Theodore Roosevelt, presidente de Estados Unidos, escribió en 1906 a su embajador en Gran Bretaña que le desagradaban “rotundamente” esos “matrimonios internacionales que se basan en la venta de la joven por su dinero y la compra del hombre por su título”. Menos diplomático, que ya es decir, se mostró el muy influyente periodista inglés William Thomas Stead, quien calificó de “prostitución dorada”, gilded prostitution, los emparejamientos “transatlánticos” entre millonarias norteamericanas y aristócratas europeos, muchos de ellos británicos.
Stead le había dado la vuelta a la expresión “dorada”, gilded, que da nombre a la Gilded Age, las décadas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, la edad dorada en la que Estados Unidos conoció un crecimiento extraordinario con la reconstrucción del país tras la guerra de Secesión. Se levantaron ciudades, se construyeron ferrocarriles, se crearon bancos y mucha gente ganó muchísimo dinero.
/102 millonarias americanas se casaron con nobles británicos entre 1870 y 1914 y aportaron 25 mil millones de dólares
Es el mundo que retrataron en sus novelas Henry James o Edith Wharton, a quien justamente se debe una parte de la fiebre que la edad dorada ha experimentado en los últimos años, gracias a series televisivas como justamente La edad dorada o Las bucaneras, basada libremente en una novela inacabada de la propia Wharton.
También es el mundo que tan elegantemente retrató el pintor norteamericano John Singer Sargent, de quien se cumplen cien años de su muerte, una efemérides que se ha conmemorado en Gran Bretaña con una exposición única de los cuadros y dibujos con que retrató a las “princesas del dólar”, como se las denominó en su época.
John Singer Sargent: ' Mrs Wilton Phipps', 1884
EL TÍTULO SE LO GANÓ ELLA. Hija de un magnate de la banca y el ferrocarril, el matrimonio con un inglés no le reportó a Wilton Phipps ningún título: fue nombrada Dame, el equivalente femenino de Sir, por su labor personal en la presidencia del comité de educación del Consejo del Condado de Londres, cargo en el que fue la primera mujer. Cuando su vista se deterioró, se convirtió en presidenta del Consejo Central para Ciegos de Londres. Sargent la retrató destacando sus facciones entre la paleta de blanco y negro bajo la influencia de Manet, a quien admiraba.
Una expresión peyorativa, princesas del dólar, que muestra lo mal consideradas que estuvieron estas acaudaladas herederas, pero ante todo mujeres, a ambos lados del océano: para muchos norteamericanos, se trataba de una riqueza ganada en su país y que sin embargo era dilapidada por nobles británicos que nunca habían pegado golpe: se calcula que unos 25 mil millones de dólares entraron en las cuentas de los nobles ingleses gracias a esos matrimonios.
John Singer Sargent: Lady Anne Innes-Ker con sombrero', 1911
VOLUNTARIA DURANTE LA GUERRA. Nacida en Nueva York como Anne Bresse, su hermana Eloise también se casó con un noble británico y se convirtió en condesa de Ancaster. Anne tenía veinte años cuando conoció a Lord Alastair Innes-Ker, hijo del séptimo duque de Roxburghe. Extrovertida y decidida, durante la primera guerra mundial sirvió en la cantina Eagle Hut en Aldwych, donde se alojaban las tropas norteamericanas
No sólo los estadounidenses de a pie pensaban así: el padre de Frances Work, quien había amasado una fortuna trabajando duro como comerciante haciendo honor a su apellido, dedicó en su testamento quince codicilos a la vida sentimental de su hija, quien sólo recibiría su herencia si se separaba de su segundo marido. El primero, un aristócrata inglés arruinado, le hizo desembolsar 50.000 dólares de 1880 para pagar sus deudas de juego. Al señor Franklin H. Work le hubiera gustado saber que de aquel matrimonio que tan caro le costó descendería la princesa Diana de Gales.
John Singer Sargent: 'Edith Russell, Lady Playfair'
UN MATRIMONIO ACERTADO. Lyon Playfair, científico reputado y primer barón Playfair, ya había enviudado dos veces cuando contrajo nuevas nupcias con Edith Russell, hija de un adinerado propietario de Boston. El matrimonio se relacionaba con poetas y filósofos y el barón, que bien podría haberse llamado “Fairplay” por su buen hacer, escribió que Edith “ha sido para mí una fuente constante de apoyo y simpatía, tanto en mi vida privada como pública”.
En Estados Unidos muchas de estas herederas del dinero nuevo eran rechazadas por los muy esnobs descendientes del dinero viejo en los salones de las ciudades de la costa este, con Nueva York como centro. La sociedad británica tampoco acogió a estas mujeres con los brazos abiertos, como se puede ver por el título de la novela de Wharton: en muchos casos sufrieron prejuicios debidos a su educación más liberal y su desconocimiento de las rígidas normas por las que se regían las clases altas inglesas, además de la envidia que despertaban sus fortunas.
