No hubo vuelco. El rojo no cambió de manos. No se produjo el sorpasso. El danés Jonas Vingegaard (Visma), máximo favorito para la carrera cuando arrancó en tierras italianas, se coronará hoy en Madrid como campeón de la Vuelta a España tras imponerse con grandeza en la terrible cima de la Bola del Mundo. El portugués João Almeida (UAE) no pudo con él en ningún momento de la subida definitiva. Vingegaard, corredor pequeño con motor superlativo, sumará así en su historial su tercera grande tras los dos Tours que lucen en sus vitrinas. No ha necesitado su mejor versión en muchos días para imponerse pero su victoria, entre incidentes, cambios de ruta y un resfriado cabe calificarla de brillante. Sin mostrar su cara más ofensiva venció en tres etapas y en las demás supo manejar la calculadora.
Solo necesitaba resistir pero decidió darse un homenaje para llevarse la última etapa dura. No se conformó con ir a la rueda de Almeida hasta el final y cuando restaba un kilómetro demarró y dejó clavados al resto de favoritos. Con un pavimento de los que se agarran al límite, cemento y no asfalto, con rampas de hasta el 20%, Vingeggard puso su sello de calidad. Almeida terminará segundo en la general y completará el podio el británico Tom Pidcock (Q36.5)
Y eso que el UAE, el equipo más poderoso del pelotón, intentó endurecer la carrera a falta de 60 kilómetros, coincidiendo con la penúltima ascensión en el Puerto de Navacerrada, un clásico de la competición pues se ha subido en 34 ocasiones. Ritmo veloz que no daba tregua a una numerosa fuga de 36 integrantes, con Landa (Soudal), Ciccone (Lidl-Trek) o Bernal (Ineos) como elementos de postín. Pero la renta no llegaba a los dos minutos y todo hacía indicar que la pomada de la etapa se podía cocinar detrás, como así fue.
Madrid se blinda hoy con 1.100 agentes del orden para evitar incidentes en la última etapa
Mientras la organización hacía una nueva modificación del trazado, a su paso por Cercedilla por la presencia de manifestantes propalestinos que podían para la etapa, el UAE metía más madera al frente del gran grupo, con hasta Juan Ayuso colaborando con los demás. El objetivo, que las piernas le pesaran a Vingeggard. No lo consiguieron.
Lo que no pudo evitar la organización fue que un grupito de protestantes invadiera la calzada y frenara a los que se habían descolgado de la fuga. Por delante, Landa, perseguido por Ciccone, Bernal y Van der Lee (Education First), sortearon el asunto. Las fuerzas de seguridad consiguieron abrir un pasillo para que pasara después el pelotón principal, mientra los coches de los directores quedaban atrapados durante unos minutos. Tremendo y rocambolesco. Aún restaban 19 kilómetros, que ya se recorrieron sin más incidencias.
En el ascenso final a la Bola del Mundo, con los escapados ya neutralizados, y por encima de los 2.000 metros de altura, 400 guardias civiles se sumaron al operativo habitual para que los corredores pudieran alcanzar la meta con normalidad. A eso ayudó que el último kilómetro estaba cerrado al público para proteger la fauna y flora.
Un grupo de manifestantes invadió la calzada y frenó a algunos corredores, con riesgo para todos
Porque la azarosa Vuelta, repleta de vicisitudes a cuenta de las protestas propalestinas contra lo que denominan como genocidio israelí en Gaza toca este domingo a su fin en Madrid. La carrera doblará las campanas en el circuito clásico de la capital de España. Será la urbe una ciudad blindada, con hasta 1.100 agentes de las fuerzas del orden, en lo que se considera el mayor despliegue allí desde la cumbre de la OTAN del 2022. El tráfico del centro quedará cerrado desde este sábado por la noche y la organización cruza los dedos para que la carrera pueda terminar sin tener que lamentar incidentes que la vuelvan a cercenar. El recorrido para este domingo ha sido recortado en cinco kilómetros por “motivos de circulación”. Los primeros que tienen ganas de llegar son los corredores, como el corredor estadounidense del equipo Israel Matthew Riccitello. Subirá al podio como ganador del maillot blanco al mejor joven. Han vivido en un estado de alta tensión.