Eran cerca de las diez y media cuando, después de dar vueltas sobre la cautelar del CSD, los tertulianos de ayer viernes en El Món a RAC1 escucharon una pregunta, no tan retórica, de Jordi Basté: “¿Y no podría ser que el Barça tenga la razón?”. De repente, se hizo un silencio en el estudio que yo, que me escuchaba el programa en la calle mientras paseaba a la perra, rompí a reír con una carcajada.
He pasado la primera semana del año fuera de Catalunya. Y por lo tanto, me he perdido las primeras reacciones de nuestro querido entorno sobre la situación de Olmo y de Pau Víctor. Con cada nuevo tuit, artículo o tertulia que cazaba al vuelo, mientras cambiaba de tren o hacía maletas, más fuerte era la impresión de que se me estaba escapando alguna pieza fundamental para entender el conjunto. ¿De dónde sale este nuevo ramalazo de agresividad contra la gestión del presidente Laporta? ¿Y el sonsonete sobre la escasa profesionalidad de la gente del club? ¿Y el acrítico seguidismo local de las tesis de Madrid?
Un club gobernado por gente que improvisa no consigue asociarse con marcas de prestigio
Me atrevería a decir que, en lo que llevamos de temporada, más allá del 125 aniversario, las tres mejores noticias que hemos recibido los culés son, en primer lugar, haber encontrado un proyecto estimulante para el primer equipo; en segundo lugar, la renovación al alza del contrato de patrocinio con Nike y, finalmente, el retorno al 1:1 del Fair Play Financiero de LaLiga. Pues bien, descontando la primera, que celebramos encarando con entusiasmo cada partido, hemos tenido que ver como las otras dos, que en cualquier otra entidad deportiva serían motivo de orgullo y de fiesta, pasaban desapercibidas, soterradas debajo ve a saber qué espantajo.

El centrocampista del FC Barcelona, Dani Olmo,
Un club gobernado por incompetentes no reduce la masa salarial casi trescientos millones sin poner en riesgo la competitividad del primer equipo, ni habría recuperado el rumbo sin poner en riesgo el modelo de propiedad, sin hacer pagar un real al socio... Un club gobernado por gente que improvisa no consigue asociarse con marcas de prestigio mundial, como Spotify, como Nike, después de largas y complicadas negociaciones. Por cierto, cuando estas se encallan, y de común acuerdo con ellas, se acude a mediadores que las desencallen, y evidentemente, se afrontan al 50% las comisiones pertinentes. Un club sin proyecto, ni la fortaleza suficiente, no emprende una obra tan ambiciosa como el nuevo Spotify Camp Nou; ni probablemente, por desgracia, lo encarga a una empresa constructora que no pertenece al Ibex...
¿Finalmente, si el Barça solo está gobernado por amigos y familiares, como es que, de repente, cuando se marchan, son grandes profesionales que pierde el club? En fin. Justo empezamos el año. A buen seguro que vendrán muchas más curvas. Sin embargo, quién sabe, si empujamos juntos, quizá ya desde hoy, empezamos a ganarlo todo.