Una historia de rescate de gatos (y de humanos)

Novela

La segunda novela del boliviano Gabriel Mamani Magne, ‘El rehén’, gira en torno de la identidad familiar y las relaciones entre los distintos miembros

El escritor boliviano Gabriel Mamani Magne

Segunda novela del laureado escritor boliviano residente en Brasil, Gabriel Mamani Magne

Saraishirley

Nacido en La Paz (Bolivia) en 1987, Gabriel Mamani Magne reside en Goiás, Brasil. Es profesor universitario, traductor y guionista de cine y cómic. Periférica publicó en 2023 Seúl, Sâo Paulo, Premio Nacional de Novela en Bolivia 2019 y reseñada en estas páginas tras su publicación en España en 2023. Periférica recupera ahora para los lectores españoles El rehén, publicada en su país en 2021.

Si la primera es en torno a la identidad boliviana, El rehén lo es en torno a la identidad familiar y a la relación entre los distintos miembros de una familia. El libro se abre con una declaración de principios: “Sé que no estuve allí y que por tanto no pude ver nada. También sé que hablo en primera persona (…) He pensado tanto en esto que es como si realmente hubiera estado allí”. Todo ocurrió hace veinte años. El padre, Roberto Yupanqui De Jesús, apodado Robi, y en su barrio Chuño, detesta la cumbia, en una novela llena de resonancias musicales, con Laura Pausini, Chichí Peralta, NSYNC y los Backstreet Boys. Odia las injusticias y le hubiese gustado ser presidente. Con frecuencia está ebrio, tal vez por culpa del plan para librarse de la deuda, fingiendo un secuestro y pedir a su esposa, de la que está separado, una suma elevada de rescate.

⁄ Narrado desde el presente y ajeno a toda nostalgia, el relato incluye dos secuestros, uno falso y el otro, animal

A la madre, alias la Tunta, le ha marcado la vida aceptar a su marido en vez de a un médico, las peleas con su hermana Hilda, que la engañó, y la ruptura con Roberto. Éste conducía borracho, cuando tuvo que frenar violentamente. Ella le abandona y se compra un minibús, algo que despierta la admiración de todos. El hermano de Cristian, Tavo, tiene un corazón inmenso, “sobreexcitado, capaz de sentir tanto que no se conformaba con ser el órgano de un cuerpo. Era un corazón que quería ser el cuerpo entero”. Cuando el padre, perseguido por la culpa, decide huir, dolido al saber que su exmujer se ha casado y tras haber golpeado a su colega minibusero Colque, al que ha desfigurado la cara, se instala en la casa de doña Fany, con la que tendrá relaciones sexuales a ocultas. Los chicos de la casa son Maicol, de dieciséis años, que viste ropa de mujer para que no salga de casa, y sus hermanos Edson, Yumiciel y Abel, con su querido gato Chikorita.

Los secuestros en la novela son dos. El padre dice a su esposa que han secuestrado a los niños y les hace leer el guion de lo que tienen que decir a su madre. Por su parte, Edson y los demás deciden secuestrar al gato de Abel, que paga el rehén con un gatito rubio, que es la mascota de los vecinos. Finalmente, aparece el padre esposado por la policía. Ahora el sentimiento de culpa caerá sobre los hijos.

El “capítulo” más poderoso de un libro atractivo desde la primera página es ese en el que el narrador nos dice que añora la casa de Pasankeri. “Más que extrañar a aquellos invidentes de quienes ya conocía sus nombres e historias, extraña las monedas que Tavo y yo ganábamos por escoltarlos”. El padre llora cada vez que está borracho, comenta que le ha desfigurado la cara a Colque “y el porqué de nuestra presencia en aquella casa”. Su angustia “era demasiado real”. Años más tarde, en una novela narrada siempre desde el presente, ajena a toda nostalgia, Cristian se enterará de que si su padre había bebido intencionalmente —una novela que se abre en un bar— era para tener el valor de contar su plan a los hijos, secuestrados como nosotros los lectores. /

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