John Singer Sargent: 'Nancy Witcher Langhorne, vizcondesa Astor', 1908
LA PRIMERA DIPUTADA. Una mujer británica preguntó a la entonces Nancy Langhorne si había ido al Reino Unido “a llevarse a nuestros maridos”, a lo que esta contestó que “si supiera usted los problemas que he tenido para librarme del mío”. La respuesta ya auguraba su exitosa carrera política, tras su divorcio y posteriores nupcias con un aristócrata inglés. Se convirtió en la primera mujer que ocupó un escaño en la Cámara de los Comunes del Parlamento Británico, que mantuvo durante 26 años
Las veían como jóvenes caprichosas y frívolas interesadas solo en obtener un título: 454 herederas estadounidenses se casaron con miembros de la aristocracia europea entre 1870 y 1914, según el libro Titled Americans, de 1915. Incluso existía una publicación, Americans, en la que se detallaban los solteros británicos elegibles, con sus títulos y economía a modo de catálogo
John Singer Sargent: 'Consuelo Yznaga del Valle, duquesa de Manchester', c.1907
UN DUQUE DERROCHADOR Y MUJERIEGO. De la heredera cubanoamericana Consuelo Yznaga también se dice que fue un modelo para la novela de Wharton. Se casó con George Montagu, vizconde de Mandeville y duque de Manchester, quien dilapidó la fortuna de su esposa y mantuvo a numerosas amantes. Sargent la retrató al óleo y también le hizo este dibujo al carbón.
De estos matrimonios, 102 fueron con aristócratas británicos. Ellas obtenían un lugar en la sociedad y ellos podían arreglar las goteras de los techos de sus mansiones y casas de campo, donde colgaban los retratos del codiciado Sargent como una prueba más del estatus y el poder que conllevaba la combinación de la riqueza estadounidense y la nobleza británica.
John Singer Sargent: 'Cora condesa de Strafford', 1908
REINA DEL DENTÍFRICO Y CONDESA. Cora Smith se casó tres veces, la primera con el magnate de la pasta de dientes Samuel Colgate, de quien heredó su fortuna. La segunda fue con el cuarto conde de Strafford, quien falleció a los cinco meses de la boda tras caer a las vías del tren, lo que dio lugar a habladurías, casi tantas como el hecho de que llevó la tiara torcida en la boda del rey Eduardo VII. La última fue con Martyn Kennard. Tenía 48 años cuando Sargent la retrató con este vestido de noche.
La exposición en Kenwood House, un palacio del siglo XVII ubicado en Hampstead Heath, reúne por primera vez dieciocho retratos de estas mujeres, óleos de cuerpo entero y carboncillos, que reflejan una dualidad bajo la alianza: las miradas de ellas son modernas, muestran autoridad, confianza en sí mismas, determinación, sólo hay que ver los dos dibujos de Lady Anne Innes-Ker, con y sin sombrero, mientras que las composiciones de Sargent y su manera de pintarlas recuerdan a Gainsborough o Reynolds, una forma de establecer y visibilizar la pertenencia de estas recién llegadas a una clase social que justificaba su supremacía en una cadena que se remontaba en el tiempo.
Sargent pintaba a las herederas norteamericanas a la manera de Reynolds o Gainsborough, para afirmar su pertenencia a la cadena aristocrática británica
La exposición también replantea el que ha sido un lugar común para estas mujeres: desgraciadas en sus matrimonios y dedicadas a la vida social en cuerpo y alma. En algunos casos fue así, especialmente en el de Consuelo Vanderbilt, cuyo retrato al carbón ahora en Kenwood no se había expuesto antes. Vanderbilt, hija de un magnate del ferrocarril, rechazaba el matrimonio al que fue obligada por su madre;
El día de su boda, una de las nueve que en 1895 se celebraron entre herederas estadounidenses y aristócratas ingleses, “mis ojos, hinchados por las lágrimas que había derramado, necesitaban una esponja abundante antes de poder afrontar las miradas curiosas que siempre reciben a una novia”, escribiría en sus memorias El brillo y el oro. El matrimonio con el noveno duque de Marlborough fue un desastre desde el momento en que el novio le confesó que sólo se había casado para salvar el Palacio de Blenheim, la sede ducal.
Tras el divorcio, Consuelo Vanderbilt tuvo una vida feliz con su segundo esposo, un aviador francés, pese a lo cual su fallida aventura británica quedó fijada como ejemplo o cliché de estos matrimonios infelices, al punto de que algunos historiadores afirman que fue ella la que inspiró el personaje de Conchita Closson de Las Bucaneras.
Las herederas norteamericanas, la mitad de las cuales procedía de Nueva York, aportaron más que millones, deja claro la exposición, que en ningún momento utiliza la expresión “princesas del dólar”; muchas se implicaron en su nuevo país, como Nancy Astor, quien se convirtió en la primera mujer diputada en la Cámara de los Comunes y mantuvo frecuentes enfrentamientos con Winston Churchill, a quien llegó a decir que “Si usted fuese mi marido, le envenenaría el té”. Churchill contestó ”¡Madame, si usted fuera mi esposa, me lo bebería!”.
“Cada heredera, al analizarlas una por una, rompe el molde”, resaltó en la presentación de la muestra su comisaria, Wendy Monkhouse. Romper moldes, es el caso de Daisy Leiter, hija de un gigante inmobiliario de Chicago, quien entre muchas propuestas eligió al decimonoveno conde de Suffolk, tuvo tres hijos y se convirtió en piloto de helicóptero: escandalizó a una sociedad anclada en el pasado con sus vuelos entre Cornualles y su suite en el Ritz de Londres.
Heredera: Retratos Americanos de Sargent. Kenwood House, Londres. www.english-heritage.org.uk. Hasta el 5 de octubre
