Pere Gimferrer: hacer de la vida un poema

Entrevista

A punto de cumplir ochenta años, hablamos con el escritor barcelonés sobre algunas de las cuestiones que han centrado su trayectoria: los libros, la pintura, el cine. Pero, sobre todo, la poesía

Horizontal

El escritor Pere Gimferrer fotografiado en su casa de Barcelona a principios de junio 

Àlex Garcia

A los 14 años Pere Gimferrer descubrió que existía Cahiers du Cinéma, y se creó la ilusión de que era un chico francés de provincias, que cada mes se compraba el Cahiers para enterarse de la vida y salir adelante. Aquel adolescente este 22 de junio cumple ochenta años, y su actividad demuestra, como le dijo Octavio Paz, que sigue siendo un poeta joven. Intentar resumir el papel fundamental que sus libros desempeñan para muchas generaciones de lectores no es tarea fácil. Que cada cual explore el vasto corpus bibliográfico de Gimferrer y se deje llevar, el resultado no defrauda ya se elija un volumen sobre pintura, un ensayo literario, un libro de poemas o su editadísimo Cine y literatura. Pere Gimferrer es un referente ineludible que con pasión por las palabras ejecuta su particular revolución permanente, el hacer de la vida un poema.

¿Si ahora no estuviera atendiendo esta entrevista, qué estaría haciendo?

Estaría en la editorial donde vuelvo a ir regularmente. No he dejado de trabajar nunca pero he estado unos meses ausente por dos cosas distintas: una baja por enfermedad y la terminación de unas obras complicadas que afectaban en modo especial la planta en la que estoy.

Así rodeado de libros, no puedo evitar preguntarle ¿qué está leyendo?

Hoy no estoy leyendo ningún libro concreto, estoy pensando cuál leeré. De todas maneras terminé de releer algunos libros hace poco, Absalom, Absalom! de Faulkner y las Confesiones de San Agustín.

Horizontal

Pere Gimferrer 

Àlex Garcia

Usted no es de los que escribe cada día, pero ¿tiene algo entre manos?

Estoy terminando de escribir una composición larga, aunque todavía no sé si valdrá la pena. Hay poetas desde Neruda, hasta Brossa, por ejemplo, que escribían cada día, pero yo no lo he hecho nunca. Brossa decía que tenía que trabajar cada día como un albañil. Y ya sabe lo de la anécdota de cuando fue a renovar el DNI y le preguntaron la profesión, y él dijo poeta, entendieron paleta, y él dijo paleta, sí, sí. Pero yo no escribo cada día.

¿Y de esta composición larga quiere avanzar algún detalle?

No, todavía es muy temprano.

En más de una ocasión ha contado que asume que sus poemas no se comprendan fácilmente.

Mis versos tienen siempre un sentido más poético que lógico y existen por el sonido y luego en parte por la semántica. El sentido lógico existe, pero no preexiste. La poesía se hace con palabras no con ideas.

De sus poemarios, ¿de cuál está más satisfecho?

Me cuesta decir. Soy un mal lector de mis poemas. Mientras los voy escribiendo y poco después de escribirlos los vuelvo a leer, pero con la finalidad de si tengo que hacer algún tipo de cambio o variación. Una vez publicados, es muy poco frecuente que vuelva a leer poemas o prosas mías.

Vamos, que no resaltará ningún título. Quizás ‘L’espai desert’ o ‘Rapsodia’…

L’espai desert, ¡sí! y otros. Cuando necesito publicarlos quiere decir que me parecen bien. Pero después, con el tiempo, ya no tengo una opinión concreta. Hay mucho de lo que escribí que no lo publiqué.

¿Dónde está el material no publicado?

Parte de lo que no publico tiene forma de manuscrito poco legible salvo para mí, porque nunca he dejado de escribir a mano. En una época relativamente extensa, escribía en una Olivetti, pero fue una etapa muy concreta y volví a lo manual.

