 20 de julio.