El vaquero del espacio más popular regresó en el Sant Jordi para absoluto disfrute de sus seguidores barceloneses, que tiempo hacía que no sabían de él y que, como buenos fieles, 17.000 de ellos llenaron el pabellón y disfrutaron de la ocasión de revivir esas épocas de vigorosa juventud. Jamiroquai desveló muchas de las incógnitas creadas a su alrededor con este arranque de gira en la capital catalana que dejó un gran sabor de boca gracias especialmente a la colección de grandes éxitos que atesora, aunque también a alguna novedad.
La formación británica que encabezó el movimiento acid-jazz en los años noventa, y que lidera el siempre carismático pero pintoresco Jay Kay, no se ha prodigado mucho por los escenarios en los tiempos pospandemia. Por eso era esperado este The Heels of Steel Tour, gira otoñal europea que apenas durará un mes, y que tuvo en el día de ayer su única fecha en la península. Y cumplió: la banda caminó como nunca, encadenó los temas como si de una sesión de dj se tratara, y, con un público entusiasta, intergeneracional y muy internacional, el ejercicio de sana nostalgia no decayó en ningún momento. Cerca de las dos horas y media dieron para mucho baile.
Estreno mundial
La banda ofreció tres avances de un álbum anunciado para el año que viene, pero fueron 'hits' como 'Cosmic Girl' o 'Virtual Insanity' los que enloquecieron la grada
Jay Kay y los suyos —con formación renovada— no volvían a Barcelona desde el festival Cruïlla del año 2018, y lo más comentado entonces fue el estado de forma de su vocalista y alma mater. Esta vez, sin embargo, y con sus 55 años a cuestas, no solo mostró una buena voz, sino también una fuerza y movilidad notable. Exhibiendo, pues, buena cara y con un colorista atuendo —aunque quizás menos estrafalario que antaño—, arrancó con una poco habitual (Don't) Give Hate a Chance, de su sexto álbum Dynamite, que marcó el tono de la velada desde el principio. El Sant Jordi sería una discoteca gigante y lo siguió siendo con uno de sus absolutos clásicos, una prolongada Little L de aquel superventas que fue A Funk Odyssey ejecutada, con precisión quirúrgica .
Para el tercero de los temas, se bajaron algo las revoluciones y la banda tiró de uno de aquellos temas de los primeros álbumes, pero también más que conocidos y vibrantes para el incondicional, The Return of Space Cowboy. No podía faltar tratándose de un regreso. La grada coreó al unísono el estribillo junto a las tres coristas. La comunión se mantenía así y también con la siguiente, enlazada sin parar, la generosa Dynamite (más de diez minutos, como muchos de los temas). Jay Kay aprovechó el parón para agradecer a Barcelona el recibimiento en esta vuelta y anunciar, de paso, que el año que viene habrá nuevo álbum para saciar “el apetito” del personal.
Jamiroquai arrancó la gira otoñal en la capital catalana, dejando un gran sabor de boca
El ritmo volvió con Alright, otro clásico de los dos mil, ralentizado con temple y elegancia, y tras el impasse de temas como Could 9 o la tranquila Tallullah, presentó el primero de los temas que son material nuevo de este misterioso disco que está por venir. Disco Stays the Same, que así se llama, se adentró en una esfera inequívocamente discotequera y más electrónica, con lo que el vocalista aprovechó para estrenar extravagante sombrero luminoso de aquellos marca de la casa. Todo el mundo en pie otra vez.
Como un reloj
Jay Kay ofreció carisma y unas prestaciones vocales impecables y el conjunto funcionó como una máquina bien engrasada con temas generosos en detalles y longitud
Mención aparte, la banda. Los diez músicos actuaron como una máquina bien engrasada y ofrecieron nivel interpretativo y sonido sofisticado a un público que agradece que no solo se trate de pregrabaciones ni samplers temas cortitos; sino que suene lo que hay, que el slap electrizante se apodere del personal, que introducciones, interludios, desarrollos y medleys sean completos —incluso muy muy largos—, que el conjunto de percusión levante a las gradas del asiento y que, en definitiva, todo esté en su sitio para una fiesta de lo más estilosa.
Mantuvo la tensión Travelling Without Moving para volver al pasado noventero, y saltar así al segundo tema de los nuevos, Shadow in the night, más disco inspirado en los setenta, si eso aún era posible. Pero la grada volvió a vibrar de verdad con Canned Heat, rompepistas del Syncronized, quinto de sus álbumes, y otro de sus temas más populares. Ovación larga. Se acercaba el final y, tras las presentaciones de cortesía y la también novedosa Queen Machine, las imprescindibles Cosmic Girl, Loove Foolosophy y Virtual Insanity, que fue el bis con mensaje reivindicativo final, acabaron de desatar la locura y el desenfreno, porque lo de toda la vida es lo que todo el mundo había venido a escuchar y danzar.
En definitiva, noche de fiesta infatigable, pero con groove y caché. El Sant Jordi perdonó con creces los años de ausencia y misterio. Y, vaya, que se lo pasó muy bien.