¿Qué respuestas le ha dado la poesía?

¿A mí?

Sí, usted lanza muchas preguntas en forma de imágenes poderosas que a menudo son fogonazos que sacuden al que los lee, si me permite la observación.

A mí la poesía no me tiene que responder nada. La poesía por una parte detiene un instante en el tiempo y por otra lo analiza. Al descomponerlo casi prismáticamente, el instante ya es otra cosa, es el instante del poema. La poesía son retenciones de cosas que solo se pueden decir parando el tiempo.

Vertical

Pere Gimferrer 

Àlex Garcia

El día que lo invistieron doctor honoris causa, en el Laude que le dedicó Jordi Marrugat le dijo entre otras muchas cosas que usted es un puente de diálogo entre tradiciones literarias.

Soy una persona que ha tenido siempre mucha capacidad de absorber y tal vez de procesar, cosas muy distintas, no solo literarias, también el cine y la pintura.

En breve le preguntaré sobre pintura, pero antes vamos a hablar de su trabajo de editor en Seix Barral. Uno de los primeros escritores que editó es un amigo suyo, Eduardo Mendoza, ¿recuerda lo primero que le dejó leer?

Lo primero que leí no fue una novela, fue muy anterior. Eduardo iba un par de cursos por delante de mí en la facultad de Derecho. Y un día, creo que en el bar, me enseñó una cosa que recuerdo bien, se llamaba Mis juguetes, era un texto en prosa de carácter sarcástico como una especie de juguete cruel con mucho humor negro.

¿Y ya adivinó el talento de Mendoza?

Yo tengo la idea de que en literatura, pintura, cine u otra cosa, o llegas enseguida a ella o ya no conectarás. Es decir, si notas algo al principio, lo notarás todo el resto del tiempo. De esto, estoy muy convencido. O a la primera te interesa o no te va a interesar, y al revés, si aquello tiene algo que tú captas, enseguida comprendes si va a entrar en tu mundo de alguna manera o no. Y con Eduardo a las pocas páginas comprendí que me gustaba.

Aparte de Eduardo Mendoza, ¿a quién ha disfrutado editando?

A bastantes y de todo tipo, pero en narrativa a Muñoz Molina, Julio Llamazares, Isaac Rosa, Roberto Bolaño, de quien publiqué no su primer libro, ni mucho menos el más famoso, pero sí uno que me interesa: La literatura nazi en América.

Horizontal

Pere Gimferrer 

Àlex Garcia

Me figuro que no puede contar demasiadas entretelas de los mecanismos de los premios literarios…

Contaré una cosa curiosa porque su protagonista ya la contó. En uno de los premios de poesía en catalán del que soy jurado desde hace muchísimos años, durante un tiempo quedaba desierto porque un miembro del jurado, Narcís Comadira, lo argumentaba muy bien para que así fuera, hasta que alguien de la organización habló con él para que eso cambiase. Luego está el tema de los pseudónimos, cuando existen, alguna persona puede saber quién es tal o cual pseudónimo, aunque más que presión, existe el hecho de que conocer la identidad puede variar la conducta. También ha ocurrido que algún autor importante no ha sido premiado porque no conociendo la identidad podían no premiarlo o al revés. Pero esto, más que una presión es una información que puede variar la lectura.

Cambiemos de tercio, ¿cómo ve el panorama político actual?

El panorama político nunca ha sido para mí muy estimulante. Recuerdo una vez por carta que Valente, persona muy rigurosa, me dijo que la ilusión que se creó en la transición él creía que era falsa e ilusoria porque no puede haber cosecha cuando todo ha sido aventado y barrido. A menudo, para hablar de lo actual me ciño en cosas antiguas, como las cartas de Cicerón.

¿Y cómo interpreta el nacionalismo?

Cualquier nacionalismo es una proyección cultural. Esto es evidente, y hay un libro, Mater dolorosa de José Álvarez Junco, que indaga mucho en el tema.

