Madrid tiene prisa. Como todas las ciudades grandes cómodas en el papel de gran ciudad. Ha renunciado al freno y se maneja sólo con el pedal del acelerador. Donde se cruzan los caminos, dicta la publicidad institucional de su Ayuntamiento en un guiño al Pongamos que hablo de Madrid sabinero. Pero no es cierto. En las confluencias es obligado bajar marcha. Y aquí lo que está bien visto es pisar a fondo y que se aparte el de delante.
El piloto Carlos Sainz durante la exhibición por la parte urbana del futuro circuito Madring F1 que acogerá el GP de España de Fórmula Uno 2026
Madrid es hoy una recta para correr, no una intersección en la que pararse a discurrir qué dirección tomar. Las ideas construyen realidades. Aquí el dinero está bien visto, no es motivo de vergüenza. No se pide perdón por vivir. Por eso se dan comidas a las cuatro de la tarde, se sirven cenas a las doce de la noche y los camareros le endulzan los oídos al comensal: “¡Por supuesto, caballero!”.
Han hecho lo que al fin y al cabo les convenía: construirse un circuito de F-1
Esto, ¡ni qué decir tiene!, lo hace sentir a uno divinamente. Se acepta con naturalidad que alguien sirve y que otros son servidos. No como en Barcelona, donde cada vez es más habitual que se trate a los clientes con las formas que los bolcheviques dispensaban a la familia del Zar. Por eso en Madrid la gente se suelta más con las propinas, mientras que en Barcelona lo que le apetece a uno muchas veces es levantarse antes de que le tomen nota y marcharse a casa a freír un huevo o dos después de mandar a alguien a freír espárragos. Pues bien, corren tanto esta gente que, listos como son, han hecho lo que al fin y al cabo les convenía: construirse un circuito de F-1. No hay capricho que una capital que ejerce de tal no pueda permitirse: ¿Lo quiero? ¡Lo cojo! Y si no, ¡lo construyo!
Dicho y hecho. Y va a salirles bien. La obra avanza a un ritmo frenético. Grúas, camiones y operarios han convertido Valdebebas en un hormiguero. Y la silueta de lo que será el asfalto ha asomado tan rápido que parece que estén montando un simple Scalextric. El circuito, bautizado como Madring, funcionará. Próximo al centro, bien conectado con metro, buses urbanos y cercanías, su proyección está siendo un dicho y hecho. Algo impensable en otras latitudes, ¡de nuevo Catalunya!, donde todavía se estaría discutiendo el impacto ambiental entre las hormigas y los gusanos de tierra. Si Montmeló no fuese una realidad desde hace más de tres décadas, hoy resultaría imposible levantarlo. Dos o tres asociaciones, de tres o cuatro miembros cada una, gritarían en la plaza Sant Jaume: ¡Paremos el circuito para salvar el planeta! Después el Parlament votaría una pomposa proposición en contra de la iniciativa y bye, bye , baby . Montmeló existe porqué se construyó en 1991, cuando quien tenía prisa era Catalunya. Hoy Madrid corre más y mejor. Aunque vista zapatos y mocasines, que aquí gustan más que las deportivas.

