El portero cuenta y más de lo que parece

POR LA ESCUADRA

Hace tiempo que no veía a un grande de Europa desvanecerse de esa forma sobre un terreno de juego. Bueno, tampoco han pasado siglos: el inolvidable 8-2 encajado por el FC Barcelona de Messi en Lisboa aquel agosto del 2020. Anteayer, el Manchester City fue un equipo afligido, envejecido y ausente al que ni siquiera un golpe de fortuna –avanzarse 2 a 1 en el minuto 80– le desvió del batacazo. Esta vez, la típica remontada del Real Madrid careció de épica y tuvo mucho de trámite de puntillero. Un cerrado por ausencia.

Del hundimiento del City –aunque queda la vuelta y esto del fútbol es inescrutable–, semblante resignado de Pep Guardiola aparte, me sorprendió la actuación del meta Ederson, brasileño, 31 años. No se trata de cargarle el mochuelo de la derrota pero sí de recordar hasta que punto –por si se nos olvida– importa la figura del guardameta. Ederson protagonizó la jugada del partido y con ella la rendición.

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Ederson, el portero del Cityl

Scott Heppell / Reuters

A un disparo de Vinicius dentro del área, para nada a bocajarro, el arquero reaccionó sin extender los brazos y dejó que el balón se estrellase entre el cuello y el pecho, como si en lugar de un internacional brasileño fuese el chaval condenado a la portería en el patio de colegio. Que no estirase los brazos... ¿qué le pasaría por la cabeza? Cuando un portero rechaza con el tronco, el balón va dónde le da la gana y en el caso que nos ocupa fue a los pies de Brahim Díaz. Empate a dos regalado y el desmoronamiento vital de las grandes ciudades. El invasor ya sabe que no habrá resistencia y tiene prisas por acabar.

Las pájaras de Ederson sentenciaron al City y nos recuerdan que los porteros, sí, deciden a veces los títulos

Sorteada la Copa del Rey, perfilados los octavos de final de la Liga de Campeones y ajustada la cabeza de la Liga, una constatación más relevante de lo que parece (y si no es relevante, pensemos en la nochecita de Ederson y la condena que infligió al equipo): Real Madrid y Atlético de Madrid disponen de porteros cumbres, el FC Barcelona, no.

El portero siempre ha sido un marciano en un deporte que se juega con los pies. Animal racional de sangre fría, se le da por descontado el valor y su función de póliza de seguro. No se espera de él que prenda fuegos sino que los apague y si son de magnitud pavorosa –todos los incendios en la prensa española eran pavorosos– se espera que llame al seguro.

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El desequilibrio en el puesto que presenta el FC Barcelona respecto a los dos competidores –Courtois y Oblak– ha pasado desapercibido. El buen juego azulgrana ha atenuado la adaptación del polaco Wojciech Szczesny, gato viejo, que hacía vida de catedrático jubilado este verano. Lo que suceda de ahora en adelante, tiempo de eliminatorias y errores los justos, será un baremo sobre la importancia del portero en los tiempos modernos.

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