⁄ “He disfrutado editando a Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares o Roberto Bolaño”

Usted es miembro de la de la RAE y de la Academia de las Buenas Letras entre otras. ¿Qué papel juegan en nuestro tiempo estas instituciones?

No siempre es el mismo y ha ido variando dentro de cada corporación y de cada ámbito. Yo, por ejemplo, tengo escasa relación con la nueva gramática de la lengua española, aunque tengo aprecio por su principal coordinador, Ignacio Bosque. Y en lo que respecta a la normativa catalana, todavía prefiero leer a Pompeu Fabra. ¿Para qué más sirven? Aunque parezca raro, para los diccionarios, porque todavía hay mucha gente que se remite a algún diccionario académico, lo que pasa es que incluso en esto Bones Lletres no siempre ha seguido el mismo ejemplo que el Institut d’Estudis Catalans…

¿Partidario de aceptar el ingreso de Luis Alberto de Cuenca en la RAE?

No me importa decir que voté por él.

Repasando sus ensayos sobre pintura, es inevitable destacar los nombres de Joan Miró y Antoni Tàpies.

A Tàpies lo traté muchísimo, como persona era muy interesante y no siempre hablábamos de pintura, le interesaba mucho hablar de otras cosas como ciertos libros, y también le interesaba el cine. Le interesaba bastante la poesía, que es lo más parecido a la pintura o el cine, porque no depende de que te cuente algo, sino de que sea una cosa u otra.

¿Y el trato con Joan Miró?

En colaboración con Miró hice un único libro pero muy especial, Lapidari de 1981. Estábamos en la galería Maeght de Barcelona y le conté que me acababa de llegar un libro de Inglaterra sobre las piedras. Y Miró hizo un chasquido con la lengua, el sonido que indicaba que la idea le había parecido adecuada. Miró no era una persona de hablar mucho, aunque sí tuve muchas conversaciones con él y algunas bastante minuciosas cuando estudiaba los objetos que hay en la Fundación Miró, y luego hice distintos libros sobre su obra.

¿Cómo lleva la pérdida y la ausencia de sus seres queridos?

Esto va tomando relevos, y no me pasa tan solo a mí, le pasa a todo el mundo. Hay un poema de Cernuda de cuando murió Gide, poema que no refleja mi pensamiento, pero sí el suyo, diciéndose a sí mismo “ qué pocos hombres que admirar te quedan”. Yo tampoco digo tanto.

Ya sé que usted no quiere hablar demasiado de su ochenta aniversario, pero cómo encara este tramo de la vida?

No encaro nada. De momento me limito a escribir un texto no publicado y casi no leído por nadie, poco menos que por nadie.

⁄ “Miró no era de hablar mucho, aunque sí tuve muchas conversaciones con él, alguna bastante minuciosa”

Octavio Paz le llamó poeta joven, ¿se sigue sintiendo así?

Él me dijo que yo siempre sería un poeta joven, aunque no lo fuera como persona. Esto lo dijo en una carta, me escribió que hay poetas que siempre son jóvenes como Apollinaire y quizás García Lorca, y otros que siempre son viejos, como Elliot, que le gustaba mucho sin embargo.

¿Sigue sin querer sentirse un adulto?

Lo suscribo en cierto modo. La poesía como la pintura responde a un mundo que en cierto modo es distinto del mundo adulto. Una persona que murió hace poco, y con la que nunca me llevé demasiado bien, decía que todos fingimos ser adultos. Y quizás sí todos fingimos ser adultos.

Para terminar y conectarlo con quehaceres de adulto. ¿En el despacho qué rutina le espera?

Ahora estoy en un despacho nuevo donde todo está como estaba en el anterior, todo quiere decir que en una estantería de libros son los mismos y por el mismo orden. Mi rutina fundamentalmente consiste en leer y eso es algo que he hecho siempre fuera y dentro de mi despacho.

Horizontal

Pere Gimferrer 

Àlex Garcia
Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...