Gasolina para el futuro

Llega un momento en que te saturas. En que la cabeza te dice que no encuentra soluciones. En que llevas tanto tiempo en la pista devorando rivales que no puedes más. Llega un momento en que hay que dejar de ganar para volver a hacerlo. En eso quizás pensaba Carlos Alcaraz en su silla cuando se veía superado por un Sinner superlativo. Se le llevaban los demonios al murciano, enfadado consigo mismo, gesticulando hacia su palco, dialogando en la distancia con su entrenador, Juan Carlos Ferrero. Hacía casi tres meses que no perdía, desde la final del Trofeo Godó ante Rune.

Desde entonces había convertido en oro todo lo que tocaba, incluida la inverosímil final de Ronald Garros cuando se levantó para protagonizar una remontada de leyenda. Le tenía la moral comida a Sinner, sabía cómo buscarle las cosquillas, pero los grandes campeones, y el italiano lo es y lo puede ser más, saben cómo sobreponerse. Llevaba el número 1 del mundo muchos meses buscando cómo darle una vuelta de tuerca a ese Alcaraz que le hacía ir de cráneo, que le engañaba con sus dejadas y que le sorprendía con su ingenio. En esta final de Wimbledon lo consiguió y lo hizo enseñando carácter, jugando también con el público como nunca lo había hecho en su carrera y demostrando que en su pulso generacional con Alcaraz él tiene una marabunta de cuestiones que decir. Faltaría más.

Algún día tenía que llegar la derrota en la final de un grande, lo más importante es levantarse

Echando la vista atrás hay una imagen icónica en el mundo del tenis. Nos situamos en la final del Open de Australia del 2009. Rafa Nadal acaba de derrotar a Roger Federer. El suizo rompe a llorar porque el balear le había ganado en Roland Garros, en Wimbledon y en Australia. En tierra, en hierba y en pista dura. No sabía qué hacer ya. Estaba desesperado. Pero Federer no tiró la toalla aquel día y ocho años después batió en una final en Melbourne a Nadal. Sinner ha tardado mucho menos tiempo en sacarse la espina. Ha tenido la suerte de los campeones también porque ante Dimitrov estaba perdido cuando el búlgaro tuvo que abandonar. Aprovechó su oportunidad y no se le puede poner ni un pero a su victoria ante Alcaraz. Entre campeones lo más normal es la alternancia, no el dominio absoluto de uno sobre el otro. Alcaraz no sabía lo que era perder en Wimbledon desde el 2022 ni sabía lo que era ceder en una final del Grand Slam. Algún día tenía que llegar. Gasolina para el futuro.

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