Quien visite la espléndida exposición que KBr Fundación Mapfre dedica a la fotógrafa Helen Levitt (Nueva York, 1913-2009) es posible que se ponga de buen humor, a pesar de todo lo que vemos y sabemos. Especialmente si no ha perdido una conexión profunda con lo mejor de su infancia. Aunque algunas imágenes expuestas tienen un tono existencial o crítico y no precisamente divertido, en el conjunto de la muestra y de la obra de Levitt prevalece un personal sentido del humor, ligado a la vitalidad, la alegría y la libertad, pero también a un cierto absurdo de las situaciones.
Levitt sabe conjugar ese humor sutil con una especie de misterio existencial, de ambigüedad –entre la evocación narrativa y su negación–, y con una cierta clase de ternura: la que podemos asociar con el recuerdo de la infancia en sus aspectos salvajes y todavía inocentes.
/Levitt sabía que la belleza no se puede desligar de la verdad y que se encuentra en el mundo y en el ser y el hacer de la gente antes que en una supuesta perfección formal
Helen Levitt merece figurar en la historia de la fotografía entre los mejores exponentes de un género que es específicamente fotográfico, la llamada “street photography” o fotografía de
calle, junto a quienes fueron sus maestros: Walker Evans y Henri Cartier-Bresson. O también cerca de Robert Doisneau, o incluso del cineasta Jacques Tati, atentos, como ella, a las
escenas callejeras significativas y propensos a una mirada humorística más benevolente que sarcástica o amarga.
‘Nueva York, ca. 1939’. Además de escenas de acción y retratos de grupo, Levitt realizó retratos sin pose como este
La muestra, que viajará a Madrid después de su presentación barcelonesa, ha sido comisariada por Joshua Chuang –director de fotografía de Gagosian– y reúne más de 200 fotografías realizadas entre 1936 y 1988. La mayor parte las tomó Levitt en Nueva York, en los años treinta y cuarenta, y son fotos de calle –de gente en la calle– en blanco y negro. La selección de fotografías en color no es tan generosa, aunque incluye algunas de sus mejores imágenes, como la de esa niña que parece un signo dinámico, junto a un coche verde aparcado.
Y de su obra cinematográfica se muestra sólo el cortometraje más conocido, In the street, que filmó en los años cuarenta y en colaboración con su gran amiga, cuñada y mecenas Janice Loeb y con James Agee, por entonces más conocido como crítico, pero que firmó los guiones de dos obras maestras del cine: La reina de África y La noche del cazador , dirigidas por John Huston y por Charles Laughton, respectivamente.
⁄ En su obra prevalece un personal sentido del humor, ligado a la vitalidad, la alegría y la libertad, pero también a un cierto absurdo de las situaciones
No era una cierta idea de la perfección lo que buscaba y encontraba Helen Levitt en las calles de su ciudad, Nueva York. Creo que ella sabía que la belleza no se puede desligar de la verdad y que se encuentra en el mundo y en el ser y el hacer de la gente antes que en la supuesta perfección formal de una composición obediente a fórmulas convencionales.
De hecho, sus instantáneas callejeras ni siquiera parecen buscar el famoso instante decisivo, sino más bien los gestos de una escena verdadera, las expresiones de la pura vida inmediata y visible por todo aquel que preste atención a ciertas realidades cotidianas, esenciales y muy distintas de las que más gustan a los amantes del poder y la riqueza material.
‘Nueva York, ca. 1940’. El mundo estaba en guerra, pero en las calles de Nueva York los niños seguían jugando
Levitt fotografió en distintos barrios de Nueva York a los niños sueltos, en calles sin coches, jugando fuera de control o quizá vigilados de lejos, disfrutando como lo que son: seres humanos, pero también animalitos del bosque todavía no domesticados del todo, que viven en la ciudad porque nacieron ahí.
Junto a sus fotos de calle protagonizadas por niños y por adultos –estos ya mucho menos alegres, salvo excepciones– forman un grupo singular sus fotos de dibujos realizados por niños y niñas en las calles, en los muros, las aceras y el asfalto. Las tomó entre 1937 y 1940, una época en que sólo artistas ligados al surrealismo, como Joan Miró, Brassaï o ella misma, sabían valorar y descubrir la poesía de esa clase de expresiones, antes que Dubuffet y el “art brut”.
El repertorio de dibujos en tiza blanca es variado, desde engendros que parecen un híbrido de tanque militar y monstruo fantástico o un grupo de mujeres que parecen haber sido víctimas de un peluquero desquiciado (o punk con cuarenta años de adelanto) hasta un minimalista botón dibujado en un muro de piedra, que se acompaña de esta frase: “Button to secret passage. Press” (Botón hacia un pasaje secreto. Tocarlo).
Helen Levitt KBr Fundación Mapfre Barcelona. kbr.fundacionmapfre.org Hasta el 1 de febrero de 2026
