En la primavera de 1935, la afición deportiva española seguía con pasión dos grandes competiciones: el desenlace de la Liga de fútbol y la disputa de la primera edición de la Vuelta Ciclista a España. En la Liga, se confirmó el histórico y jamás repetido triunfo del Betis, en dura pugna con el Madrid CF. El conjunto blanco, con un trío defensivo de leyenda ( Zamora - Ciriaco - Quincoces), se dejó el título en la penúltima jornada, el 21 de abril en las Corts, donde fue vapuleado (así se señaló en las crónicas) por el Barcelona. Nada menos que cinco a cero, con cuatro goles de Ventolrà. Aquel Betis campeón estaba dirigido desde la banda por el irlandés Patrick O’Connell, que pasó al Barcelona la temporada siguiente.
Y la vuelta ciclista también se siguió con fervor, por tratarse de la primera edición y por la persecución constante de Mariano Cañardo al belga Gustaaf Deloor, finalmente campeón el 15 de mayo en Madrid. Sobre este último es especialmente recomendable la premiada biografía De la Vuelta a la Luna , escrita por Juanfran de la Cruz, donde se descubre entre otros muchos detalles de una vida de película que Deloor acabó emigrando a Estados Unidos y trabajó para una empresa involucrada en las misiones espaciales de la NASA.
“Nos clasificamos contra Portugal. En Chamartín, sobre hierba. Era mejor no botar la pelota”
Sin embargo, en aquellas fechas de 90 años atrás también surgió un tercer acontecimiento deportivo que merece ser recordado, aunque en su momento no provocara tanta expectación. El 15 de abril de 1935 se formó y disputó su primer partido la selección española de baloncesto. Debutó contra Portugal en un partido clasificatorio para el primer Campeonato de Europa, el primer Eurobasket. El partido decisivo se jugó... sobre el césped de Chamartín y lo arbitró el mismo seleccionador español, Mariano Manent. El equipo español venció por 33-12, una vez los jugadores entendieron que era más práctico pasarse la pelota que probar suerte con un bote sobre el irregular terreno.
España accedió así a la fase final, que se disputó en Ginebra del 2 al 4 de mayo. Y contra todo pronóstico, aquellos pioneros del baloncesto se plantaron en la final. Primero eliminaron a Bélgica (25-17), luego a Checoslovaquia (21-17) y cayeron en la final por 18 a 24 ante Letonia. El equipo español lo formaban los hermanos Pedro y Emilio Alonso (nacidos en Cuba y formados en Estados Unidos), Rafael Martín (nacido en Panamá), Rafael Ruano (nacido en Costa Rica), el madrileño Cayetano Ortega (falleció como combatiente republicano en la Guerra Civil), los catalanes Armando Maunier (de padre francés) y Nelo Carbonell y el aragonés afincado en Catalunya Fernando Muscat.
La segunda plata
Los legendarios de 1973
La selección española no volvió a jugar hasta 1943. En 1955 conquistó el oro de los Juegos Mediterráneos (61-55 a Egipto en la final). El histórico subcampeonato continental de 1935 tuvo su reedición, esta vez con enorme seguimiento popular, en 1973. Con Antonio Díaz Miguel en la banda y en el Palau d’Esports de Montjuïc se reeditó la plata, primero con un épico triunfo sobre la URSS en semifinales y luego con la final contra una invencible Yugoslavia (67-78). El equipo lo formaban Wayne Brabender, Vicente Ramos, Carmelo Cabrera, Enric Margall, Luis M. Santillana, Rafael Rullán, Nino Buscató, Manolo Flores, José Luis y Gonzalo Sagi-Vela, Clifford Luyk y Miguel Ángel Estrada.
Entre las numerosas anécdotas de un torneo peculiar, los seleccionados españoles recordaron años más tarde que estuvieron a punto de no poder desplazarse a Ginebra, hasta que el viaje, en tren, lo costeó de su bolsillo el presidente de la Federación, Gonzalo Aguirre. Llegaron con el tiempo justo para jugar el primer partido y después de batir en semifinales al equipo checo, uno de los favoritos, se dieron un paseo de celebración por las calles suizas. Armaron tal jolgorio que acabaron arrestados y castigados con dos días de calabozo, que no se cumplieron porque les habrían impedido jugar la final. Nelo Carbonell explicaba que pasó del Laietà al Barcelona “porque nos daban todo el material y además podíamos entrar gratis a las Corts, al fútbol”. Según recordaba, “la táctica era sencilla: dos defensas, un centro y dos delanteros. Los defensas, como yo, teníamos que robar el balón y dárselo a los tres de delante. Anotar ya era cosa suya”.
Aunque no existían las medallas, puede decirse que aquella histórica selección española de baloncesto ganó la primera plata de la historia. Así lo recordaba Pedro Alonso casi 40 años más tarde:
- ¿Recibisteis algún trofeo?
- En Ginebra, nada. En España, la Federación nos obsequió con una medalla conmemorativa.
- ¿Primas?
- (sonríe) ¡Demos gracias a que no tuvimos que poner dinero!