No es la línea recta el camino más corto entre dos puntos. No al menos cuando se trata del Barça en estos últimos tiempos, en los que casi nada es lo que parece. El club ha elegido a Xavi Pascual para agarrar el mando del equipo de baloncesto e intentar sacarle del agujero negro en el que se encuentra metido. El técnico está encantado de regresar al conjunto azulgrana, con el que alcanzó las mayores cotas de su carrera profesional, y tiene una ilusión máxima por hacer que la cosa funcione. Pero, a partir de este punto, las cosas se complican. Y, atendiendo a las dos partes, la expresión que mejor resume la situación actual de las negociaciones entre la entidad barcelonista y los representantes del técnico de Gavá es la de “compás de espera”.
De manera formal, las conversaciones entre el Barça y Pascual comenzaron ya el domingo, después de que a media tarde, cuando llegó el autobús del equipo de regreso a Barcelona, el club le comunicara formalmente a Joan Peñarroya su destitución tras caer de mala manera ante el Bàsquet Girona. La primera toma de contacto ya fue positiva pero había muchos aspectos del acuerdo a los que había que dar forma.
Pascual acepta rebajar considerablemente su salario pero estima fundamental apuntalar la plantilla
Por un lado, la delicada situación económica que atraviesa el club, que sigue sin tener arreglado el fair play financiero, aspecto asociado al fútbol pero que también afecta, y mucho, a las secciones, a las que entrar en la famosa regla 1:1 también les supondría un alivio muy importante. Un escenario que limita muchísimo el margen de maniobra del club pero que el técnico comprende y acepta, poniendo de su parte.
Tanto el lunes como el martes, las jornadas de negociaciones fueron maratonianas, concluyendo a altas horas de la madrugada sin acuerdo. En el tema económico, el acercamiento ha sido casi total. Pascual da por hecho que tendrá que aceptar una rebaja importante de su sueldo, que especialmente en su última etapa en el Zenit de San Petersburgo le situaba entre los mejores pagados de Europa. Su única petición en este apartado es que su mano derecha allá donde ha estado, Íñigo Zorzano, se incorpore a su equipo técnico.
Pero el estancamiento de las negociaciones, de momento temporal, como sucede en cualquier conversación de este calibre, no llega por este lado. El mencionado “compás de espera”, que está haciendo dudar a Xavi Pascual sobre si aceptar o no la oferta del Barça, que tiene ya sobre la mesa, es la negativa del club a apuntalar la plantilla.
El técnico considera, y los resultados de esta temporada avalan su teoría, que para enderezar el rumbo del equipo y poder aspirar a completar una temporada digna, incluso luchando por ganar títulos, es imprescindible, al menos, lograr un par de refuerzos. Una opción que parecía viable en un principio pero que el club ha retirado de la mesa, por el momento. Desde la zona noble se quieren centrar en encontrar una solución al banquillo, preferiblemente antes de mañana, temiendo otra bronca del público al palco ante la visita de la Virtus Bolonia. Salvado eso, y en función de la evolución de las finanzas del club, sí aceptarían acometer algún fichaje.
Pero Pascual no lo ve nada claro, consciente además de que hay varios jugadores de la actual plantilla que sufrirían demasiado con sus exigencias defensivas. El técnico no quiere asumir el mando de un barco a la deriva y que no le garanticen un buen bidón de gasolina. De ahí que las dudas estén sobrevolando su cabeza. Debe discernir entre dar el “sí”, a pesar de todo, por su amor al club y sus ganas de regresar al Palau, o dejar que el lado menos emocional de su cerebro gane la partida y rechazar un acuerdo que parecía hecho. Es el gran dilema de Pascual.
