Nandu Jubany (54), afamado cocinero con una estrella Michelin (Can Jubany, de Calldetenes), se vuelve a liar la manta a la cabeza: aparcará los fogones por unos días, delegará la gestión de sus 13 restaurantes y 500 trabajadores, y se sumergirá en su tercer rally Dakar, segundo consecutivo en coche, del 3 al 17 de enero, con ambiciones renovadas. De nuevo con Marc Solà a su derecha, Jubany quiere llegar más alto en la meta de Yanbu, junto al mar Rojo de Arabia Saudí: meterse en el top 20 absoluto, pisando los talones a los profesionales, los pata negra del Dakar. ¿Una osadía para un chef?
No sueño con ganar el Dakar, me gusta mucho pero no tengo nada de tonto. Ganar el Dakar lo dejo para otra vida”
“No sueño con ganar el Dakar, me gusta mucho pero no tengo nada de tonto. Con un coche que corra más puedes estar más adelante, te tienes que gastar mucho dinero para tener un coche de máximo nivel, y aunque vaya con un buen coche sé que no ganaré porque hay 15 tíos muy buenos que se dedican a esto y que salen a ganar”, comentaba Nandu Jubany en su finca de Mas Nou, en Viladrau, donde presentó su proyecto de Dakar 2026 rodeado de amigos y patrocinadores. Simbólicamente es el primero ponerse en la línea de salida.
Su objetivo suena a ambicioso. “Ganar un Dakar lo dejo para otra vida”, suelta con su aire socarrón, para aterrizar con los pies en el suelo. “Para mí estaría bien acabar entre los 20 primeros, hay 48 coches T1+ que corren más. Quedar entre los 20 primeros, el 25, sería la hostia”, expone el cocinero.
Con solo dos participaciones (2018 en moto, 53.º, y 2025 en coche, 27.º), y a pesar de no dedicarse profesionalmente al volante, Nandu Jubany se ha colado entre los dakarianos como un piloto solvente, de garantías, con una actuación soberbia en la anterior edición.
El de Monistrol de Calders, con un buggy de MD Optimus, fue el segundo mejor español en la general final en coches, cuando nadie contaba con él, cuando muchos podían ver su aventura como un capricho. Pero él tenía una espina clavada: volver al Dakar es una cuestión de dependencia emocional, como una droga.
“Cuando haces el Dakar y lo acabas dices que no volverás nunca más, pero te quedan ganas de volver. No sé si es la adrenalina, pero cuando haces cosas muy difíciles, en el momento cuesta mucho, pero cuando lo has digerido tienes ganas de repetir”, se justifica Jubany, que, patrocinadores a banda, se tiene que rascar el bolsillo una vez más, al competir como privado, sin un constructor detrás, como ocurre con los profesionales como Sainz, Roma, Al Attiyah, Loeb…

