Como alma en pena deambulaba Lewis Hamilton (40) por el paddock de Hungaroring, abatido, derrotado, prácticamente conteniendo el llanto. Un heptacampeón del mundo destrozado sin ocultarse. Sus desgarradoras declaraciones, inmolándose por su pésima racha, evidenciaban la profundidad de la herida: “Soy un inútil, absolutamente inútil. El problema no es el equipo, el otro coche está en la pole (Leclerc); probablemente Ferrari debería cambiar de piloto”, se disparaba el sábado tras su pésima clasificación, 12.º. Una posición que no mejoró en la carrera, 12.º, su peor resultado esta temporada roja.
Soy un inútil, absolutamente inútil. El problema no es el equipo; quizás Ferrari debería cambiar de piloto”
“Igual que ayer. Estoy feliz de que haya terminado la carrera. Tengo ganas de irme”, acertaba a pronunciar el domingo el piloto inglés en el corralito para las televisiones, respondiendo con monosílabos, con tono abatido, la mirada baja y el ánimo por los suelos. Era el Hamilton más deprimido que se ha visto en público en la Fórmula 1 en sus 19 temporadas.

Hamilton, adelantado por Verstappen en la carrera de Hungría
El inglés, que sufrió episodios depresivos a lo largo de su vida, duda de sí mismo tras el 12.º puesto en Hungría y su pésima racha este 2025
No en vano, este curso, su primer año en Ferrari, está siendo el peor en su trayectoria en el gran circo : no se ha subido ni una sola vez al podio en las 14 carreras (lo que nunca le había pasado en sus anteriores 356 GP), sus mejores resultados han sido tres cuartos puestos (Silverstone, Austria e Imola), su vecino de box le está pasando la mano por la cara (11-2 en carrera y 10-4 en parrilla), nada le sale, ni lidera en el equipo, ni se ha ganado la estima de los tifosi...
Pareció que el triunfo en la Sprint de Shanghai en el segundo Gran Premio (22 de marzo) iba a ser su pista de despegue, pero ni los resultados lo han acompañado tras el necesario proceso de adaptación al coche, ni Leclerc ha cedido un ápice, evidenciando su superioridad... y la debilidad deportiva y emocional de Lewis.
Y ante este panorama desolador, Hamilton se ha venido abajo. En Hungría tocaba fondo. Afloraba el calvario interior que está viviendo un piloto que durante varias etapas de su vida ha sufrido episodios depresivos, como él mismo había admitido. “He luchado con la salud mental toda mi vida. Por la presión de las carreras y los problemas en la escuela (bullying) la depresión me acompaña desde los 13 años… y nunca he tenido con quién hablar. He pasado por fases realmente difíciles”, confesaba en una entrevista en The Times a mitad de la temporada pasada.
Con estos antecedentes, la desmoralización de Hamilton, con mensajes derrotistas, no eran una puesta en escena de autocompasión, aunque en algunos sectores vean teatralización o postureo. “Cuando tienes un presentimiento, lo tienes. Hay muchas cosas pasando en segundo plano que no son nada buenas”, dejaba caer enigmáticamente el inglés.
Toto Wolff, el jefe de Mercedes, su padre deportivo tantos años, lo tenía claro: “Es Lewis con el corazón en la mano. Ha dudado de sí mismo, y no es la primera vez. Cuando siente que no ha estado a la altura de sus propias expectativas y que el equipo se ha marcado un gol en propia puerta, muestra esas emociones. Era así de abierto emocionalmente desde niño, de joven y ahora de adulto”.