Una historia puede contarse de muchas maneras. Desde el comienzo hasta el final. Comenzando por su término y en busca de su principio. A través de fragmentos. Con las voces de los personajes. In media res. Con (o sin) elipsis. Y mediante contradicciones. La literatura del exilio de Manuel Chaves Nogales (1897-1944), el mejor periodista en español del siglo pasado, aborda todos estos métodos. Desde que su obra fue rescatada del olvido en un asombroso episodio de ampliación del canon literario, tanto por la respuesta de los lectores como por las guerras civiles entre herederos, editores e investigadores que se han ocupado de su obra, se ha escrito mucho, no siempre de forma documentada y exacta, sobre sus años en Francia e Inglaterra, hasta llegar a su tumba (sin lápida) en el cementerio de North Sheen, un suburbio de Londres.
Chaves carece de obras completas –aunque sus mejores libros, artículos y crónicas hayan sido salvados del silencio de las hemerotecas por Abelardo Linares (Renacimiento), María Isabel Cintas (Fundación Luis Cernuda) e Ignacio F. Garmendia (Asteroide)– porque escribió en diarios y en agencias de noticias. La editorial El Paseo, dirigida por David González Romero, que también contribuyó desde Almuzara a esta resurrección, acaba de publicar, en una edición a cargo de la filóloga Yolanda Morató, la primera entrega de tres nuevos volúmenes de sus crónicas, con más de quinientas piezas inéditas, sobre la Segunda Guerra Mundial.

Chaves Nogales con un grupo de soldados en el Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial
⁄ Chaves confiaba en la resistencia de Francia. Estaba, en cierto sentido, obligado a hacerlo
Morató ya enriqueció el relato biográfico del periodista sevillano con su ensayo sobre los difusos años británicos, donde desvelaba su papel como propagandista aliado. Aparece así un Chaves crepuscular, huido de París, que no casa con el mito del héroe, y que nos trae de vuelta a casa a un escritor terrestre, más humano y verosímil, que publicaba en los periódicos internacionales. Morató documenta en esta edición las vísperas de este cambio: su labor como corresponsal de las agencias Cooperation Press y Havas, entre septiembre de 1939 y junio de 1940, en Francia. Le seguirán los textos ingleses y sus escritos finales.
Esta edición tiene interés tanto por su delimitación histórica –los sucesos previos a la invasión alemana de París– cuanto porque permiten diferenciar entre el Chaves que escribe con limitaciones (la censura) y condicionantes (debe exaltar la moral civil) derivados de su tarea como periodista de agencia, y el autor de The Fall of France, el ensayo publicado por Claudio García & Cía en Montevideo (1941), redescubierto por Abelardo Linares, donde, libre de corsés, desvela la rendición gala.

Chaves Nogales en las ruinas de Canterbury
⁄ Mucho se ha escrito sobre el periodista, hasta llegar a su tumba, sin lápida, en un cementerio londinense
Estas crónicas son una suerte de contragonía de Francia. El contraste entre ambos libros es palpable. La capacidad de observación, el talento para la condensación y los testimonios que recoge Chaves son comunes. Difiere la atmósfera: primero optimista, aunque no triunfal. Después, devastadora. “Francia no tenía fe en sí misma, ni en su régimen, ni en sus hombres (…) Había llegado a enamorarse de su verdugo”, escribe en La agonía de Francia, que cuenta la actitud moral de los franceses ante la barbarie nazi. En las crónicas de El Sol (Argentina), Correio da Mahna (Brasil) y el Diario de la Marina (Cuba), fuentes sobre las que ha trabajado Morató, continuando las pesquisas de Linares, Cintas y Rocío López Palanco (al cuidado de la sección la drôle de guerre en la versión de Garmendia) la perspectiva todavía es esperanzadora.
Chaves confiaba en la resistencia de Francia. Estaba, en cierto sentido, obligado a hacerlo: el periodismo de agencia –se comprobará en las dos entregas más que El Paseo sacará en breve– debía resaltar elementos distintos, dada la finalidad en último extremo publicitaria de sus cables. En La agonía de Francia es más severo: “Las masas modernas lo soportan todo menos la incomodidad material, física (…) Esa masa en la que se apoyaba antes la democracia había dejado de ser demócrata”.

Chaves Nogales en París
⁄ Sus crónicas coinciden con su ensayo en su capacidad de análisis, pero difiere la atmósfera
Las crónicas son más bondadosas: “Lo más característico de esta guerra –explica– es que los civiles aprendieron su deber (…) Saben que la condición del triunfo es su resistencia. Sin frivolidad, con conciencia, los parisinos aceptan la férrea disciplina de la defensa pasiva (…) Este es el prodigio: la disciplina de la masa”. Chaves no miente, pero ve las
cosas desde ángulos divergentes cuando escribe sus crónicas –que eran también su sustento– y cuando recapitula lo vivido en la intimidad.
La edición de Morató, traductora también de los textos, conserva el inequívoco aire de su prosa. Todo un mérito
dado que los artículos han sido objeto de cuatro traslaciones: desde el español de los originales al francés (el idioma en el que se distribuían), regresando al castellano (en los diarios americanos) y al portugués (en Brasil) y volviendo, de nuevo, al español. Que el deslumbrante estilo de Chaves haya sobrevivido a todas estas peripecias demuestra que era un maestro de su oficio. Y que su periodismo de andar y contar es prodigioso. Casi indestructible.

Portada de los 'Diarios' de Chaves Nogales
Fragmentos inéditos
“El Ejército francés ha aguantado en sus sólidas posiciones concienzudamente organizadas el primer embate del enemigo en esta formidable batalla. Y esto es lo esencial. Francia sabe resistir y este es todo el problema que se le plantea: resistir. (…) mientras subsista la voluntad de resistir de Francia, nada se habrá perdido. Esa voluntad es hoy más fuerte que nunca”.
El Reich teme que surja otro Verdún
(Diario El Sol. Buenos Aires. 6 de junio de 1940)
“Miles de hombres, miles de niños, murieron entre la población civil (…) Muchos monumentos quedaron destruidos. Pero las obras de defensa, las fábricas, las centrales militares y las industrias vitales del país sufrieron poco. Se puede decir que la aviación nazi desató feroces ataques contra el glorioso pasado de Gran Bretaña, dejando intacto, sin embargo, su porvenir. Casi todos los proyectiles enemigos impactaron en puntos no vitales de la nave británica que, con sus máquinas y cañones, continúa su curso hacia la victoria final”.
La rosa de San Juan
(Diario Carioca. 26 de junio de 1941)
“Basta reflexionar sobre la enorme extensión del frente continuo que Alemania debe custodiar en los cuatro puntos cardinales para ver que esta supuesta invulnerabilidad es ilusoria. Alemania está en el centro de una ratonera. Y esa ratonera en Europa es tan grande, tan extensa, que Alemania no comprende que, en realidad, es una prisionera (…)”.
África no volverá a ser la trinchera del eje
(Correio Paulistano. 14 de noviembre de 1942)
Manuel Chaves Nogales
Diarios de la Segunda Guerra Mundial. 1. Desde París
El Paseo. 440 páginas. 21,80 euros