Las cuentas de Instagram que se dedican a buscar fotos interesantes y poco circuladas y las acompañan de textos informativos y bien escritos sobre temas nicho nunca abundaron, pero a estas alturas de la vida de esa red social ya son una rareza que alguien tendría que preservar. Una de ellas es Lost Canyons LA (@lostcanyonsla), la cuenta que lleva Emmeline Summerton, que va sobre las leyendas del barrio de Laurel Canyon en Los Ángeles. Obviamente, hay mucho ahí de la escena musical de los sesenta y setenta que se movía por esa zona entonces bohemia, Carole King, Crosby, Stills, Nash & Young y demás. Pero hay también espacio para historias menos conocidas, como una serie titulada “niños de los Canyons”, sobre gente que creció allí, como Anthony Kiedis, de Red Hot Chilli Peppers, que de niño visitaba en el barrio a su padre, el actor Blackie Dammett. En una publicación reciente, Summerton escribió sobre la curiosa corriente de admiración mutua que siempre existió entre Joni Mitchell y Prince (Mitchell lo descubrió entre la multitud en un concierto suyo en los setenta, cuando el músico tenía solo 15 años y ya un “aspecto principesco”, a decir de la cantautora), y en otro cuenta la historia del matrimonio de ocho días que unió a Michelle Philipps con Dennis Hopper.

Vivian Gornick
LO BUENO DE PELEARSE EN UN CLUB DE LECTURA
Cualquiera que forme parte de un club de lectura vibrante y bien engrasado apreciará todavía más el miniensayo titulado El grup de lectura, que aparece en lo último de Vivian Gornick publicado por L’Altra, ¿Per què alguns homes odien les dones?, traducido por Míriam Cano –sin embargo, este texto en concreto no aparece en el libro en castellano, traducido por Cristina Lizarbe Ruiz para Sexto Piso– . Allí, la autora neoyorquina habla de su propio club de lectura, el que tiene con su famoso amigo Leonard, al que sus lectores ya conocen de otros libros, y otros tres integrantes. Como suele suceder en las charlas de grupo, el verdadero lubricante es el disenso, el lío, la dialéctica. Escribe la neoyorquina: “El desacuerdo entre nosotros, bien argumentado y contundente, es habitual. Entre nosotros el descuerdo es un estimulante, no un depresor: el punto de vista opuesto contra el cual tu punto de vista te devuelve más de ti misma de lo que tenías antes”.

Estatua de James Joyce en Dublín
DESPIERTA, FINNEGAN, QUE TOCA LECTURA
Hablando de grupos de lectura, existe uno en Austin, Texas, que lleva 12 años leyendo el mismo libro. ¿Lentos? No, es que el libro que tienen entre manos desde el 2013 es Finnegan’s Wake, de James Joyce. El dinamizador del grupo es Peter Quadrino, que también tiene un blog dedicado a la obra –el título es fantástico y parece inventado por Vila-Matas: Finnegans, Wake!– y la rutina siempre la misma. Cada dos semanas, los integrantes del grupo, que están repartidos por todo el mundo, se reúnen por Zoom, dedican los primeros 15 minutos de la reunión a la charleta y luego se meten ya en harina. Cada integrante lee dos frases hasta que completan una página, y después dedican una hora a discutir sobre esa página. Quadrino explicó al Texas Standard que antes solían leer dos páginas por sesión pero era demasiado para metabolizar. A este ritmo no está claro si batirán el récord de otro grupo de lectura de California que dedicó 23 años a leer Finnegan’s Wake (y al que también pertenecía Quadrino). Ellos terminaron en diciembre del 2023. Joyce, por cierto, tardó solo 17 en escribirlo.

Isabel Allende
DE SUBLITERATURA Y ESCRIBIDORAS
Hace ya 23 años que Roberto Bolaño dijo que Isabel Allende era una “escribidora” y que llamarla “escritora” era “darle cancha”, casi los mismos desde que Elena Poniatowska la despreció como autora comercial y más de una década y media desde que Gabriela Wiener analizó el origen de ese desdén en un texto sobre Allende que está recogido en su libro Llamada perdida (Malpaso). Pero el debate sobre la legitimidad literaria de la autora chilena nunca parece cerrarse. Hace unos días en la librería Calders de Barcelona recibieron una caja de ejemplares del último libro de Allende, Mi nombre es Emilia del Valle (Plaza & Janés), que, según explicaron a sus seguidores en redes, no habían pedido. En un post posterior, se preguntaron si devolver los ejemplares o ponerlos a la venta con este cartel: “Hemos empezado a leer este libro y realmente es bastante malo. Si os gusta Allende y queréis descubrir algo mejor, decídnoslo ¡Tenemos cosas estupendas! Este lo devolveremos a la distribuidora el lunes mismo”. En su texto, Wiener recordaba que ella también llamaba “subliteratura” a lo de Allende cuando iba a la facultad, pero luego creció y se le pasó.